jueves, 7 de junio de 2012

GUSTAVO LÖBIG, EL INNEGABLE ATRACTIVO DEL MAL

Este artículo pone al miedo y su consecuencia inmediata, la maldad, sobre distintos escenarios:
1- Cuando sucede una tragedia, el morbo que despierta va de la mano con el alivio por no haber sido la víctima. ¿Te ha pasado?

2- Existe un nexo perverso entre inseguridad, dependencia y poder. Si un gobernante inescrupuloso emplea discursos e imágenes de muerte o fomenta la violencia impune, el rechazo al clima de zozobra que producirá en las personas pacíficas se trasformará en apoyo masivo al personalismo totalitario, por parte de quienes manejan un nivel mínimo de racionalidad o visión de futuro y ven al líder como su modelo y protector. ¿Reconoces el escenario y su maldad implícita?

3- Altemeyer sostiene que los individuos que contemplan a este mundo como un lugar peligroso, que creen a unos superiores a otros o que someten el derecho a la fuerza y la libertad a la tradición, son los más proclives a infligir sufrimiento a la humanidad. Curiosamente, todo acto delictivo y todo entrenamiento militar se apoyan sobre estas tres bases. ¿Encuentras lícito al liderazgo armado?

4- Millones de personas, algunas ciertamente inteligentes, idealizan a Stalin, Eva Perón, Hitler, Franco, Castro, Manson, Bin Ladden, el Chacal o sus similares, sin analizar de qué pasta está hecho el personaje. ¿Qué misma cuerda vibra en ambos, admirado y admirador?

5- La posición teológica occidental define al hombre como genéticamente malo, y busca coartar su maldad mediante el contrato social y las leyes humanas y divinas. Lo cual no ha erradicado el problema de la violencia, pero sí ha logrado el exterminio de muchas culturas y razas, con la excusa de no ser socialmente civilizadas. Incluso ahora, todo aquel que se sitúe en un estado natural o auténtico, si es distinto al aceptado por la sociedad, será atacado por representar el peligro del salvajismo. Lo diferente genera discriminación: homofobia, sectarismo político, condenación religiosa, xenofobia, etc. Y tú, ¿tienes prejuicios y creencias religiosas?

6- El culto al miedo y a la violencia sostiene la industria fílmica y literaria, que inculcan en la sociedad el hábito de ver la vida bajo ese enfoque destructivo. Para ello cuentan con el apoyo del público intelectual y moralmente sano, pero en realidad alienado desde su infancia por dicho culto. La industria de la diversión desublima al arte y atenta contra la paz y otros valores, cuando ve al ser humano como un consumista ávido de violencia y lo acostumbra a ésta sin que pueda ejercerla libremente en su entorno. Parte del juego social es que la persona se adapte a tales contradicciones, pagando el precio. ¿Formas parte de ese público adicto a la adrenalina y que a veces se ahoga en su violencia interna?

7- Una minoría -inspirada tal vez en Rousseau- piensa que el hombre en su estado natural es “bueno” y que se malea dentro de la sociedad y sus vicios, e idealiza a las culturas primitivas no contaminadas. Recordando los sacrificios humanos aztecas y druidas, y como nunca he vivido mucho tiempo fuera de un entorno social contaminadísimo, no puedo inferir que todo Mogli (niño criado por los lobos) sea más bueno que yo. ¿Tú piensas que el mal es incubado en la población por la sociedad, primitiva o no, considerando que en todas “el infierno son los otros”?

Podemos huir o negar al mal, pero no anularlo, sea que se sitúe dentro o fuera de nosotros. Según Nietzsche, “el hecho de ser humanos ya es bastante complicado como para no abrazar a nuestra oscuridad interna”. El investigador del tema del mal, Cereijido, sostiene que “todos tenemos experiencias propias, cotidianas, convincentes y abrumadoras en las que la "hijoputez" existe y sigue ganando a pulso su estatuto de infamia universal; la humanidad está llena de hijos de puta y el sufrimiento infligido por éstos es muchísimo más grave que los desconsuelos ocasionados por el cáncer, la lepra y el Alzheimer juntos”. Este científico asevera que el afán humano por dañar al prójimo va más allá de una conducta aprendida, pues responde a patrones biológicos genéticos. Yo agregaría que no hay que ser nacido de una puta para ser malo. Al menos, la madre de Hitler o la de Franco no ejercían el oficio más antiguo del mundo. Otros investigadores también han intentado entender el origen del mal: Zimbardo lo asocia en su Efecto Lucifer con procesos psicológicos, Bandura con la desconexión moral, Asch con la adaptación al grupo y Milgram con la obediencia ciega a la autoridad. En todo caso, el trabajo de estos y otros investigadores ayudan a entender atrocidades históricas como el holocausto, las cruzadas, el exterminio cátaro, el genocidio de Ruanda, la Conquista de América, el Ku Klux Klan, las violaciones masivas en Nanking, la masacre de MyLai, la escalada de violencia en la Venezuela actual o los crímenes de guerra cometidos por cuerpos militares en cada escenario de guerra antiguo o contemporáneo, por citar algunos casos.

Yo coloco el origen del mal directamente sobre la base del miedo, esa emoción que preside nuestra vida desde que nacemos hasta que morimos. Cuando concurren ciertos factores situacionales, los seres humanos actuamos de maneras que nunca hubiéramos imaginado, ni tampoco los que nos conocen mejor, y detrás de sucesos atroces por su crueldad, maldad y violencia, no siempre se encuentran personas trastornadas distintas a las demás. Muchos crueles nazis fueron modelos impecables dentro de su contexto familiar y social. Lo cierto es que las etiquetas y creencias deshumanizadoras alimentan la agresividad irracional hacia otras personas, sobre todo si se diluye la responsabilidad individual dentro del grupo que la auspicia y que confiere sentido de pertenencia al agresor. Los negros no tenían alma para los esclavistas, y al no considerarlos humanos, podían venderlos como cualquier otra propiedad, de acuerdo a la ley. En éste y todo escenario donde actúa la maldad, también juegan un papel importante la inconsciencia y la inacción del observador pasivo “inocente”, que agrava los hechos deleznables. El punto es que, al no reconocer el mal dentro de sí, la personanormal o buena tiene más probabilidades de actuar malignamente o de resultar arrastrada por las acciones e ideologías destructivas. Es decisión personal el atribuir el mal del ser humano a la naturaleza, a la creación divina o a la sociedad, pero está fuera de discusión que la dualidad bien/mal, sea cual sea su origen, late en cada quien y se expresará distintamente según las características, aprendizajes y decisiones del individuo, aún si es nacido de los mismos padres y educado en el mismo entorno del hermano cuya conducta adversa. Mi visión de la humanidad es pesimista, pues he conocido poquísimos seres humanos auténticamente buenos -como mi familia y contadas amistades- entre la masa mediocre carente de bondad inteligente, inclinada al egoísmo destructor, que vengo observando en cualquier lugar del mundo que he pisado desde que tengo memoria.
Una de las cuestiones incontestadas desde tiempos inmemoriales es el porqué del mal y el sufrimiento, si existe Dios y éste es bueno y todopoderoso. La falta de respuesta genera desde creyentes llenos de duda, culpa y miedo, que negocian con la divinidad, hasta agnósticos y ateos reacios al autoengaño, o de quienes razonan así: “¿Está Dios deseoso de prevenir el mal, pero no puede? Entonces no es todopoderoso. ¿Es capaz pero no lo desea? Entonces es malévolo”. En otras palabras, puede pensarse que, si Dios existe, dentro suyo coexisten (como en el ser humano) el bien y el mal. Claro, no faltan abogados de la divinidad que ven como bueno el sufrimiento, aunque sólo sea porque permite la libertad de elección; que aducen que lo creado no es el creador (y, por tanto, aceptan que la creación hecha por un ser perfecto pueda resultar imperfecta) o que definen el mal como la ausencia del bien, eufemismos y argumentos que nada dicen con querer decir mucho, tratando de colocarlo todo bajo la óptica del bien. La Panética, o estudio de la inflicción del sufrimiento, ubica el mal en el acto de tratar a una persona sin respetar los derechos intrínsecos de su humanidad, ya sea porque se la ve diferente, débil o amenazante, o porque el hacer el mal a otro sea muchas veces el medio más directo para la obtención de fines personales e institucionales. Pero el hombre no es la única causa del mal en esta vida, aunque siempre sea su víctima. ¿Qué hay con los desastres naturales, los accidentes, las enfermedades, la soledad, el silencio o la indiferencia de Dios, la pérdida, la escasez y cualquier otra causa de dolor o de sufrimiento no ocasionado por otra persona? ¿Acaso no son situaciones también consideradas como malas? Maturana y otros sostienen la tesis consoladora de que el amor es lo que sacará adelante al mundo. Pero la especie humana ha creado y sigue creando muchos mundos y dioses, pocos de ellos amorosos, por lo que dije antes: somos una especie contaminada por el miedo. Miedo que deriva en egoísmo, separación, ataque, defensa, escapismos, adicción al poder o al placer y mil otras violencias destructivas. Ninguna religión o líder ha traído el derrumbe del mal en nuestro planeta, al contrario. Todas las prédicas a favor del amor han sido usadas eventualmente por la Humanidad en contra de sí misma. La única filosofía que sigo en parte, el budismo, tiene asimismo un punto ciego: tampoco explica el origen del mal, y se limita a decir que si nos damos cuenta de que nos damos cuenta, y renunciamos a todo, el desapego terminará por sacarnos del sufrimiento y llevarnos a la iluminación. Pienso que eso es infinitamente deseable, pero luego de 1500 años sigue siéndolo, es decir, no ha pasado de utopía a realidad mundial, por lo que ni Buda ni su predecesor Jesús o cualquier otro han logrado erradicar el mal en nuestro pequeño planeta. Más no quiero que se confunda mi realismo con derrotismo, porque, a pesar de todo, yo apuesto a favor del bien común como reto personal, aun no siendo la elección de la mayoría. Por seguir el ejemplo de quienes amo y admiro. Y porque sé que la violencia engendra violencia, que de nada sirve convertirse en torturador de torturadores para luchar contra la tortura. Es fácil convertirse en torturador o en tirano. Basta con aliarse con el poder que manda, o con creerse dueño de la verdad y pensar que el opositor merece ser destruido porque está en contra de mi verdad, de mi dios, de mi voluntad o de mi conveniencia. Y así como creo que hay seres humanos que son presa fácil del fanatismo ideológico o de la crueldad irracional, y que muchos otros no actúan la maldad por miedo a las consecuencias y no por auténtico amor a la Humanidad, creo también que hay unos pocos en quienes la bondad del amor habla más fuerte que la maldad y el egoísmo nacidos del miedo. Y ahí está el quid: ¿por qué unos tienden menos al miedo y más al amor que otros? Lo que no siempre es determinado por sus circunstancias de vida desde la niñez. Y en cualquier caso, si el amor es la panacea, por qué no se ha implantado como norma de vida mundial, al paso del tiempo? La biología y la medicina son ciencias relativamente nuevas, que no se bastan para explicar temas que los enfoques morales de alto vuelo siguen sin aclarar, como este del origen del mal. Desde la psicología profunda, Freud, Jung y Fromm formulan sus hipótesis comenzando respectivamente por el instinto de la muerte, el lado oscuro (genético o aprendido) de la personalidad y el síndrome de la descomposición. Destacan también los aportes de Lifton, Norris, Arendt, Becker, Goldberg y Peck, éste último por su énfasis en el mal grupal, importante por cuanto amenaza más a la supervivencia que el mal individual, y porque cuestiona el sentido mismo de la necesidad de que existamos. Según Jung "es un hecho notorio que la moralidad de la sociedad como totalidad está en razón inversa a su tamaño; porque mientras mayor es el número de personas, más se borran los factores individuales, y con ellos la moralidad y la libertad que ésta requiere y que descansan enteramente en el individuo". Katz ve como imperativa que dispongamos de una construcción mental socialmente compartida y reforzada, que priorice valores en la mayoría, es decir, está a favor de alienar positivamente a la sociedad por el bien común. Mientras unos teorizan y otros actúan según su conciencia, su formación o su instinto, es obvio que la alienación consumista negativa -que separa y excluye a muchos- puede más que la positiva, a la hora de  hacer que nuestra pobre humanidad avance teñida en su propia sangre. De ahí este artículo, que busca aclarar hipocresías, despertar conciencias y hacerme sentir útil en medio de un mundo caótico.
Considero que el problema del cómo un sujeto común y corriente se transforma en ruin depredador de otros, debe abordarse estudiando su genética particular, pero también relacionándolo con su grupo y contexto, incluyendo en tal análisis el narcisismo grupal y el encubrimiento, el desdoblamiento conductual, la autoanestesia emocional del delincuente, la flojera de pensar y razonar que ata a viejos esquemas, la falta de autoconocimiento, la propensión al sadismo, el resentimiento, entre otras variables. Generalmente se unen dos o más de estos factores para impulsar a un ser humano a perjudicar a otro, tal como se suman las creencias, los aprendizajes fallidos y las carencias, cuando se daña a sí mismo. Desde una óptica más positiva, varios investigadores del tema ya han aislado elementos regenerativos de empatía y valoración en la persona, sanando con ellos tendencias malignas en muchos sociópatas con traumas infantiles de maltrato y vejación. Entre dichas investigaciones, me gustan estas palabras de Miller: “Hasta ahora sólo he descubierto la bestialidad extrema en el reino de lo humano. Y no puedo renunciar a esta indagación sobre la maldad humana si no quiero convertirme en instrumento de la crueldad, es decir, en otro portador y transmisor desprevenido. Si volvemos la espalda a cuanto nos resulta incomprensible y lo calificamos indignados de 'inhumano', nunca sabremos nada sobre su naturaleza y seguiremos apoyando al mal con ingenuidad e inocencia." Miller también dice: “Todos los días producimos más maldad y con ésta, un océano de sufrimiento inevitable para millones de personas. Cuando algún día la incitación infantil a la violencia sea eliminada, se pondrá fin a la producción del mal”.

Este se puede personalizar como Satanás, Baal o Madonna, poniéndolo fuera de mí y de ti, o verlo como hace Miller, como otro misterio de la vida, y esforzarse por comprenderlo para combatirlo con efectividad, lo cual sería más honesto, útil e interesante. En conclusión, creo que el mal es una condición que, tanto si es genética como aprendida, o ambas, afecta nuestra naturaleza humana y el modo como tamizamos los sucesos del mundo y reaccionamos ante ellos. Y que la razón no puede explicar por qué incluso el bien genera el mal. Yo he sufrido maltrato injustificado de personas a quienes solamente hice el bien y quise bien. Si no he tomado represalias es porque, en mi caso, resulta más práctico y gratificante optar por la no violencia, que perder paz y energía actuando como depredador de mi vida o de esas otras vidas. Además, así disfruto de una imagen personal más favorecedora y provechosa ante mí mismo y ante los demás, que adoptando el perfil del malo vengativo. Y con esa visión de la vida, mientras pueda, seguiré eligiendo con quien estar, seguiré actuando la bondad equitativa, seguiré apostando en el juego de la vida a favor del amor, sin olvidar al Mr. Hyde que llevo dentro.
@LOBIGUS
Gustavo Martínez Clarus
soyotuel@hotmail.com

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