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viernes, 6 de diciembre de 2013

ANDRÉS OPPENHEIMER, EL OCASO DE LA INFLUENCIA CHAVISTA

Es difícil saber si el presidente venezolano Nicolás Maduro logrará superar el caos económico que está causando y mantenerse en el poder, pero es cada vez más evidente que -en el plano externo- la influencia de Venezuela en el resto de Latinoamérica está cayendo tan rápidamente como las reservas internacionales del país bolivariano.

La semana pasada, Venezuela perdió un nuevo aliado potencial en la región cuando la candidata de izquierda Xiomara Castro -la esposa del presidente depuesto Manuel Zelaya, que había sido un seguidor del hombre fuerte venezolano Hugo Chávez- terminó en un lejano segundo lugar en las elecciones presidenciales de Honduras.

Según los resultados oficiales, el candidato de derecha Juan Orlando Hernández ganó las elecciones por más de cinco puntos. Castro disputó el resultado, pero la mayoría de los observadores internacionales avalaron los resultados oficiales, y hasta el presidente “revolucionario” de Nicaragua, Daniel Ortega, felicitó a Hernández por su victoria.

Pocas semanas antes, la presidenta populista argentina Cristina Fernández de Kirchner sufrió una dura derrota en las elecciones legislativas del 27 de octubre al no lograr una súper mayoría en el Congreso que le hubiera permitido cambiar la Constitución y postularse para un tercer mandato en el 2015.

Fernández regresó al palacio presidencial a fines de noviembre luego de un mes de ausencia por motivos médicos. Su primera aparición pública fue con un perrito llamado “Simón”, en homenaje al héroe venezolano Simón Bolívar, que según dijo había recibido como regalo de Adán Chávez, el hermano del difunto presidente.

Sin embargo, al margen de ese gesto simbólico, el gobierno argentino ya no puede esperar ayuda de Venezuela, como la que recibió entre los años 2005 y 2008.

Por el contrario, tras su derrota electoral y ante una economía debilitada tras varios años en que Fernández despilfarró la mayor bonanza de la historia reciente de su país, la presidenta argentina está haciendo un giro hacia la derecha.

La semana pasada, el gobierno argentino anunció un acuerdo por el que indemnizará a la petrolera española Repsol, la empresa que había expropiado en el 2012 para supuestamente “recuperar la soberanía” del país. El gobierno había festejado la expropiación como un triunfo nacional, amenazando con no pagar un céntimo a la empresa española.

Ahora, el gobierno de Fernández anunció que le pagará más de $5,000 millones a Repsol. La empresa española había llevado el caso a tribunales internacionales, bloqueando otras inversiones petroleras en el país.

En otro ejemplo del giro político de Fernández, Argentina está negociando con el Fondo Monetario Internacional, el organismo contra el cual Fernández -al igual que Chávez- solía despotricar en sus ardorosos discursos.

El fin de la bonanza de las materias primas, y la ausencia de una Venezuela con chequera para ayudar a los amigos ha hecho de que Argentina se haya quedado con escasez de dólares, y necesite inversiones.

En Centroamérica y el Caribe, Petrocaribe -la institución gubernamental venezolana que ofrece petróleo subsidiado a países de la región- ha aumentado al 60 por ciento los pagos en efectivo que exige a sus países miembros, que hasta ahora pagaban un 50 por ciento en efectivo. A principios de noviembre, Guatemala anunció que se salía de Petrocaribe porque las nuevas condiciones ya no le convenían.

“En los últimos seis meses, Estados Unidos ha superado a Petrocaribe como el principal suplidor de combustibles a los países de Centroamérica y el Caribe”, me dijo Jorge Piñón, un experto en petróleo de la Universidad de Texas en Austin. “Las cosas han cambiado mucho”.

Y, meses antes, Venezuela había perdido otro potencial aliado en la región cuando Paraguay eligió al empresario de centroderecha Horacio Cartes en las elecciones presidenciales de ese país.

Venezuela también sufrió un duro revés entre sus aliados ideológicos cuando pocas semanas atrás el ideólogo del chavismo, Heinz Dieterich, el profesor alemán residente en México a quien se le atribuye haber inventado la frase del “socialismo del siglo XXI”, afirmó que Maduro es un “farsante”.

Mi opinión: La influencia política y económica de Venezuela ha sido proporcional a sus reservas de divisas, y está cayendo rápidamente. Las reservas internacionales de Venezuela han caído desde una cifra récord de $42,000 millones en el 2008, a $20,000 millones actualmente. Ya no hay para repartir.

La economía venezolana se ha desmoronado, la inflación ya supera el 50 por ciento anual -una de las más altas del planeta-, hay escasez de alimentos, y Maduro agudiza la crisis todos los días con medidas económicas cada vez más contraproducentes.

No sé qué pasará en Venezuela, pero en el resto de Latinoamérica hay síntomas cada vez más visibles de que la influencia chavista es cada vez menos importante y más anecdótica, como el nuevo perrito de la presidenta argentina.

Andrés Oppenheimer
aoppenheimer@elnuevoherald.com

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