Lo que queda en evidencia es un retrato a
cuerpo completo del crimen organizado convertido en política; desde el gobierno
de los piratas en la isla Tortuga, en el Caribe del siglo XVII, con la famosa y
temida Cofradía de los Hermanos de la Costa, ninguna organización criminal se
había convertido en gobierno en el continente Americano
No se trata de un partido político cometiendo
crímenes en contra de la nación, como fue el caso de nazismo en Alemania,
tampoco se trata del crimen organizado “infiltrando” organizaciones políticas y
comprando factores de poder para favorecer sus actividades ilícitas, como La
Cosa Nostra en la Italia de la entreguerra.
En el caso venezolano, el crimen organizado
(subversión, narcotráfico, secuestradores, lavadores de capitales ilícitos,
corrupción de gobiernos del área, traficantes de seres humanos, garimpeiros,
terroristas y otros grupos de indeseables) fueron convocados por un grupo de
militares, golpistas profesionales, para la conformación de una plataforma
política para ganar unas elecciones democráticas; el gobierno comunista de
Fidel Castro los asesoró políticamente y les dio prestada la ideología
revolucionaria.
El líder de esta organización criminal
utilizó el engaño, las falsas promesas, la extorsión y la compra de conciencias
para hacer pasar su grupo como un partido democrático; la estrategia fue
exitosa y se hicieron con el poder ganando las elecciones en 1999.
CRIMINOCRACIA |
De esta manera nació el PSUV, Partido
Socialista Único de Venezuela, que luego de la muerte de su líder tuvo que
recurrir al fraude electoral para permanecer en el poder; pero no contentos con
esto, utilizaron a un candidato extranjero (colombiano), que a fuerza de
mentiras y obviando medidas de seguridad y control, lo hicieron pasar como
venezolano de origen, es hoy gobernante y jefe de nuestras Fuerzas Armadas.
Como el PSUV tiene tras de sí una red de
corrupción y crimen internacional, se logró el reconocimiento de países
socialistas y organismos regionales, que están en colusión con una forma de
gestión política que acepta fraudes electorales, desconocimiento de la
separación de poderes, el uso de las iniciativas constituyentes para posicionar
a sus agentes e ideología, la utilización de los órganos de justicia como armas
políticas contra los opositores, la manipulación de los medios de comunicación
para la desinformación, la diplomacia como justificadora de sus crímenes contra
los derechos humanos y las Fuerzas Armadas como grupos de choque contra su
propia población, como nuevas herramientas “democráticas” en el desarrollo de
sus gobiernos.
Chávez, Maduro, el PSUV, la ideología
socialista bolivariana, son apenas las formas visibles de una estructura de
poder criminal que, poco a poco, está dominando el subcontinente, y que, si no
obtiene una respuesta contundente por parte de las fuerzas democráticas y
civilizadas del mundo, podría convertirse en una pandemia muy peligrosa para
Occidente.
Todo este cambio de ropaje se inicia en
Latinoamérica tratando de darle participación y vocería al gobierno que
presidía Fidel Castro, aislado de la comunidad continental por su carácter
tiránico y totalitario, y que nunca se doblegó ante las exigencias de los
países democráticos de volver a la senda de las prácticas republicanas.
A medida que el péndulo pasó de los gobiernos
de derecha a la izquierda, estas exigencias hacia Cuba se fueron atenuando, la
famosa Carta Interamericana de Derechos Humanos empezó a perder vigencia y
cumplimiento para complacer al tirano caribeño en su pretensión de país libre y
soberano, que no era ni una cosa ni la otra, sino una brutal dictadura
comunista y que tenía a su pueblo sometido a la más inhumana explotación y
dominio.
Como un imán el gobierno forajido de Cuba
atrajo para sí el crimen organizado y lo fue colocando estratégicamente en el
continente, sobre todo la guerrilla y el narcotráfico, minó como quiso a las
instituciones, repartió su peligrosa doctrina, infiltró a los movimientos
sociales y partidos políticos, manipuló a los organismos multilaterales y poco
a poco su influencia se hizo grande en la política, sobre todo cuando empezaron
a llegar al poder algunos de sus protegidos y allegados.
Se ha llegado a tal grado de disolución y
permisividad que organizaciones como UNASUR, MERCOSUR, CARICOM, ALBA y otros,
ya aceptan como normal que un país miembro practique la tortura y la violación
masiva de derechos humanos y aún así permitan su vinculación con esas
organizaciones.
Todas esas prácticas antidemocráticas que en
un momento resultaban condenables y repulsivas ahora son tomadas como algo
normal, el concepto y los ideales democráticos se han degenerado o se han
perdido.
Lavándole la cara a formas totalitarias de
gobierno no le hace bien a nadie, al contrario, fomenta el desorden y la
violencia social, entiendo que la justificación que se esgrime es que, los
países democráticos de esas organizaciones multilaterales, incluyen a los
gobiernos de mal comportamiento para, desde adentro, irlos llevando por la
senda democrática; me temo que los resultados han sido todo lo contrario, estas
organizaciones se están contaminando poco a poco de una aceptación a estas
formas fascistas de ser, los condicionamientos ideológicos parecen prevalecer
al momento de actuar.
Venezuela es el más claro ejemplo de lo que
apunto, hay una resignación o complicidad por parte de la comunidad
latinoamericana para que el gobierno totalitario de Nicolás Maduro quede
protegido de toda crítica y ataques, haciendo valer su supuesta soberanía e
imponiendo la tesis de la libre determinación de los pueblos, se está incubando
un peligroso régimen militarista y colectivista de alcance regional, que ya ha
intentado, y con éxito, de exportar su modelo político y con él, los tentáculos
del crimen organizado que lo que hacen es corromper las raíces institucionales
de los países.
Venezuela se ha convertido en la prueba de
fuego de todos estos mecanismos de cooperación y defensa de la democracia en el
continente, el país se ha convertido prácticamente en un campo de concentración
y la convivencia pacífica está siendo apaleada sin misericordia.
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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