Este artículo pone al miedo y su consecuencia
inmediata, la maldad, sobre distintos escenarios:
1- Cuando sucede una tragedia, el morbo que
despierta va de la mano con el alivio por no haber sido la víctima. ¿Te ha
pasado?
2- Existe un nexo perverso entre inseguridad,
dependencia y poder. Si un gobernante inescrupuloso emplea discursos e imágenes
de muerte o fomenta la violencia impune, el rechazo al clima de zozobra que
producirá en las personas pacíficas se trasformará en apoyo masivo al
personalismo totalitario, por parte de quienes manejan un nivel mínimo de
racionalidad o visión de futuro y ven al líder como su modelo y protector.
¿Reconoces el escenario y su maldad implícita?
3- Altemeyer sostiene que los individuos que
contemplan a este mundo como un lugar peligroso, que creen a unos superiores a
otros o que someten el derecho a la fuerza y la libertad a la tradición, son
los más proclives a infligir sufrimiento a la humanidad. Curiosamente, todo
acto delictivo y todo entrenamiento militar se apoyan sobre estas tres bases.
¿Encuentras lícito al liderazgo armado?
4- Millones de personas, algunas ciertamente
inteligentes, idealizan a Stalin, Eva Perón, Hitler, Franco, Castro, Manson,
Bin Ladden, el Chacal o sus similares, sin analizar de qué pasta está hecho el
personaje. ¿Qué misma cuerda vibra en ambos, admirado y admirador?
5- La posición teológica occidental define al
hombre como genéticamente malo, y busca coartar su maldad mediante el contrato
social y las leyes humanas y divinas. Lo cual no ha erradicado el problema de
la violencia, pero sí ha logrado el exterminio de muchas culturas y razas, con
la excusa de no ser socialmente civilizadas. Incluso ahora, todo aquel que se
sitúe en un estado natural o auténtico, si es distinto al aceptado por la
sociedad, será atacado por representar el peligro del salvajismo. Lo diferente
genera discriminación: homofobia, sectarismo político, condenación religiosa,
xenofobia, etc. Y tú, ¿tienes prejuicios y creencias religiosas?
6- El culto al miedo y a la violencia sostiene
la industria fílmica y literaria, que inculcan en la sociedad el hábito de ver
la vida bajo ese enfoque destructivo. Para ello cuentan con el apoyo del
público intelectual y moralmente sano, pero en realidad alienado desde su
infancia por dicho culto. La industria de la diversión desublima al arte y
atenta contra la paz y otros valores, cuando ve al ser humano como un
consumista ávido de violencia y lo acostumbra a ésta sin que pueda ejercerla
libremente en su entorno. Parte del juego social es que la persona se adapte a
tales contradicciones, pagando el precio. ¿Formas parte de ese público adicto a
la adrenalina y que a veces se ahoga en su violencia interna?
7- Una minoría -inspirada tal vez en Rousseau-
piensa que el hombre en su estado natural es “bueno” y que se malea dentro de
la sociedad y sus vicios, e idealiza a las culturas primitivas no contaminadas.
Recordando los sacrificios humanos aztecas y druidas, y como nunca he vivido
mucho tiempo fuera de un entorno social contaminadísimo, no puedo inferir que
todo Mogli (niño criado por los lobos) sea más bueno que yo. ¿Tú piensas que el
mal es incubado en la población por la sociedad, primitiva o no, considerando
que en todas “el infierno son los otros”?
Podemos huir o negar al mal, pero no anularlo,
sea que se sitúe dentro o fuera de nosotros. Según Nietzsche, “el hecho de ser
humanos ya es bastante complicado como para no abrazar a nuestra oscuridad
interna”. El investigador del tema del mal, Cereijido, sostiene que “todos
tenemos experiencias propias, cotidianas, convincentes y abrumadoras en las que
la "hijoputez" existe y sigue ganando a pulso su estatuto de infamia
universal; la humanidad está llena de hijos de puta y el sufrimiento infligido
por éstos es muchísimo más grave que los desconsuelos ocasionados por el
cáncer, la lepra y el Alzheimer juntos”. Este científico asevera que el afán
humano por dañar al prójimo va más allá de una conducta aprendida, pues
responde a patrones biológicos genéticos. Yo agregaría que no hay que ser
nacido de una puta para ser malo. Al menos, la madre de Hitler o la de Franco
no ejercían el oficio más antiguo del mundo. Otros investigadores también han
intentado entender el origen del mal: Zimbardo lo asocia en su Efecto Lucifer
con procesos psicológicos, Bandura con la desconexión moral, Asch con la
adaptación al grupo y Milgram con la obediencia ciega a la autoridad. En todo
caso, el trabajo de estos y otros investigadores ayudan a entender atrocidades
históricas como el holocausto, las cruzadas, el exterminio cátaro, el genocidio
de Ruanda, la Conquista de América, el Ku Klux Klan, las violaciones masivas en
Nanking, la masacre de MyLai, la escalada de violencia en la Venezuela actual o
los crímenes de guerra cometidos por cuerpos militares en cada escenario de
guerra antiguo o contemporáneo, por citar algunos casos.
Yo coloco el origen del mal directamente sobre
la base del miedo, esa emoción que preside nuestra vida desde que nacemos hasta
que morimos. Cuando concurren ciertos factores situacionales, los seres humanos
actuamos de maneras que nunca hubiéramos imaginado, ni tampoco los que nos
conocen mejor, y detrás de sucesos atroces por su crueldad, maldad y violencia,
no siempre se encuentran personas trastornadas distintas a las demás. Muchos
crueles nazis fueron modelos impecables dentro de su contexto familiar y
social. Lo cierto es que las etiquetas y creencias deshumanizadoras alimentan
la agresividad irracional hacia otras personas, sobre todo si se diluye la
responsabilidad individual dentro del grupo que la auspicia y que confiere
sentido de pertenencia al agresor. Los negros no tenían alma para los
esclavistas, y al no considerarlos humanos, podían venderlos como cualquier
otra propiedad, de acuerdo a la ley. En éste y todo escenario donde actúa la
maldad, también juegan un papel importante la inconsciencia y la inacción del
observador pasivo “inocente”, que agrava los hechos deleznables. El punto es
que, al no reconocer el mal dentro de sí, la personanormal o buena tiene más
probabilidades de actuar malignamente o de resultar arrastrada por las acciones
e ideologías destructivas. Es decisión personal el atribuir el mal del ser
humano a la naturaleza, a la creación divina o a la sociedad, pero está fuera
de discusión que la dualidad bien/mal, sea cual sea su origen, late en cada
quien y se expresará distintamente según las características, aprendizajes y
decisiones del individuo, aún si es nacido de los mismos padres y educado en el
mismo entorno del hermano cuya conducta adversa. Mi visión de la humanidad es
pesimista, pues he conocido poquísimos seres humanos auténticamente buenos
-como mi familia y contadas amistades- entre la masa mediocre carente de bondad
inteligente, inclinada al egoísmo destructor, que vengo observando en cualquier
lugar del mundo que he pisado desde que tengo memoria.
Una de las cuestiones incontestadas desde
tiempos inmemoriales es el porqué del mal y el sufrimiento, si existe Dios y
éste es bueno y todopoderoso. La falta de respuesta genera desde creyentes
llenos de duda, culpa y miedo, que negocian con la divinidad, hasta agnósticos
y ateos reacios al autoengaño, o de quienes razonan así: “¿Está Dios deseoso de
prevenir el mal, pero no puede? Entonces no es todopoderoso. ¿Es capaz pero no
lo desea? Entonces es malévolo”. En otras palabras, puede pensarse que, si Dios
existe, dentro suyo coexisten (como en el ser humano) el bien y el mal. Claro,
no faltan abogados de la divinidad que ven como bueno el sufrimiento, aunque
sólo sea porque permite la libertad de elección; que aducen que lo creado no es
el creador (y, por tanto, aceptan que la creación hecha por un ser perfecto
pueda resultar imperfecta) o que definen el mal como la ausencia del bien,
eufemismos y argumentos que nada dicen con querer decir mucho, tratando de
colocarlo todo bajo la óptica del bien. La Panética, o estudio de la inflicción
del sufrimiento, ubica el mal en el acto de tratar a una persona sin respetar
los derechos intrínsecos de su humanidad, ya sea porque se la ve diferente,
débil o amenazante, o porque el hacer el mal a otro sea muchas veces el medio
más directo para la obtención de fines personales e institucionales. Pero el
hombre no es la única causa del mal en esta vida, aunque siempre sea su
víctima. ¿Qué hay con los desastres naturales, los accidentes, las
enfermedades, la soledad, el silencio o la indiferencia de Dios, la pérdida, la
escasez y cualquier otra causa de dolor o de sufrimiento no ocasionado por otra
persona? ¿Acaso no son situaciones también consideradas como malas? Maturana y
otros sostienen la tesis consoladora de que el amor es lo que sacará adelante
al mundo. Pero la especie humana ha creado y sigue creando muchos mundos y
dioses, pocos de ellos amorosos, por lo que dije antes: somos una especie
contaminada por el miedo. Miedo que deriva en egoísmo, separación, ataque,
defensa, escapismos, adicción al poder o al placer y mil otras violencias
destructivas. Ninguna religión o líder ha traído el derrumbe del mal en nuestro
planeta, al contrario. Todas las prédicas a favor del amor han sido usadas
eventualmente por la Humanidad en contra de sí misma. La única filosofía que
sigo en parte, el budismo, tiene asimismo un punto ciego: tampoco explica el origen
del mal, y se limita a decir que si nos damos cuenta de que nos damos cuenta, y
renunciamos a todo, el desapego terminará por sacarnos del sufrimiento y
llevarnos a la iluminación. Pienso que eso es infinitamente deseable, pero
luego de 1500 años sigue siéndolo, es decir, no ha pasado de utopía a realidad
mundial, por lo que ni Buda ni su predecesor Jesús o cualquier otro han logrado
erradicar el mal en nuestro pequeño planeta. Más no quiero que se confunda mi
realismo con derrotismo, porque, a pesar de todo, yo apuesto a favor del bien
común como reto personal, aun no siendo la elección de la mayoría. Por seguir
el ejemplo de quienes amo y admiro. Y porque sé que la violencia engendra
violencia, que de nada sirve convertirse en torturador de torturadores para
luchar contra la tortura. Es fácil convertirse en torturador o en tirano. Basta
con aliarse con el poder que manda, o con creerse dueño de la verdad y pensar
que el opositor merece ser destruido porque está en contra de mi verdad, de mi
dios, de mi voluntad o de mi conveniencia. Y así como creo que hay seres
humanos que son presa fácil del fanatismo ideológico o de la crueldad
irracional, y que muchos otros no actúan la maldad por miedo a las
consecuencias y no por auténtico amor a la Humanidad, creo también que hay unos
pocos en quienes la bondad del amor habla más fuerte que la maldad y el egoísmo
nacidos del miedo. Y ahí está el quid: ¿por qué unos tienden menos al miedo y
más al amor que otros? Lo que no siempre es determinado por sus circunstancias
de vida desde la niñez. Y en cualquier caso, si el amor es la panacea, por qué
no se ha implantado como norma de vida mundial, al paso del tiempo? La biología
y la medicina son ciencias relativamente nuevas, que no se bastan para explicar
temas que los enfoques morales de alto vuelo siguen sin aclarar, como este del
origen del mal. Desde la psicología profunda, Freud, Jung y Fromm formulan sus
hipótesis comenzando respectivamente por el instinto de la muerte, el lado
oscuro (genético o aprendido) de la personalidad y el síndrome de la
descomposición. Destacan también los aportes de Lifton, Norris, Arendt, Becker,
Goldberg y Peck, éste último por su énfasis en el mal grupal, importante por
cuanto amenaza más a la supervivencia que el mal individual, y porque cuestiona
el sentido mismo de la necesidad de que existamos. Según Jung "es un hecho
notorio que la moralidad de la sociedad como totalidad está en razón inversa a
su tamaño; porque mientras mayor es el número de personas, más se borran los
factores individuales, y con ellos la moralidad y la libertad que ésta requiere
y que descansan enteramente en el individuo". Katz ve como imperativa que
dispongamos de una construcción mental socialmente compartida y reforzada, que
priorice valores en la mayoría, es decir, está a favor de alienar positivamente
a la sociedad por el bien común. Mientras unos teorizan y otros actúan según su
conciencia, su formación o su instinto, es obvio que la alienación consumista
negativa -que separa y excluye a muchos- puede más que la positiva, a la hora
de hacer que nuestra pobre humanidad
avance teñida en su propia sangre. De ahí este artículo, que busca aclarar
hipocresías, despertar conciencias y hacerme sentir útil en medio de un mundo caótico.
Considero que el problema del cómo un sujeto
común y corriente se transforma en ruin depredador de otros, debe abordarse
estudiando su genética particular, pero también relacionándolo con su grupo y
contexto, incluyendo en tal análisis el narcisismo grupal y el encubrimiento,
el desdoblamiento conductual, la autoanestesia emocional del delincuente, la
flojera de pensar y razonar que ata a viejos esquemas, la falta de
autoconocimiento, la propensión al sadismo, el resentimiento, entre otras
variables. Generalmente se unen dos o más de estos factores para impulsar a un
ser humano a perjudicar a otro, tal como se suman las creencias, los
aprendizajes fallidos y las carencias, cuando se daña a sí mismo. Desde una
óptica más positiva, varios investigadores del tema ya han aislado elementos regenerativos
de empatía y valoración en la persona, sanando con ellos tendencias malignas en
muchos sociópatas con traumas infantiles de maltrato y vejación. Entre dichas
investigaciones, me gustan estas palabras de Miller: “Hasta ahora sólo he
descubierto la bestialidad extrema en el reino de lo humano. Y no puedo
renunciar a esta indagación sobre la maldad humana si no quiero convertirme en
instrumento de la crueldad, es decir, en otro portador y transmisor
desprevenido. Si volvemos la espalda a cuanto nos resulta incomprensible y lo
calificamos indignados de 'inhumano', nunca sabremos nada sobre su naturaleza y
seguiremos apoyando al mal con ingenuidad e inocencia." Miller también
dice: “Todos los días producimos más maldad y con ésta, un océano de sufrimiento
inevitable para millones de personas. Cuando algún día la incitación infantil a
la violencia sea eliminada, se pondrá fin a la producción del mal”.
Este se puede personalizar como Satanás, Baal o
Madonna, poniéndolo fuera de mí y de ti, o verlo como hace Miller, como otro
misterio de la vida, y esforzarse por comprenderlo para combatirlo con
efectividad, lo cual sería más honesto, útil e interesante. En conclusión, creo
que el mal es una condición que, tanto si es genética como aprendida, o ambas,
afecta nuestra naturaleza humana y el modo como tamizamos los sucesos del mundo
y reaccionamos ante ellos. Y que la razón no puede explicar por qué incluso el
bien genera el mal. Yo he sufrido maltrato injustificado de personas a quienes
solamente hice el bien y quise bien. Si no he tomado represalias es porque, en
mi caso, resulta más práctico y gratificante optar por la no violencia, que
perder paz y energía actuando como depredador de mi vida o de esas otras vidas.
Además, así disfruto de una imagen personal más favorecedora y provechosa ante
mí mismo y ante los demás, que adoptando el perfil del malo vengativo. Y con
esa visión de la vida, mientras pueda, seguiré eligiendo con quien estar,
seguiré actuando la bondad equitativa, seguiré apostando en el juego de la vida
a favor del amor, sin olvidar al Mr. Hyde que llevo dentro.
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