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sábado, 18 de febrero de 2012

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA: COMUNISMO, NO MEJORA EL ENFERMO

 “A quien tiene el poder para formar parte de una administración deliberante y judicial de cualquier Estado, lo llamamos ciudadano de un Estado; y, hablando en general, un Estado es un cuerpo de ciudadanos sirviendo para alcanzar los propósitos de la vida.” Aristóteles
Lo “diferente” del socialismo de Sartre es que estaba basado en la libertad, cosa que para los comunistas siempre es un problema, tal como incuestionablemente lo evidencia el chavismo. Los comunistas eran hostiles con Sartre, y él retribuía de igual manera. Sartre constituyó un partido propio en 1949 para adelantar la causa del socialismo independiente; fracasó y se hizo “compañero de viaje” del Partido Comunista francés, aunque no militante. En su libro Critique de la raison dialectique trata el tema del hombre en la masa, como opuesto al hombre como individuo; relaciones colectivas en vez de relaciones personales.
Buscar oxigeno y revivir algún nuevo tipo de marxismo es algo común para los comunistas, que reconocen siempre la necesidad de “revitalizar” lo que la realidad acostumbra a dejar atrás, guardado en las experiencias fallidas. Sartre intentó darle prioridad al marxismo por encima del existencialismo. La fórmula fue: marxismo es “filosofía”, existencialismo es “ideología”. Y explicaba la distinción: las “filosofías” son grandes sistemas creativos que no pueden trascenderse hasta que la historia haya avanzado; los grandes momentos filosóficos del mundo moderno están  representados por Descartes y Locke, luego por Kant y Hegel, y Marx. Al llamar al existencialismo “ideología”, Sartre lo define como “sistema parasitario que vive en los márgenes del conocimiento al cual en un principio se oponía, pero al cual ahora intenta integrarse”; integrarse al marxismo, tras lo cual el existencialismo no tendría razón de ser.
De tal manera veía Sartre la modernización que tanto necesitaba (y necesita) el marxismo, que ya había perdido su base teórica, porque sus conceptos eran “diktats”; sus voceros muy abstractos, rígidos, fuera de contacto con la experiencia real; empantanados en filosofía y metafísica separadas, inconsciente de su propia teleología. Sartre quería que el marxismo se purgara del concepto materialista del determinismo y aceptara del existencialismo el concepto racional de la libertad humana. Sartre toma como texto propio la afirmación de Engels: “Los hombres hacen ellos mismos su historia, pero en un ambiente dado que los condiciona”. Sartre acentúa las palabras “los hombres hacen su historia”: son ellos quienes la hacen, no es la Historia –ni el Pasado- que la hacen. Ahí es que Sartre quiere que creamos que busca la purificación del marxismo, en vez de su disolución, por la asimilación de interioridades existencialistas.
Las relaciones de masa sartreana presentan un contraste no sólo entre lo que Sartre dice y lo que generalmente dicen los escritores marxistas, también entre lo que Sartre dice aquí y sobre lo que dice sobre las relaciones personales en L’Etre et le néant. El conflicto ya no es una condición fundamental de las relaciones humanas; aún es visto como factor básico en la historia humana. De acuerdo a la antropología sartreana, las sociedades pasan de ser “colectivas” a ser “grupos”, de ser individualistas (“pluralidades de soledades” atomísticas) a ser enterizas unidades orgánicas. El proceso de fusión es dialéctico, y el grupo de mantiene junto no sólo por el juramento del contrato social sino por el Terror. Es la violencia, dice Sartre, lo que une al grupo hasta que se integra y adquiere instituciones. “La libertad comunal se crea a sí misma como Terror.”
     Sin embargo, el conflicto es ahora visto como una condición secundaria y curable. Sartre da una nueva razón para ello: la escasez. Es la falta de comida y otros materiales en el mundo lo que produce la lucha entre los hombres. Esto hace a la violencia comprensible y –por así decirlo- racional. Sartre ahora opone la visión de que el conflicto entre los hombres surge como fuerzas agresivas en la naturaleza humana misma, como piensan Hobbes, Freud y otros. Sartre reclama que no hay necesidad de guerra entre los hombres; y que tales guerras han sido sólo porque ha habido escasez.
 “Toda aventura humana, al menos hasta ahora, es una lucha desesperada contra la escasez”, escribe Sartre. La escasez hace sospechar a los hombres, ya que cada cual teme  que el otro traicionará el contrato social. Las relaciones entre ellos son inestables, aun cuando no estén en guerra. Además, las estructuras que los hombres imponen para escapar de la escasez a menudo se ponen en contra de sus inventores y empeoran el predicamento; situación que Sartre califica como “el Infierno de lo práctico-inerte”.
Esta teoría es claramente muy diferente a la del marxismo ortodoxo, donde los hombres son vistos como criaturas de circunstancia, o de la Historia. Para Sartre los factores materiales o económicos siguen siendo cruciales, como son para todos los marxistas, pero él ve la historia como la creación de los hombres, eso es: la historia es el resultado de decisiones conscientes, y a veces de corto alcance, hechas por los hombres frente a los problemas de escasez y frente a los problemas que surgen de los intentos de nuestros ancestros por solucionar la escasez.
     La “crítica de la razón dialéctica” promete que hay una historia humana con una verdad inteligible. Es un libro excesivamente largo, tortuoso e intrincado; lleno de jerga desconcertante; carente de la elegancia de las obras anteriores de Sartre; perspicaz y espléndidamente racionalista.
Sin embargo, el marxismo no fue mejorado, mucho menos purificado; y las esperanzas que el chavismo ofrece en este sentido, alientan su desaparición.

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