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domingo, 22 de abril de 2012

EDUARDO MACKENZIE / LA VÍSPERA DE LA PRIMERA VUELTA DE LA ELECCIÓN PRESIDENCIAL EN FRANCIA

La primera vuelta de la elección presidencial en Francia será  mañana domingo.  Las direcciones, los militantes y los electores de  los diez partidos políticos que están en liza hacen hoy un breve descanso, después de varios meses de confrontación verbal en los medios, sobre todo entre los candidatos, y de movilización muy intensa en las plazas públicas y en recintos cerrados. Nadie sabe como votará la ciudadanía  pues los sondeos de opinión  son dispares y hasta contradictorios y nunca han sido, al menos aquí, muy afortunados en sus pronósticos finales. Sin embargo, dos candidatos se perfilan como los mayores  capitanes de la gran batalla que definirá, mañana y el 6 de mayo, el destino de Francia en los próximos cinco años: Nicolas Sarkozy, el presidente de la República en ejercicio, líder del partido liberal-conservador UMP, y el socialista François Hollande.


Hasta ayer el ambiente en las calles era relativamente tenso pues la mayoría de los candidatos, sobre todo los de menor envergadura,  manejaron durante los últimos meses discursos agresivos de revancha, y casi de guerra civil, que hacía muchos años no se veía en Francia y que recuerda más bien los momentos electorales de ciertos países del llamado Tercer Mundo.

Yo observo y escribo sobre la actualidad política francesa desde hace 27 años.  Esta campaña electoral fue, de lejos, muy especial. Nunca antes había visto candidatos con un  nivel político e intelectual tan bajo. De los diez candidatos solo dos, Nicolas Sarkozy y el centrista François Bayrou,  pueden ser vistos como dirigentes serios, con programas dignos de ese nombre  y con la trayectoria y la capacidad política que requiere  la conducción política de la quinta potencia mundial. De los ocho restantes, seis son extremistas, algunos ultra minoritarios, que explotan el periodo electoral para agitar  “las masas” en favor de una mesiánica revuelta social tipo Mayo 68 o hacia algo peor. Ellos ni siquiera hicieron el esfuerzo de presentar y defender una visión coherente de la sociedad y del país y se limitaron a hilvanar invectivas grotescas contra el capitalismo y contra la Unión Europea. Uno de ellos llegó al extremo de decir que  su gran pasión, durante las huelgas, era andar en gavilla con sus camaradas para secuestrar patronos por unas horas.

François Hollande, el candidato favorito de la izquierda, carece de experiencia gubernamental y contemporiza con todo lo anterior. El se presenta como el candidato “normal”, es decir como alguien que puede modificar su  ambigua línea política según el auditorio que lo escucha, que dice una cosa un día y la corrige al día siguiente y, sobre todo, que se presenta como el hombre que regresará al sistema que existía antes de la presidencia de Nicolas Sarkozy en el que los disturbios, las huelgas y las manifestaciones callejeras de los sindicatos, es decir, de unas minorías organizadas, son los que deciden qué reformas se pueden hacer o no en el país, y no por lo que vota el Parlamento, y por lo que propone el gobierno y el presidente de la República que ha sido elegido por las mayorías.

Lo más grave de todo es que de los diez candidatos solo dos admiten el rasgo más importante de la realidad económica y financiera actual de Europa: la triple crisis que se precipitó sobre el Viejo Continente desde hace cuatro años: la crisis financiera, la crisis económica y la crisis de la deuda soberana. Sólo Sarkozy y Bayrou admiten ese hecho. Sarkozy tuvo un comportamiento ejemplar ante ese grave fenómeno  pues, como jefe de Estado, salvó el sistema bancario europeo, y no sólo el francés, cuando tuvo  el valor y la responsabilidad de decir: “Yo garantizo el ahorro francés”, horas antes de que el colapso de la banca estallara en el continente. En cambio, el candidato Hollande ignora olímpicamente la enorme crisis, para no tener que reconocer los méritos de su rival Sarkozy, y promete seguir, y de qué forma, en el sistema arcaico de aumentar los impuestos, agravar la deuda, acentuar el déficit fiscal y regresar al mundo del asistanato social, de la desindustrialización y del comunotarismo en Francia.

eduardo.mackenzie@wanadoo.fr

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