BIENVENIDOS AMIGOS PUES OTRA VENEZUELA ES POSIBLE. LUCHEMOS POR LA DEMOCRACIA LIBERAL

LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

sábado, 20 de abril de 2013

DIEGO ODIN FORTUNATO, LAS VIRTUDES DEL HUESO

            ¿Dónde estamos? ¿Quiénes somos? ¿Democracia? ¿Ideas? Hemos llegado al fondo de nosotros mismos. Hoy, bajo la ubérrima sombra del hombre que manejara las masas y las emociones, estamos ante el fantasma del demonio.
           
Democracia, hay quien dice democracia… La democracia, erigida sobre un pueblo obligado a ser inculto, ignorante de su propia vida y destino, es más peligrosa o tan peligrosa como las dictaduras.
            Aquí estamos, entre el fraude y la voz divina, entre las aliteraciones, los paradigmas, los engaños y la verdad que quiere ser desgastada, socavada desde los cimientos más puros de la lógica.
            Hay quien está cansado, sí, el que claudicó exiliado de sí mismo, en un país extranjero, bajo una lluvia salada, sí, sí, sí… Pero es hoy, es ahora. ¿Miedo? Cómo hablar del miedo a luchar por la verdad cuando has vivido el miedo de las armas, cuando la guerra más impura te ha tocado vilmente, cuando un pueblo marchito quiere sacar la cara del fango. No. Miedo no.
            Para describir la institucionalidad venezolana y la política oficial, me siento guiado irremediablemente por una metáfora arborescente: el fruto pasmado. Es un fruto pasmado en un árbol caduco. (Para los malos entendedores…, el árbol caduco no es más que el socialismo). Arrancar este fruto infértil, degenerado, temeroso, tímido, inseguro, henchido, sibarita, obeso, obseso, con ademanes meditados, con la voz amordazada por la simbología, amordazada la idea por la barba ideológica, detenido, sencillamente, en el pesado destino con el que no pueden. Arrancarlo no sólo es perentorio o necesario, sino justo.
            Acá no estamos entre facciones políticas, acá estamos condenando lo condenable. ¡Ay, si todos fuéramos capaces de algo tan sencillo! Los oficialistas lo saben, los votos manchados por un dedo ajeno lo saben, los pobres hombres –sin opción-, también lo saben.
            Algunos dirán, ¿cómo se puede luchar con ideas contra la ausencia de ideas? ¿Cómo escribir esto ahora? Yo digo: ¿cómo podemos dejar de luchar, hoy, siempre, contra lo ilegítimo, lo ilegal, lo falso, lo rastrero, contra la rata gris escalando la columna maltrecha de la vida? Pero de su vida, no de nuestra vida, no de la que queremos y soñamos y amamos, no de la vida por la que daremos la vida, no de la vida que es justa, que es necesaria.
            Yo te pienso delante de una luz, patria, sin asirte, mientras la sangre sigue corriendo como palabras mutiladas. Siento que te escapas, que no existes. Mueren en las calles, mueren ahora. Y ya no muere sólo el cuerpo, sino la geografía, las instituciones, las ideas, los designios, muere el cielo sobre Venezuela, pesado, igual que los siglos de su nombre. 
No hay una esquina donde no haya gritado alguien, donde no se haya perdido alguien, donde no haya muerto alguien… Por eso la lucha hoy es más importante que nunca. Por eso, más que importante, el pelear es obligatorio.
            ¿Y qué sucede ahora? Después de un líder carismático las ideas, indefectiblemente, se desgastan. La verdad a medias, cuando es manejada por este, sobrevive. Él pudo manipular la verdad absoluta a su antojo, porque maniobraba a las masas. Pero los que quedan a su sombra sólo vivirán el desgaste del proceso, nunca la continuación, debido a que las edificadas ideas fueron impulsadas por el carisma de aquel líder, es decir, recibidas en la masa por emociones  y no por la razón. El sucesor del líder siempre está destinado al fracaso o a la locura –dícese locura, léase aferrarse al poder como sea.
            Las virtudes del hueso son estas. ¿Vivimos a la sombra de Bolívar? ¿Viviremos bajo la sombra de Chávez? Sinceramente, ¿elegiremos vivir bajo una sombra, sombra marchita, sombra de hueso y no de ideas? El hueso quiso ganar las elecciones desde la muerte, sí, pero más peligrosa es la sombra que vive escondida entre los que la defienden. Aunque esto, de cualquier manera, no impedirá que el proceso se desgaste. Las ideas políticas retenidas en un cuerpo y no en la acción común terminan, lógicamente, como iniciaron, en ese cuerpo. Un político no es ni un profeta ni un filósofo, tampoco debería ser un héroe.
            Un político revolucionario, hoy, es un pseudofilósofo obtuso sentado sobre la cabeza de mármol de un gran filósofo muerto. Las autoridades  de los poderes sin la justa división, los garantes, todos, son títeres destinados a la hoguera expiatoria de la historia insustancial. ¡No retrocederemos ante ellos! Pero este no es un tema de ideologías, sino de justicia. Justicia, simplemente, justicia. La ley es la ley y sólo a sí misma se abarca y se contiene.
            No me den una verdad a medias o limitada, denme el equilibrio objetivo, la racionalidad de las acciones y no la arritmia de los genitales. Digo que si decidimos entre medias verdades y no obligamos a estos hombres a ver la realidad global y unitaria, estamos destinados a escalar el árbol caduco, comer un fruto que no existe, rastrillando ideas sobre el cementerio de la antigua política.
            Por eso digo no, aunque sea un hombre que prefiera decirle sí a todo. Digo no dos veces, digo, citando a Vallejo: “Oh, siempre, nunca dar con el jamás de tanto siempre”. Siempre tanta injusticia, miedo, falsedad, idiotez, temor, inmenso temor superlativo. Los oficialistas no están más que aterrados. ¿Qué les pasa? Cómo mantener el poder, cómo mantener sus aviones, cómo mantener las emociones sin un líder que las maneje, cómo secundar un fraude que se cae de maduro.
            Firmeza absoluta, incontestable. ¿Claudicar? ¡Jamás! ¡Jamás dejaremos de luchar!
            Esta es una encrucijada vital, entre resistir, pelear, condenar lo condenable, hacer justicia, al fin, un poco de justicia, o vivir bajo la sombra de unos huesos, huesos sin virtudes que roban elecciones y ganan, sólo, sufrimiento.

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