Winston Churchill acuñó un cúmulo de frases
brillantes, y la que más me ha impactado es esta: “La guerra es mala, pero la
esclavitud es peor”.
En efecto, la paz no es un fin en sí mismo
sino un medio. Las libertad es el fin, así como la seguridad cuando se trata de
las relaciones internacionales. En Cuba hay “paz” mas no hay libertad. Se trata
de una paz de esclavos producida por el despotismo y la sumisión.
Como señalaba Kissinger, en el marco de las
relaciones entre Estados la búsqueda de la paz como fin en sí mismo es un
espejismo, pues los que se empeñan en ello quedan a la merced de aquellos para
quienes los objetivos son otros, como, por ejemplo, el poder. Lo que debe
buscarse es la seguridad, entendida como una situación de convivencia que no
amenace los intereses vitales de nadie.
En el contexto de la actual Venezuela, los que enarbolan la paz como fin en sí mismo olvidan que el problema y la meta es la libertad, y desafortunadamente a veces la lucha por la libertad exige colocar la paz en lugar subordinado.
Venezuela está en guerra por la libertad y
por el cese de la dominación del país por parte de la Cuba castrocomunista. Es
una guerra predominantemente, pero no exclusivamente, no violenta. Sin embargo,
lo esencial no son las tácticas de lucha, que pueden variar según las
circunstancias, sino el objetivo estratégico. Dada la naturaleza del régimen
criminal que gobierna en Venezuela, tal objetivo, del lado de las fuerzas que
luchan por la libertad y la democracia, no puede ser otro que poner fin al
régimen que envilece y ensangrienta al país.
Todo lo demás me parece –y lo digo sin
presunción ni alardes– pura retórica vacía e ilusión sin fundamento. El punto
es simple y a la vez desafiante: mientras el actual régimen permanezca en el
poder no habrá paz genuina en Venezuela, sino la “paz” del odio, la tiranía, la
represión y la muerte.
Por ello me atreveré una vez más a cuestionar
la línea política de un sector de la dirigencia democrática, que hace esfuerzos
inauditos y a veces incomprensibles para mantener la quimera de que Venezuela
puede ser libre y vivir en paz con el régimen revolucionario en el poder. Eso
es mentira, es falso, es un engaño.
Es un engaño en ocasiones justificado por una
tan extraña como falaz premisa: “No tenemos la mayoría, los sectores populares
aún no salen de sus barrios”. Y esto lo afirman quienes en abril de 2013
aseguraban que la oposición ganó las elecciones presidenciales, y quienes
además introdujeron sesudos recursos jurídicos ante instancias nacionales e
internacionales para reclamar la escamoteada victoria.
Olvidan un hecho clave: los sectores
populares, precisamente por sus condiciones de vida, son los más vulnerables a
la manipulación y la intimidación por parte del régimen. Los pobladores de las
barriadas están sometidos a las amenazas directas e implacables de los grupos
armados, financiados y entrenados por el gobierno para impedir que los pobres
salgan a las calles a unirse con la clase media y darle fin a una situación
humillante e insoportable, que ha desbordado la paciencia de la inmensa mayoría
de venezolanos.
Seguir escudándose tras la excusa de que “los pobres aún no bajan de los cerros”, utilizada como coartada para la pasividad, para el ciego electoralismo, para la aceptación del régimen como si Venezuela estuviese viviendo una política “normal” y no una guerra por la libertad, demuestra una seria carencia de comprensión de la realidad y sentido estratégico en cierta dirigencia opositora. Por fortuna, los eventos la están desbordando.
Aníbal Romero
aromeroarticulos@yahoo.com
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