Los resultados recientes de la encuesta
realizada por Datanálisis según los cuales la popularidad del presidente
Nicolás Maduro cayó a 37 puntos en el pasado mes de abril, acumulando una caída de más de 13% en los últimos cinco meses y que
la ubica en su nivel más bajo desde su llegada al poder en abril de 2013, se
pueden prestar para análisis frondosos y posiblemente equivocados.
Se achaca esa caída de popularidad, a la
crisis económica y alimentaria que golpea a la población, a la inseguridad en
las calles y en general a una serie de medidas que han traído, poco a poco, una
“capitis deminutio” en los derechos y calidad de vida de la sociedad
venezolana, que cada día que pasa, se asemeja más y más a la de la Cuba
castrista; no obstante, que una parte de la población no se dé cuenta de éllo
conscientemente. Los resultados de la encuesta servirían por ende, en la
opinión de algunos, para confirmar lo que la gente en la calle siente y padece
en su día a día, dándole la razón a quienes piensan que con una situación
social y economía tan grave como la que se vive, ningún gobierno puede
mantenerse. Además se adereza el tema con la comparación de Maduro con Chávez,
simplemente para ilustrar la idea de que Maduro no tiene el carisma, ni la
capacidad para convencer de su antecesor y que por eso la recuperación de la
popularidad no es igual de fácil.
Del otro lado, hay quienes interpretan
aquellos resultados como normales y hasta positivos si se toma en cuenta que en
cualquier otro país tales circunstancias político-económicas traerían la
debacle del gobierno de turno, mientras que el de Maduro se sostiene, lo que
quiere decir que aún hay una importante aceptación de la población. Por otra
parte, la comparación con Chávez, fortalecería la posición de Maduro, pues ha sido una constante del chavismo bajar y subir en las encuestas, pero en el momento de las
elecciones presidenciales contar con la popularidad suficiente para ganarlas.
Un fenómeno propio de los gobiernos populistas que se da en muchos países
latinoamericanos, como pasó en Brasil durante el gobierno de Lula da Silva y
sucede ahora mismo con la presidenta Dilma Rousseff, cuyos índices de
popularidad sufrieron una merma en las encuestas, que también la bajaron a ese
mismo 37% que ahora tiene Maduro, pero que aún le dan una ventaja importante en
la carrera electoral del próximo mes de octubre.
Como ejemplo de esto último, podemos recordar
la encuesta nacional del año 2011, realizada por Keller y Asociados, entre cuyos resultados se mostraba que un 60%
de los ciudadanos había perdido la confianza en Chávez para resolver los problemas del país. De
acuerdo con dicha medición un 48% de los
venezolanos consultados aseguraba que el mayor problema en aquel momento
era la delincuencia y más del 90% de los consultados afirmó haber
sentido en su casa, la escasez de productos de primera necesidad, identificando
los lácteos como los alimentos más precarios. En este punto el 46% de los
consultados expresó su creencia de que la soberanía alimentaria del país había
“empeorado”. Sin embargo, con unos tópicos iguales a los de ahora, aunque en
circunstancias más atenuadas, y después de doce años en el poder, Chávez no
sufrió merma alguna de su imagen, en términos de aceptación popular, ni mucho menos electorales.
Mientras en el pasado los gobiernos
venezolanos adeco-copeyanos de cinco años se desgastaban a la mitad del periodo
o aun antes y la popularidad presidencial era difícil de restaurar a corto
plazo por falta de creyentes, en un sistema constitucional que no tenía reelección
inmediata y todo el mundo pensaba en el que vendrá; los gobiernos de Chávez,
como los buenos surfistas, se supieron
mantener en la cresta de las olas cuando hacía falta y nada, hasta ahora, hace pensar lo
contrario con este de Maduro.
A principios del año 2011 Chávez le pidió a
los ciudadanos que se sacrificaran por la revolución aunque estuviesen
"desnudos y pasando hambre" y
en respuesta, una multitud frente
al denominado “balcón del pueblo”, le
gritó: "con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo". Por eso, el
37% de Nicolás Maduro no se puede
analizar, ni interpretar, en tiempo presente, sino en tiempo pasado; como
tampoco utilizar las “razones” o justificaciones
de siempre.
En los dos años siguientes hasta su muerte,
Chávez nunca puso a prueba al pueblo. Un pueblo que aún no ha pasado hambre de
verdad; pero si las políticas económicas del actual gobierno de Maduro
continúan profundizando las tesis de su maestro y mentor, muy pronto sabremos
hasta dónde puede llegar aquella promesa de sacrificio.
Jose
Luis Mendez
Xlmlf1@gmail.com
@Xlmlf1
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