La ola de crímenes
que cotidianamente nos reseña la prensa causa una gran conmoción en la opinión
pública del país. Nadie puede estar seguro en la sociedad; es tal el crecimiento de esta verdad -de la cual cada venezolano tiene alguna
experiencia o conocimiento- que las
particularidades entre crimen y crimen o manera de actuar del delincuente se
tornan cada vez más preocupante, por cuanto vemos que en el combate diario
-sin planes efectivos pero con orientación electoral- quienes tienen por tarea reprimir el delito y
garantizar la seguridad de las personas y sus bienes van en desventaja si
confrontamos la simple pistola del policía con las granadas y armas largas
del asesino.
Causa terror un revolver bajo amenaza de muerte para despojarnos del celular; sin embargo,
con un poco de prudencia pudiéramos controlar la situación,
recordando que cualquier bien material
es insignificante comparándolo con la vida;
y más si tomamos en cuenta que la vida no es de propiedad exclusiva de
cada persona, tenemos dolientes: la
madre, la esposa y los hijos a quienes les salta el corazón cuando en la hora
acostumbrada no presencian el retorno del ser querido.
Insistiendo en las
variables, el más perverso y angustioso asesinato es aquel que se comete de
manera violenta, matando a la víctima para quitarle el carro o despojarlo de
sus pertenencias. La extorsión, la operación comando y el secuestro exprés ya
dejó de ser sorpresa, por ser una práctica frecuente de la delincuencia; pero
tomemos en consideración -sin ser esto una garantía que influya
mucho- la madera de raciocinio tan
necesario en estos casos. Antes de hacernos la ilusión de algún recurso
posible, observemos a esos niños aterrorizados frente al encapuchado que apunta
a sus padres, mientras otros desvalijan la vivienda, para darnos cuenta que
frente a la impotencia de no tener quien nos defienda, pareciera necesario que
nos despojemos de cuanta rabia nos cabe en el pecho y dejemos que dispongan de
todo.
¿Cuál es la respuesta
frente a este drama? Ninguna. No hay parlamento que elabore leyes, ni
tribunales que apliquen justicia. ¿Y el
gobierno? Montado en un plan denominado OLP donde en cada operativo se despacha
y se da el vuelto con los arrestos masivos y las muertes indiscriminadas. ¿Y el
presidente? Grito y grito para
ocultar su desesperación por esas encuestas tan aplastantes que anuncian su
derrota
Luis Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
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