Pareciera que algunos mal
llamados políticos venezolanos se quedaron estancados en el tiempo y siguen
apelando a la trillada ideología socialista-comunista viendo constantemente si
aparecen de primeros en las encuestas para
ganar nuevamente el 7 de octubre la ya iniciada carrera por la silla
presidencial de Miraflores.
Las ideologías en
Venezuela, lo mismo que el “jet set”, en nuestra sociedad no existen. Algunos
intentan ubicarse en uno u otro grupo, pero rayan en lo ridículo y hasta en lo
vulgar. Venezuela es un país que desde hace mucho tiempo dejó atrás a una
población llena de méritos, pero que por razones obvias de longevidad y
naturaleza humana ha ido desapareciendo, eso sí, dejando una huella para muchos
insuperable. Quedan muy pocos hombres y mujeres que edificaron la Venezuela que
marcó la diferencia en América Latina; que fue “modelo” en temas como la educación,
la salud, el fortalecimiento de la clase media, el respeto por los derechos
humanos y la paz social.
Hoy, quienes nos han
gobernado durante 14 años, aferrados a políticas socialistas-comunistas a la
cubana, llenos de ambición por enriquecerse lo más rápido posible, quienes
optaron por un modelo ideológico bajo el nombre de socialismo del siglo XXI
desaparecido ya de muchos países, han ido poco a poco vendiendo esta
ideología a las naciones cercanas como
Ecuador, Bolivia o Nicaragua y quieren desesperadamente seguir gobernando para
hacernos más parecidos al resto de la región y hasta superarla en corrupción,
pobreza y deterioro social.
Quienes lucharon y gobernaron en la llamada IV República, hoy
están en el recuerdo de sus familiares, pero las nuevas generaciones de este
país ni siquiera saben quiénes son ni lo que significaron para la historia
patria. Eso se debe enseñar como parte del currículum académico en escuelas y
colegios e insistir en emular a tan ilustres venezolanos, pero insistir y hacer
del socialismo-comunismo en cada elección un “refrito” para ganar votos es
cansado, odioso y no tiene lugar en un país donde ideologías gastadas y
superadas, mal utilizadas y manoseadas, no ayudan a comprender la dimensión de
los problemas sociales, económicos, ecológicos, laborales, fiscales,
migratorios, de infraestructura y delincuencia que deberá enfrentar la próxima
administración.
A los pobres de este país,
a la maltratada clase media venezolana, a quienes les han matado a un familiar
por cualquier baratija, a quienes sienten que les roban su dinero cada vez que
pasan un peaje por una carretera que ya estaba construida, a quienes se les
revuelca el hígado cada vez que deben apelar multas de tránsito, cuyos montos
trascienden cualquier lógica en un país que tiene su infraestructura vial
deteriorada y de tercer mundo.
A quienes nos duele ver
cómo poco a poco nuestros índices sociales se vienen al suelo y en el exterior
nos miran como cualquier país caribeño y ya no con aquella admiración y
respeto, etc., a toda esta población no le interesa de cuál ideología es tal o
cual candidato, si es de derecha o de izquierda, si son rojos, verdes o
amarillos, lo que quieren es un gobierno que funcione, que ponga en regla a
quienes intentan robarse la patria, a quienes se burlan del fisco, a quienes
dejan en libertad a los maleantes, a quienes contratan empresas que cobran
miles de millones por obras que deben hacerse una y otra vez porque en
Venezuela las hacen mal, pero en otros países las hacen perfectamente, etc.
El gobierno venezolano
sigue con el “slogan” que somos lo mejor y que nadie nos puede superar. Esto ya
no es cierto y si bien la clase política roja-rojita, manchada, corrupta y con
los mismos rostros de codicia y “vende patrias”, aspira a seguir gobernando
este país como si fuera su finca o un cuartel militar, es precisamente el
pueblo el que debe tomar una decisión: o nos quitamos de encima a este grupo de
“politiquillos comunistas” que ya han robado suficiente y empezamos a escoger
bien a quien nos va a gobernar, o le decimos adiós a lo poco que queda de una
nación otrora ejemplo a nivel mundial.
Apelar a ideologías como
el socialismo-comunismo superadas en otras latitudes, tratar de hacer creer a
todo un pueblo que todavía existe en otros países es como intentar hacerles
creer a los católicos del mundo que Benedicto XVI se convirtió al comunismo. La
prensa y en general los medios de comunicación gobierneros tienen mucha culpa
del “embrutecimiento” que vive la sociedad venezolana, y ni qué decir de las
propias autoridades que, al mejor estilo de gobiernos dictatoriales, parecieran
intentar mantener al pueblo sumiso, doblegado y sin mucho conocimiento porque
“En boca cerrada no entran moscas”.
britozenair@gmail.com
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