La corrupción, indiscutiblemente, ha venido
arrastrándose desde tiempos inmemoriales. Aunque a decir de los nuevos esquemas
de abordar las ciencias sociales, el problema no estriba tanto en lo pecuniario
que sus efectos puedan representar en la economía de un país.
Más que eso, la corrupción
deriva en consecuencias morales que descalabran el concepto de ciudadanía y por
consiguiente, vulneran el sentido de gobernabilidad. De manera que la
corrupción, en la actualidad, trastoca toda una estructura moral que debilita
los valores sobre los cuales se depara el Estado democrático y social de
Derecho y de Justicia de un país que pueda preciarse de su ordenamiento
jurídico y de su actuación. Valores como la libertad, la igualdad, la
solidaridad, la responsabilidad social. Valores estos que exhortan la
preeminencia de los derechos humanos, la ética pública y el pluralismo
político.
Por esta y otras razones vinculadas con
postulados de desarrollo nacional, la Constitución de la República enfatiza la
responsabilidad del Estado en cuanto a la inminente tarea de defender y
respetar la persona en términos de su dignidad. Por tanto determina que su
“patrimonio moral” lo asienta en el ejercicio de la democracia para lo cual
exhorta la construcción de “una sociedad justa” asociada indefectiblemente con
el principio de corresponsabilidad, cuya praxis es ineludiblemente necesaria
para alcanzar el bienestar en una sociedad justa y amante de la paz cimentada
en el “imperio de la ley para esta y las futuras generaciones”.
Pero las realidades distan de la letra
constitucional.
Según el Índice de Percepción de la Corrupción 2012, elaborado por Transparencia Internacional, Organización No-Gubernamental con sede en Alemania, Venezuela aparece de primero en la lista de países corruptos de América Latina. Esta vez superó a México, Cuba y Bolivia lo cual revela lo grave del asunto.
Y aún, cuando tal escenario veía venirse a consecuencia del
cabalgamiento del susodicho problema, lo peor se suscita al dar cuenta de la
proporcionalidad que se establece entre la imposición del socialismo, como
sistema político de gobierno, y la incidencia de la corrupción, como fenómeno
político y constrictor de la economía. Es así, muy a pesar del discurso
político gubernamental el cual termina asomando una actitud que presupone la intención
de salvaguardar el patrimonio público y garantizar el manejo adecuado y
transparente de los recursos públicos, con base en los principios de
honestidad, transparencia, participación, eficiencia, eficacia, legalidad,
rendición de cuentas y responsabilidad tal como está consagrado en la Carta
Magna.
Sin embargo, debe admitirse que la corrupción
venezolana se ha acentuado a medida que el país ha venido descarriándose sin
que el alto gobierno haya procurado actuar con el arrojo necesario que accione
los correctivos necesarios en la dirección de hacer transparente su gestión.
Por el contrario, suele observase un comportamiento gubernamental que raya en
una marcada impunidad con signos de libertinaje y desvergüenza.
En
consecuencia, la corrupción ha crecido desorbitadamente desde que se
enmascararon procesos políticos en nombre de un socialismo que sólo ha
enmarañado el funcionamiento de la administración pública. Por consiguiente, no
es difícil advertir el enriquecimiento ilícito de altos y medios funcionarios
cuyas reacciones, ante cualquier acusación pública, se han visto justificadas
por el Jefe del Estado. Más aún, enaltecidas mediante ascensos en la estructura
de gobierno. Estas decisiones mermaron el influjo y popularidad que en
principio detentó el gobierno nacional. Inclusive, condujeron a que se
manifestara cierta desconfianza razón por la cual ha declinado la inversión
extranjera. Aunque el país político reclame más información, persecución y
castigo a los corruptos, es triste reconocer que Venezuela, en el fragor de la
revolución bolivariana, se convirtió en un pobre país corrupto.
VENTANA DE PAPEL
MOTO-TAXISTAS IRRESPETUOSOS
Cualquier ciudad venezolana, vive hoy a la
deriva por causa del abusivo comportamiento de iracundos motorizados para
quienes no existen leyes ni autoridad que imponga acato al ordenamiento
vehicular que debe primar la movilización en toda sociedad. Valiéndose del
derecho constitucional cuando enuncia que “todas las personas pueden dedicarse
libremente a la actividad económica de su referencia (…)”, los moto-taxistas se
convirtieron en una amenaza pública toda vez que no entendieron lo que
posteriormente describe el mismo precepto.
Este, si bien permite el trabajo libre, hacer
ver que ello debe sujetarse a las “limitaciones previstas en esta Constitución
y las que establezcan las leyes por razones de desarrollo humano (…)”. A más de
un año de la publicación del reglamento que ordena la circulación de
motocicletas en la modalidad individual de moto-taxis, las infracciones
cometidas por estos motorizados son obviadas. Menos aún, penalizadas. Circulan
en contravía, por encima de las aceras, entre canales de avenidas sin
considerar el exceso de velocidad, utilizando el celular mientras conducen, con
dos y hasta cuatro acompañantes indistintamente de la edad.
En fin, los excesos están a la orden del día
lo cual incita peligros no sólo para estos moto-taxistas. También para el resto
de la comunidad que igualmente hace uso de las vías de circulación y del
servicio de dicho transporte público. De manera que hoy, en cualquier parte del
país se vive a merced de moto-taxistas irrespetuosos.
CUANDO LA AMISTAD REMOZA LA VIDA
Vivir no es sencillo si acaso tan sublime
proceso natural deja de comprenderse de cara a la complejidad que comporta todo
ser humano. Vivir es más que tener el cielo por arriba y el camino a los pies.
Vivir es consustanciarse con sentimientos que exalten necesidades constructivas
La amistad, por ejemplo, pero entendida en el mejor sentido de su concepción y
de su praxis. Por eso, es acepción de vida. Más, cuando se tienen amigos con
quienes puede pensarse en voz alta toda vez que amigos así son parte de uno
mismo.
De ahí que la amistad renueva la forma de ver
al mundo, por muy difícil que pueda resultar advertir lo que brinda la
panorámica. Especialmente, si la amistad es profunda pues sucede que la
dirección a la que apunta siempre señala el norte. O sea, el lado de la vida donde
radican las esperanzas, la pujanza y la fraternidad. Pero además, las alegrías.
Alegrías no sólo por logros personales. Igualmente, por los triunfos de los
amigos. Ante tan trascendente razón, vale destacar la especial victoria
alcanzada en una difícil cruzada de José Omar Dávila Araque, cuando encaró
contingencias que comprometieron peligrosamente su salud física y emocional.
Su condición de amigo de tantos que aprecian
su labor como comunicador cultural, ha hecho que muchos hayan estado pendiente
de su recuperación. José Omar, sin duda alguna, ha sabido demostrarle a la vida
su apego y valentía. Su tenacidad es el resultado de su condición de activo
militante de la vida y de la fe. El afecto y la oración, han sido razones que
han marcado su salud. José Omar Dávila Araque es el hermoso ejemplo de cuando
la amistad remoza la vida.
LA HORA
CERO
Las elecciones del 16-D tienen una
importancia capital por cuanto representan el momento en el que, según la
votación alcanzada, habrá de definirse el exacto rumbo del país. Detrás del
significado político que embarga este proceso comicial, se esconde la
imposición del Estado comunista. La oferta ideológica que encarna las comunas,
tal como han sido prescritas mediante las leyes del denominado Poder Popular,
representan parte de las realidades que vendrían de no evitarse, mediante el
voto a favor de los factores democráticos, el desastre que sería Venezuela.
Ante tan insidiosa amenaza, es deber de quien
tiene alguna idea de lo que pudiera suceder, de “comunicar con franqueza y
destacar la enorme lista de desventajas del comunismo como modelo
antiproductivo, empobrecedor, destructor del desarrollo humano y de la
economía; como factor de ineficiencia, odio y dominio del espíritu y de la
personalidad del ser humano y como elemento castrante de las libertades
individuales”.
Así lo expresa el escritor Víctor Machado
quien, preocupadamente, se ha puesto a la cabeza de una campaña anticomunista,
justamente con el propósito de “combatir el pensamiento comunista”. Habida cuenta,
el comunismo es caldo de cultivo de la ignorancia colectiva de un pueblo. Es
camino de servidumbre. El 16-D será la Hora Cero.
@ajmonagas
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
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