«Nunca son
sesudos, empero, con el peso de sus botas encima de tu espinazo, te obligan a
inclinar tu cerviz y con sus escupefuegos te apuntan en la nuca para presumir
que Éllos tienen la última palabra y tú el último suspiro»
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La
omnisciencia y omnipresencia de [Pater Punitor] Dios propició, simultáneamente,
la aparición de sus deicidas o asesinos a quienes les tentaba ejercer –igual
que el omnisapiente- el poder absoluto sobre los demás. El parto del
Totalitarismo es la cruenta historia de un deicidio.
Lo que Deus quiso
se acatara sin violencia, los deicidas empezaron a imponer con su brazo armado.
Insólito presumir que los hombres se dieran la tarea de fabricar objetos
letales con fines de preservación y no destructivos, porque los propósitos
pacíficos de las armas jamás podrían adquirir la ingenua exculpación. Las armas
letales son la extralimitación criminalmente dolosa de la intencionalidad
persuasiva.
Los propulsores
del Totalitarismo desfloraron los mandamientos supremos de la Deidad de cada
agrupación humana pacíficamente organizada. Cuando no existían las
instituciones de Nuestra Realidad y Tiempo, «moderno» o «postmoderno», no
importa bajo mi convencimiento según el cual el futuro es el «presente
perpetuo». Los [mortales] individuos nunca mereceremos conferirnos, unos a
otros, según las necesidades y pulsiones o acaecimientos políticos, el título
de dignatarios.
Los hombres de
otros días escucharon a sus sabios, sacerdotes o ancianos [que representaron la
Institucionalidad, esa, la Iniciática, la Inmutable]. Rescatemos hoy sus
legados e impidamos que nos conduzcan por la falsificada sabiduría de los
representantes de las instituciones estatales de la «post o modernidad» [poderes Ejecutivo,
Legislativo y Judicial], porque no puede una Conciencia Libre doblegar su albedrío
a los caprichos, abominaciones o avidez de servidumbre y riquezas del [por
sufragio caricaturesco o enmascarado] usurpador que intima e intimida a los
ciudadanos apacibles y que fachudamente pretende perpetuarse en funciones de
mando.
Para el totalitarista
[o despótico] las ideas terroristas son el brazo ejecutor que lo sostiene en el
Poder del Mando Político. No concibe una forma no agresiva de actuar frente a
sus timados, porque tampoco es compatible que los ciudadanos [l]amen a quien
padecen.
El Totalitarismo
se caracteriza por santificar, con edictos inmorales, la impenitente
intervención del máximo funcionario de república en los asuntos de Estado para
imponer sin resquicio de capitulación su [delictiva] sediciosa voluntad. Los
conceptos de Totalitarismo, Terrorismo, Impiedad y Crimen jamás dejarán de copular o fornicar
en promiscua efeméride. Apareamiento insalubre que esparce ruina y muerte,
genocidio, persecución, confinamiento y tortura en las sociedades.
alberto jimenez
ure
jimenezure@hotmail.com
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