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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

domingo, 18 de noviembre de 2007

*POR QUÉ HAY QUE VOTAR Y VOTAR NO A PESAR DE SER ÉSTA UNA REFORMA INCONSTITUCIONAL, ILEGÍTIMA E ILEGAL


REFLEXIONES DE MARTA DE LA VEGA

Me permito proponerles la siguiente reflexión:

Tengamos en cuenta varios argumentos que he escuchado, que me han parecido contundentes para no aislarnos, mediante una abstención que es políticamente ineficaz, como ya lo sabemos, en primer lugar, porque el enfrentamiento, instigado por la retórica agresiva que se practica hace años desde el más alto nivel de gobierno, la polarización entre los sectores que dejan de reconocerse como prójimos y ven en el otro, distinto de mí, no a un adversario, pero que es igualmente mi semejante, sino a un enemigo virtual, así como la confrontación cada vez más violenta y llena de odio, en una sociedad fracturada como la venezolana, hacen imposible una estrategia que vaya a ser adoptada y compartida por todos los sectores democráticos, inclusive los que se definen como chavistas por considerar viable y adecuado para el país el proceso iniciado por Chávez.

Por consiguiente, siempre habrá quienes no se plieguen, si es que los dirigentes políticos la adoptaran como un mandato general; y sólo basta que una persona vote, para que la abstención no signifique sino aislamiento de quienes la escojan como NO PARTICIPACIÓN, incluso si se la llama ACTIVA. Siempre va a implicar ceder terreno, abdicar a un derecho, eludir un deber ciudadano. Sobre todo, por eso, la abstención es, lamentablemente en este momento, también tal vez moralmente cuestionable.
Replegarnos y no votar es 1) renunciar al derecho de expresarnos políticamente a través del voto, que es nuestra fundamental, aunque no única, forma de participación en una democracia; 2) es ceder espacios que otros van a llenar con nuestra ausencia, como ya ocurrió; 3) es marginarnos, política y socialmente y 4) es estar expuestos a un régimen cada vez más sectario, confrontativo y excluyente. Que no considera necesario contar con quienes no se someten sumisamente a los dictados del líder. Al contrario, que se desechan y condenan al ostracismo y el escarnio público, como hemos visto calificar a los más recientes disidentes del chavismo.

Pero sobre todo, es MUY IMPORTANTE SABER QUE no hay ningún riesgo de que yendo a votar convalidemos y legitimemos esta reforma. ¿Por qué? Precisamente porque atenta de tal manera contra derechos humanos fundamentales, reconocidos en todos los tratados internacionales y a los cuales está subordinado el ordenamiento jurídico venezolano, que nunca será ni legal ni legítima, aunque gane. Por esta razón, se llama una victoria pírrica: aunque saliera la opción del sí, esta reforma seguiría siendo ilegítima, anticonstitucional y por eso, NULA. Y tenemos el deber ético de rechazarla y oponernos a ella. Y de oponer resistencia al comportamiento tiránico del gobernante que se derive de dicha reforma constitucional. Ya lo dijeron hace siglos San Agustín, Santo Tomás de Aquino, e incluso Rousseau, y hasta el propio Hobbes, a pesar de su imagen del Estado como monstruoso Leviatán que sometía incondicionalmente a todos los individuos a su omnímodo, férreo, absolutista y rígido poder...

Por último, si no somos capaces de parar todas las arbitrariedades y desmesurados abusos de poder del presidente Chávez y sus acólitos, disfrazados de legalidad, de los cuales el Consejo Nacional Electoral, el Tribunal Supremo de Justicia o la Asamblea Nacional nos dan ejemplos patéticos todos los días y cada vez que se pronuncian sus respectivas Presidentas (por cierto para vergüenza nuestra, todas mujeres, como diría Laureano Márquez, sometidas al machismo de un caudillo....), no nos queda más remedio que ir a votar por el no, para decirle al país, al mundo, a nuestros hijos y a nuestra conciencia, que es una monstruosidad inaceptable aprobar esta mal llamada reforma constitucional, que no estamos cuestionando la permanencia del presidente Chávez como primer mandatario y que rechazamos absolutamente una reforma que no es tal y que viola todos los principios y procedimientos de la democracia y de la propia constitución vigente.
Por eso es un error plantear la diferencia entre el sí y el no como un pugilato entre oficialistas y oposición. Por eso es falso plantear sí y no como enfrentamiento entre seguidores y adversarios del presidente Chávez. Aunque haya sido proponente, el presidente Chávez no es lo que está en juego en esta discusión de la reforma. Hay que insistir en que el asunto nos afecta a todos, pobres, ricos, ingenuos, oportunistas, miedosos y valientes, a los arruinados por la persecución y el estrangulamiento del aparato productivo nacional entre los empresarios privados y a los empresarios entregados e inmediatistas que se enriquecen a costa de su oportunismo y su cinismo económico, y que a quienes peor se perjudica son incluso a los más beneficiados y más privilegiados círculos del régimen chavista. Que no es un asunto de enfrentamiento entre pobres y ricos, entre patriotas y traidores a la patria, entre revolucionarios y oligarcas. Que el fondo y la verdad del asunto es que se trata de un proyecto de totalitarismo que se quiere imponer frente a una democracia entendida como una manera ética de ser. Que se trata de escoger entre una sociedad totalitaria con pensamiento único, sin pluralidad ni apertura, y una sociedad democrática, como forma de vida, con valores que se basan en el respeto a la dignidad humana y al reconocimiento de la diversidad de las personas sin discriminaciones, y que aunque esta sociedad democrática sea todavía en verdad muy ineficiente, muy insuficiente y ha sido hasta hoy y con demasiada frecuencia, más efectista que efectiva, más demagógica y complaciente que verdadera y exigente, más injusta y clientelar que equitativa y basada en la igualdad de oportunidades para todos, el horror de una sociedad totalitaria es la sumisión de las personas y su control hasta en lo más íntimo de su esfera privada; implica la intolerancia como política de Estado, el control de la sociedad por el miedo, la coacción, el hostigamiento y la intimidación; significa la visión monolítica, el fanatismo, el personalismo y la autocracia, que son por definición excluyentes y siempre desembocan en la violencia.
Espero que estas reflexiones sean útiles para decidir qué hacer, ahora, y si no logramos detener el referendo, el 2 de diciembre, y los días después....

Saludos,
Marta De La Vega.

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