Es
difícil saber si el presidente venezolano Nicolás Maduro logrará superar el
caos económico que está causando y mantenerse en el poder, pero es cada vez más
evidente que -en el plano externo- la influencia de Venezuela en el resto de
Latinoamérica está cayendo tan rápidamente como las reservas internacionales
del país bolivariano.
La
semana pasada, Venezuela perdió un nuevo aliado potencial en la región cuando
la candidata de izquierda Xiomara Castro -la esposa del presidente depuesto
Manuel Zelaya, que había sido un seguidor del hombre fuerte venezolano Hugo
Chávez- terminó en un lejano segundo lugar en las elecciones presidenciales de
Honduras.
Según
los resultados oficiales, el candidato de derecha Juan Orlando Hernández ganó
las elecciones por más de cinco puntos. Castro disputó el resultado, pero la
mayoría de los observadores internacionales avalaron los resultados oficiales,
y hasta el presidente “revolucionario” de Nicaragua, Daniel Ortega, felicitó a
Hernández por su victoria.
Pocas
semanas antes, la presidenta populista argentina Cristina Fernández de Kirchner
sufrió una dura derrota en las elecciones legislativas del 27 de octubre al no
lograr una súper mayoría en el Congreso que le hubiera permitido cambiar la
Constitución y postularse para un tercer mandato en el 2015.
Fernández
regresó al palacio presidencial a fines de noviembre luego de un mes de
ausencia por motivos médicos. Su primera aparición pública fue con un perrito
llamado “Simón”, en homenaje al héroe venezolano Simón Bolívar, que según dijo
había recibido como regalo de Adán Chávez, el hermano del difunto presidente.
Sin
embargo, al margen de ese gesto simbólico, el gobierno argentino ya no puede
esperar ayuda de Venezuela, como la que recibió entre los años 2005 y 2008.
Por
el contrario, tras su derrota electoral y ante una economía debilitada tras
varios años en que Fernández despilfarró la mayor bonanza de la historia
reciente de su país, la presidenta argentina está haciendo un giro hacia la
derecha.
La
semana pasada, el gobierno argentino anunció un acuerdo por el que indemnizará
a la petrolera española Repsol, la empresa que había expropiado en el 2012 para
supuestamente “recuperar la soberanía” del país. El gobierno había festejado la
expropiación como un triunfo nacional, amenazando con no pagar un céntimo a la
empresa española.
Ahora,
el gobierno de Fernández anunció que le pagará más de $5,000 millones a Repsol.
La empresa española había llevado el caso a tribunales internacionales,
bloqueando otras inversiones petroleras en el país.
En
otro ejemplo del giro político de Fernández, Argentina está negociando con el
Fondo Monetario Internacional, el organismo contra el cual Fernández -al igual
que Chávez- solía despotricar en sus ardorosos discursos.
El
fin de la bonanza de las materias primas, y la ausencia de una Venezuela con
chequera para ayudar a los amigos ha hecho de que Argentina se haya quedado con
escasez de dólares, y necesite inversiones.
En
Centroamérica y el Caribe, Petrocaribe -la institución gubernamental venezolana
que ofrece petróleo subsidiado a países de la región- ha aumentado al 60 por
ciento los pagos en efectivo que exige a sus países miembros, que hasta ahora
pagaban un 50 por ciento en efectivo. A principios de noviembre, Guatemala
anunció que se salía de Petrocaribe porque las nuevas condiciones ya no le
convenían.
“En
los últimos seis meses, Estados Unidos ha superado a Petrocaribe como el
principal suplidor de combustibles a los países de Centroamérica y el Caribe”,
me dijo Jorge Piñón, un experto en petróleo de la Universidad de Texas en
Austin. “Las cosas han cambiado mucho”.
Y,
meses antes, Venezuela había perdido otro potencial aliado en la región cuando
Paraguay eligió al empresario de centroderecha Horacio Cartes en las elecciones
presidenciales de ese país.
Venezuela
también sufrió un duro revés entre sus aliados ideológicos cuando pocas semanas
atrás el ideólogo del chavismo, Heinz Dieterich, el profesor alemán residente
en México a quien se le atribuye haber inventado la frase del “socialismo del
siglo XXI”, afirmó que Maduro es un “farsante”.
Mi
opinión: La influencia política y económica de Venezuela ha sido proporcional a
sus reservas de divisas, y está cayendo rápidamente. Las reservas internacionales
de Venezuela han caído desde una cifra récord de $42,000 millones en el 2008, a
$20,000 millones actualmente. Ya no hay para repartir.
La
economía venezolana se ha desmoronado, la inflación ya supera el 50 por ciento
anual -una de las más altas del planeta-, hay escasez de alimentos, y Maduro
agudiza la crisis todos los días con medidas económicas cada vez más
contraproducentes.
No
sé qué pasará en Venezuela, pero en el resto de Latinoamérica hay síntomas cada
vez más visibles de que la influencia chavista es cada vez menos importante y
más anecdótica, como el nuevo perrito de la presidenta argentina.
Andrés
Oppenheimer
aoppenheimer@elnuevoherald.com
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