La desaparición por más de una semana
del presidente de la República constituye motivo de rumores e inquietudes en
los medios informativos y en las redes sociales, aunque para nada en la gestión
gubernamental. La proliferación de hipótesis sobre los motivos de esa nueva
ausencia comprenden un amplio arco imaginativo: desde las repetidas conjeturas
sobre el presunto agravamiento de su enfermedad hasta la también consabida de
una maniobra distraccionista de las que tiene 53 años usando Fidel Castro para
llamar la atención de los medios y desorientar a sus enemigos.
CUANDO EL GATO NO ESTA LOS RATONES HACEN FIESTA |
En realidad importa poco la causa de
esta nueva desaparición; más relevante resulta la comprobación de que nos
encontramos en un proceso netamente totalitario, donde los jerarcas del poder
ignoran por completo los requerimientos informativos de la sociedad y donde la
opacidad y el secreto se convierten en norma cotidiana de comportamiento del
Estado, aceptada sin más por la colectividad.
Hay que aclarar que no en todas las
sociedades es necesaria la información sobre el paradero y las actividades del
Jefe de Estado. De hecho, en países muy serios y organizados como Suiza, Canadá
o Dinamarca, por ejemplo, los altos personeros gubernamentales no suelen ocupar
las primeras planas de los medios informativos. Ellos son profesionales de la
función pública, a quienes los ciudadanos suponen ocupados en sus necesarias
aunque aburridas labores, los consideran apenas servidores de mayor nivel, pero
en lo demás unos miembros iguales del cuerpo social.
Es en las sociedades inmaduras y poco
educadas, sometidas a una constante efervescencia y manipulación política,
donde los jefes de estado o gobernantes tienen la necesidad de convertirse en
caudillos, en seres excepcionales por encima de sus compatriotas, quienes llegan
a necesitar a tales líderes y a sus seguidores para cumplir hasta el más
elemental de sus actos diarios.
Pero lo más llamativo de esta reciente
ausencia presidencial es lo poco que ella influye en la marcha de los asuntos
públicos. Tratándose de un presidente que ha mantenido un perfil tan
pronunciado durante 14 años, en un gobierno donde no se firmaba un cheque sin
su conocimiento y autorización, resulta sorprendente que el Caudillo salga de
circulación por semanas enteras y el país siga su curso como si nada.
¿Significa esto que nos estamos acercando a Suiza, Canadá o Dinamarca? De
ninguna manera y más bien al contrario. Sencillamente en Venezuela el gobierno
no ejecuta nada de importancia, todo fluye por inercia y lo único relevante
para el Poder es trabajar incansablemente para su preservación y
fortalecimiento. Aquí todo se reduce a elecciones, a leyes para incrementar el
control social y a la cotidiana fábrica de mentiras, repetidas una y mil veces.
Al parecer, la maquinaria de
reproducción de poder ha comenzado a funcionar sola, con la acción de unos
pocos operarios bien entrenados y la celosa vigilancia de los asesores cubanos,
bien curtidos en el arte de mover el molino para que parezca que se avanza,
cuando en realidad todo está estancado, en el mismo lugar, salvo en la
acumulación de poder.
@TUrgelles
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