domingo, 29 de septiembre de 2013

ROSALÍA MOROS DE BORREGALES, EN MEDIO DE LA TORMENTA

Por más que nos esforcemos, todos en diferentes momentos de nuestras vidas nos encontramos luchando en medio de diferentes tipos de tormenta. Tormentas familiares, sentimentales, intelectuales, económicas, en fin, una amplia diversidad para la cual, en la mayoría de los casos nuestras herramientas son insuficientes, o sencillamente no las poseemos. A veces, hemos encontrado ayuda a lo largo del camino. Otras, hemos caminado solos a través de ellas. En algunas, hemos sobrevivido,  levantándonos de nuevo para seguir adelante. En otras, hemos sobrevivido pero quedando tan heridos que seguir adelante pareciera haberse convertido en una tarea titánica.


Hay un pasaje en los evangelios que narra un breve episodio en la vida de Jesucristo y sus discípulos. Cuenta Lucas (8:22-25) que estaba Jesús predicando a la multitud, y una vez que la había despedido, les dijo a sus discípulos que pasaran al otro lado del lago. Mientras ellos se ocupaban de la barca, el maestro se quedó dormido. En medio de la travesía se desató una tormenta con fuertes vientos que hacía que las olas golpearan contra la barca, de tal manera que estaban a punto de anegarse. Entonces, lo despertaron, diciéndole: ¡Maestro, maestro, perecemos! Ante lo cual, Jesús se levantándose reprendió al viento y al mar. Al instante, cesó el viento y sobrevino una gran calma. Luego, Jesús se dirigió a ellos: -¿Por qué estáis tan atemorizados? ¿Dónde está vuestra fe? Y ellos maravillados se decían unos a otros: -¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?

Muchas veces nos encontramos en nuestra barca lidiando con cientos de situaciones, personas, sentimientos y emociones que pueden convertirse en verdaderas tormentas. Éstas amenazan con sacudirnos de un lado a otro, para finalmente dejarnos completamente anegados. Nuestra primera reacción es actuar, poner todo nuestro esfuerzo, hasta darnos cuenta que la tormenta nos golpea furiosamente para debilitarnos. Los discípulos eran hombres de mar, con seguridad habían vivido unas cuantas tormentas. Sin embargo, estaban empezando a conocer a Jesús, y a pesar del poco tiempo a su lado sus espíritus percibían el amor y el poder del Señor. Luego, al encontrarse impotentes ante la tormenta reconocieron en el Señor su ayuda, entonces le despertaron.

Al igual que los discípulos, en algunas ocasiones nos hemos dado cuenta de nuestra impotencia para encontrar una salida, para solventar una situación, para superar un dolor, una pérdida; sin embargo, no hemos reconocido en Dios nuestra ayuda. Hemos caminado solos y tristes, mientras el Señor ha estado todo el tiempo allí cerca. No le hemos llamado con una oración desde lo más profundo de nuestro corazón, con un pensamiento, con un deseo de su presencia a nuestro lado. Ese es el primer paso para experimentar la calma, llamar a Dios reconociendo en Él nuestra ayuda. Quizá es ese instante de debilidad el que nos recuerda que hay un Dios. Por eso, aunque la vida sea una tormenta tras otra, la vida con Dios puede ser una vida de paz, no después de la tormenta sino en medio de ella. 

Muchas tormentas vienen y van, dejando a su paso grandes estragos. Despertar al Maestro, acudir en su ayuda con la certeza de que Él es poderoso para hacer mucho más de lo que pedimos o entendemos, es nuestro trabajo. Sin paz es imposible actuar con sabiduría. Cuando acudimos a Dios, su primera bendición es darnos de Su paz, y es allí, cuando la angustia y el temor se han desvanecido, el momento en que nuestras fuerzas se ven renovadas, para a continuación, bajo la inspiración de sus instrucciones ser capaces de superar los fuertes vientos y las olas que golpean contra nosotros.

¡Atrévete a llamar a Dios! ¡Atrévete a reconocerlo en todos los caminos por los que transites! ¡Atrévete a verlo en muchas caras, a sentirlo en el ser humano que se presenta a tu lado en plena tormenta! Te aseguro que al igual que aquellos hombres de mar quedarás maravillado. Primero, por la paz dentro de ti y, en segundo lugar, porque aun  los vientos y las aguas le obedecen. Verás que no hay imposibles para Dios. ¡Él está contigo en medio de la tormenta!

"No temas, porque Yo te he redimido, te he llamado por tu nombre; mío eres tú. Cuando pases por las aguas, Yo estaré contigo, y si por los ríos, no te cubrirán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama te abrasará". Isaías 43: 1b-2.

rosymoros@gmail.com 
http://familiaconformealcorazondedios.blogspot.com 
@RosaliaMorosB

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