Hubo
otro presidente tan o más ignorante que Maduro, que gobernó con mano de hierro
a Venezuela durante 27 años, sin que nadie osara burlarse de su escasa
formación. Ignorante pero no bruto, se rodeó siempre de funcionarios cultos y
eficientes y habló muy poco, apenas con monosílabos, para no meter la pata.
En
septiembre último se realizó en Caracas, el Foro “Neolengua, Polarización y
Reconciliación en Venezuela: el rescate de la lengua como desafío de la
democracia en Venezuela”; organizado por el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS)
y “Un Estado de Derecho” (UED). El título de la convocatoria explicaba la
naturaleza del evento. Fue George Orwell en su novela “1984” quien creó el
término neolengua (newspeak) para describir el lenguaje propio y diferente que
crean los regímenes totalitarios; el objetivo es que ese lenguaje no sea el
reflejo de la realidad sino que la construya. La inspiración de Orwell para
crear el término e incorporarlo a una de sus obras maestras, fueron -en
términos de igualdad- el nazismo hitleriano y el estalinismo soviético.
En
el Foro al que hemos hecho referencia, se hizo un recuento de la terminología
que los venezolanos hemos padecido en los últimos quince años, con los que
podría producirse el diccionario de la neolengua del neototalitarismo chavista.
No en balde el difunto Chávez fue un discípulo aprovechado de Fidel Castro y aquí
hemos tenido desde entonces, con la jerarquía de gobierno imperial de un país
ocupado, a miles de cubanos para que dicten cátedra a los súbditos venezolanos
en materias que le dieron tan buen resultado al barbudo inmortal (porque no
acaba de morirse). Sabotaje intencional (en lugar de fallas de mantenimiento)
Plan de Ordenamiento de Uso y de Administración de Seguridad del Sistema
Eléctrico (en lugar de recorte y de racionamiento eléctrico) Mecanismo
cambiario alternativo (en lugar de devaluación del bolívar), latifundio,
participación ciudadana, libertad, felicidad social, cuarta república,
parlamentarismo de calle, patriota, guardia del pueblo, justicia comunal,
contraloría social, medidas judiciales de aseguramiento, Misiones, Poder
Popular, hegemonía comunicacional, milicias, gobierno de calle, economía
comunal, tenemos patria, son algunos de los eufemismos usados por voceros del
Ejecutivo Nacional. Esa terminología no es inocente ni improvisada, tiene fines
políticos claros: crear división social mediante la imposición de un
pensamiento único.
A
lo anterior hay que sumar la interminable lista de insultos que Chávez inauguró
como estilo de gobierno y que sus herederos repiten en todos los medios de
comunicación estatales y privados. Están dirigidos contra de toda forma de
disidencia: majunches, escuálidos, vende patria, cachorros del imperio,
explotadores, ladrones, gusanos, perros, arrastrados, apátridas, cobardes,
deshonestos, terratenientes, estafadores, necrófilos, traficantes, drogadictos,
mercenarios, sicarios, contrabandistas, delincuentes, cáncer, tumores,
matasanos, torturadores, tienen al diablo debajo de las sotanas, la nada,
desquiciados, disociados, sanguijuelas, pitiyanquis, golpistas, conspiradores,
entreguistas, cobardes, llorones, chillan como un cochino, miserables,
terroristas, paqueteros, perros de la guerra, anti bolivarianos, enanos del
intelecto, bolsiclones, trilogía del mal, basura de la historia, y por
supuesto, maricones. Uno llega a comprender el peso y la fuerza de esa neolengua
totalitaria cuando partidarios del gobierno que son personas del común, repiten
como loros los improperios que escuchan de sus dirigentes. Y peor aún, cuando
los insultados adoptamos la terminología del insulto para autodenominarnos como
escuálidos, apátridas o pitiyanquis.
Como
hecho singular sin antecedentes nacionales, al menos conocidos, Nicolás Maduro
ha inaugurado una tercera forma de lenguaje que podríamos denominar la
metalengua. La misma consiste no en crear nuevas palabras para engañar incautos
o para escarnecer a los oponentes, sino en tergiversar, confundir o pronunciar
de manera incorrecta, palabras, frases, decires populares. Todo ello producto
de la ignorancia, de la falta de lectura y de confiar a la memoria auditiva
cosas que se oyen de una manera pero se escriben de otra. Conste que antes de
este desangelado y poco iluminado presidente, hubo otro de gran cultura y
singular bonhomía que fue objeto de chistes porque en su rapidez al leer los
discursos, se le enredaba la lengua con algunas expresiones. Los humoristas de
la época, siempre respetados por los gobernantes de los cuarenta años
democráticos, hacían su agosto con el querido presidente Raúl Leoni. Según
éstos, un día le dijo a su esposa: “Menca, tengo un hombre atrás” y luego aclaró,
“tengo un hambre atroz”. Y como éste muchos otros chistes.
La
metalengua de Maduro es algo muy diferente porque no se limita a la confusión
de penes y panes. A la Torá, libro sagrado de los judíos, la llama el Tarot.
Para caracterizar algo difícil dice que es como buscar una aguja en un panal y
cuando alguien desde el entorno le corrige ¡PANAL! Responde, bueno panal y
pajar, es igual de difícil encontrar la aguja. Amenaza a los venezolanos con lo
que ocurriría si alguna vez se vuelve loco: “No quedaría polvo sobre polvo,”
por decir piedra sobre piedra. Algunos analistas creyeron ver una genialidad
urdida por el gobierno cubano de ocupación cuando dijo millones y millonas.
Pero no se atrevieron a ofrecer la misma afirmación cuando le pidió a una
médica que le pusiera el telescopio (estetoscopio) en el corazón. Cómo olvidar
aquella histórica sentencia suya sobre las dos mitades en que está dividido el
país, una mayoritaria y otra que es minoría.
Recientemente,
por no saber que las comas existen también cuando se habla y sirven para hacer
pausas, produjo una confesión pública del delito que desde hace quince años
cometen los jerarcas del chavismo de manera pública, notoria e indubitable:
“los comerciantes que roban como nosotros. Sus problemas con la geografía
nacional son preocupantes, pero los de la geografía universal son patéticos.
Durante su campaña para las elecciones presidenciales del 14-A-2013, informó
que se iba a dar un baño oriental en los estados Cumaná, Margarita y Barcelona.
Y durante la visita que hiciera a Portugal se lanzó con la novedad de que
Venezuela y la república portuguesa están en el mismo continente, apenas
separadas por el Mar Caribe y el Océano Atlántico. El drama se acentúa cuando
se trata de las matemáticas. Recientemente en un acto de graduación policial,
quiso romper el protocolo impuesto y entregarles el título a los 190
graduandos. Pero eso si se apuraban y no se tardaban diez minutos cada uno
porque él no podía pasarse 190 minutos en ese acto.
Los
chavistas de antes y estos de ahora fueron igualmente inoculados por el
resentimiento, la envidia y la mediocridad. Su manera de parecer populares, es
bajar el nivel del lenguaje hasta la vulgaridad y con frecuencia hasta la
obscenidad. Alguien que fue maestro y hasta ministro de educación, dijo en un
acto de masas que la obligación de los gobernadores y alcaldes era esbaratar
las gobernaciones y alcaldías. Una maestra felicitó públicamente a Maduro por
tenerlas bien puestas y lo instó a seguirle echando esas mismas bien puestas a
los saqueos oficialistas. No faltará entonces quien diga desde ese mundo que
hace del subdesarrollo su orgulloso estandarte, que la oligarquía, burguesía,
derecha, etcétera, se burla de Maduro porque fue un chofer de autobús sin
formación universitaria.
Rómulo
Betancourt, el más grande y brillante político de la Venezuela contemporánea
tampoco se graduó en una universidad; sus adversarios creían minimizarlo
llamándolo el bachiller Betancourt. Pero ese bachiller escribió a los 23 años
de edad el Plan de Barranquilla y a los 33 años fundó Acción Democrática
secundado por la verdadera crema y nata intelectual del país.
Hubo
otro presidente tan o más ignorante que Maduro, que gobernó con mano de hierro
a Venezuela durante 27 años, sin que nadie osara burlarse de su escasa
formación. Ignorante pero no bruto, se rodeó siempre de funcionarios cultos y
eficientes y habló muy poco, apenas con monosílabos, para no meter la pata. Un
ejemplo que Maduro, bastante parecido en su concepción de la democracia a Juan
Vicente Gómez, debería seguir. No hay nada que conspire más contra la
estabilidad de un jefe político que hacer del ridículo un hábito y Maduro se
empeña en hacerlo, encadenado, todos los días y a cada rato.
gamus.paulina@gmail.com
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