“Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo; unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, mientras que otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen”.
Estar preso o privado de libertad, no es sólo permanecer algún tiempo encerrado o encarcelado. Quizás más condenado puede sentirse quien depende de otros para decidir sobre su vida. O para disfrutar lo que con libertad puede conseguirse. Por lo contrario, vivir libre es tener bajo los pies caminos abiertos y sobre la cabeza, cielo y estrellas. Pero sobre todo, es tener un pensamiento despejado de acechanzas y chantajes.
Cuando la política se vulgariza como resultado de trilladas especulaciones, se convierte en manojo de excusas para atropellar al ciudadano común. O peor aún, para intimidarlo. Quienes en política se aprovechan de tan perversas circunstancias, se arrogan prerrogativas o exenciones por las cuales se permiten cometer indiscriminados abusos. A pesar de que sus actitudes se hayan reñidas contra la moral pública y la ética social, no escapan a sentir el mismo miedo que siente un reo cualquiera toda vez que es condenado a vivir entre rejas. Está tan preso esa persona entregada a la política, o quizás más, que quien puede estarlo por causas igualmente cuestionadas socialmente. Además, si para cometer tales patrañas acude a complicidades, como sucede casi siempre, cual ramplón delincuente, menos posibilidades tiene para rescindir de toda culpa acusadora.
Quien actúa bajo ese patrón o modelo, asume instintivamente la conducta de un presidiario. Es decir, imposibilitado de beneficiarse de otras medidas que no sean aquellas que comulgan con el miedo al que está expuesto toda persona que haya cometido un delito. Pues como dice el escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo; unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, mientras que otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen”.
Y es propio que quien pretenda utilizar la represión como recurso de gobierno, en tanto que criterio de política despótica, viva con el mismo miedo, o más acentuado, que quien vive sumido en la oscuridad. Aunque se dice que la cobardía es una expresión de miedo, también pudiera pensarse, y hasta con mayor razón, que el miedo es una expresión de cobardía. Quizás, un tanto necesaria pero jamás como para escudarse en el miedo y desde sus trincheras intentar desarreglar las realidades hasta el punto de enmarañarlas a su máxima potencia. Pareciera entonces que no hay diferencia alguna entre quien vive con cobardía la preocupación de desgraciar una sociedad desde las alturas del poder, aprovechándose de toda la intriga posible que puede brindar el hecho de usufructuar el poder político, que quien hace cualquier daño a merced del miedo que infunde ser ajusticiado. Bien sea por las leyes del Hombre, o por las leyes Divinas.
En ambos casos, el miedo imposibilita considerar otro pensamiento que no sea aquel que neutraliza reacciones o que deviene en desgracias. A decir de Hermann Hesse, escritor y poeta alemán, “cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros”. Y sin duda, tan contradictoria realidad forma parte de las que configuran este país, que igual que el gobernante cobarde al sentirse tan preso como el presidiario o el delincuente escrupuloso al pensar que en algún momento habrá de estar apresado, padece del mismo miedo que inmoviliza o tergiversa las verdades. Más, por cuanto es capaz de inventar cualquier contingencia para justificar su miedo y por tanto sentirse y actuar como el prisionero más custodiado. Es decir que, quien con más ruindad actúa, valiéndose de posiciones de poder, está más preso que nadie.
VENTANA DE PAPEL
LAS COSAS NO SON COMO LAS PINTAN
Las cosas en política no son como pueden verse a primera vista. Detrás de las maquinarias propagandísticas manejadas por esta revolución socialista y bolivariana, hay gruesos y finos intereses que mediatizan verdades con el ánimo de configurar realidades moldeadas a imagen y semejanza del proyecto político dominante. ¿Qué por qué Maduro no fue a la 68º Asamblea General convocada por la ONU, que reunió a presidentes y jefes de Estado del mundo entero?
Es una pregunta cuya respuesta se resuelve con un análisis que refiera las condiciones reales que determinaron el caso en cuestión. Frente a esta situación, la prensa internacional fue directa en su observación. Para esos periodistas, no mediaron otras razones que no fueran las que mejor se aproximaran a la fuente de los hechos.
En principio, adujeron la intención del presidente Maduro de querer “colar” cubanos como funcionarios de la delegación criolla toda vez que contaban con pasaportes venezolanos lo que fue razón para evitar que se transgredieran elementales normas diplomáticas y otras de Derecho Internacional. Esta situación que bien pudo derivar en algún crudo impasse, terminó por sorprender aún más a instancias de seguridad de la ONU tanto como del Departamento de Estado de EE.UU.
Además que entre la comitiva presidencial figuraban algunos “invitados” (el hijo del presidente y la seguridad del hijo del presidente; el hijo, la nuera, los nietos, dos amigas y el estilista y peluquero de “la primera comandante”, entre otros) que poca o ninguna relación tenían con la misión diplomática en curso.
Luego del aludido periplo, sale el mandatario venezolano a querer justificar su sorpresivo regreso alegando extrañas razones que para nada se correspondían con la realidad de los hechos informados por agencias de noticia internacionales.
Tan es así, que el gobierno norteamericano ha insistido que se demuestre lo aseverado por el régimen socialista. Sin embargo, esto no ha sido posible. Para ponerle la guinda al pastel, sale Elías Jaua a vociferar que la “ONU está secuestrada” Así pues que las cosas no son como las pintan.
¡QUÉ COMPARACIÓN!
La metodología de la investigación, busca afianzar sus técnicas, entre otras, en el análisis comparativo que puede darse entre dos o más situaciones. La politología, acude reiteradas veces a este tipo de estudio para fundamentar inferencias que resultan inminentes a los fines correspondientes. Sin embargo, hay comparaciones que lucen extremas dada la distancia que se plantea entre las realidades observadas. Es el caso de lo que configura la escena política venezolana en comparación con la alemana. Habida cuenta la brecha cultural que caracteriza dicha diferencia referida. Particularmente, por la meticulosidad que caracteriza la idiosincrasia teutona ante la criolla. La situación en cuestión parte del hecho que ha representado el triunfo electoral alemán, por tercera vez consecutiva, de la señora Ángela Merkel colocándose como la mujer más poderosa de la Tierra.
No obstante, en ello reside la pregunta que cualquier individuo con algún grado de curiosidad puede hacerse. ¿Cómo es posible que esto suceda con métodos tan alejados de los que criollamente se llevan a cabo? Y es que todo resulta tan diferente del modo que se sigue en Venezuela en tiempos de campaña electoral.
En Alemania, por ejemplo, no se juega con el destino de la “patria”, ni se especula en torno a su posesión. Tampoco se cae en repulsivas amenazas asociadas con cuadros de corrupción que atropellan la seriedad del proceso. Menos aún, allá no votan “fallecidos”, ni existe el “voto asistido”, ni tampoco ninguna de las tantas operaciones que acá se ponen en marcha para entorpecer los comicios. Nada de regalos de lavadoras, expropiaciones para alentar esperanzas habitacionales. Son prácticos. No se parecen a los venezolanos al momento de vivir elecciones que terminan reventando la institucionalización de la democracia cada vez peor.
Como dice Mariano Nava Contreras “¡Cómo se nota que no son hijos de Bolívar! Esos señores carecen de la más mínima ambición intergaláctica. Será por eso que no financian a piqueteros, intelectuales y cuanto folclórico, poeta o titiritero de izquierdas va por el mundo” (El Universal, 27-09-2013).
No hay forma posible pues de concluir un análisis comparativo que llegue a alguna consideración que aproxime ciertamente una realidad con otra. Nada que ver entre la política modesta de una nación desarrollada y la de una sociedad a la que se le escurre el futuro entre los anaqueles casi vacíos de un producto revolucionario que escasamente sirve para llenar discursos que iluminan expectativas de ilusos. ¡Qué comparación!
“La libertad espiritual es tan importante como la libertad política, pues tanto de una como de otra depende alcanzar propósitos en la vida” AJMonagas
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