Cada vez que se quedan sin respuesta sobre el
caos que crearon, -es decir, siempre- los revolucionarios apelan al comodín
retórico perfecto: la lucha fogosa contra el capitalismo, es decir, el Príncipe
del Mal. Así estamos condenados a la escucha permanente de disparates seudo
ideológicos con aires de profundidad y adquiere épica la falta de papel
higiénico a la hora crítica, porque es la venganza del Oscuro contra los que lo
retan, o sea, patria.
Alguno soltó hace poco la añagaza de que "consumo
capitalista es insostenible" y lo cierto es que 85% de la producción mundial
la realizan economías de mercado ¿O creen que sus iPhones los inventaron en
Burundi? Según quienes acuñaron este término, en el capitalismo manda el
capital contra la sociedad, y vendría el socialismo a voltear la tortilla para
que gobernara la sociedad en bien de todos.
Marx estigmatizó la civilización europea del
siglo XIX con ese epíteto, que convirtió en seudoconcepto con miles de páginas,
plagado de necedades como la plusvalía. Es falso que en Occidente o el Oriente
occidentalizado gobierne el capital y que exista la entelequia del capitalismo,
salvo en las cabezas afiebradas de los que han bregado siglo y medio por
imponer pesadillas totalitarias.
Estos países son democráticos, sociedades
libres, en los que gobierna un sector desclasado la odiada "clase
política" a través de los poderes públicos, electa por medio del sufragio
popular y en refriega con los poderes fácticos plurales, empresarios, medios de
comunicación, sindicatos, sociedad civil organizada, mi- litares e Iglesia. Es
la realidad en vez de esa caricatura grotesca de los que pretenden acabar crear
Cubas o Coreas.
No es capitalista sino abierta
Ese término contaminado, perverso y
denigrante de capitalismo es inaceptable en la lucha política moderna y muchos
menos que algún líder democrático se deje atrapar en el corre-corre de si es
procapitalista o anticapitalista. Tuvo razón la árida prosa de Robert Dahal es
cuando explicó que gobierna una poliarquía, el consenso dinámico entre
múltiples poderes. Para varios pensadores, la fuerza abrumadora del marxismo en
la cultura logró que prácticamente todo su bagaje semántico pasara a ser
lenguaje político corriente, incluso de aquellos que rechazaban la ideología.
Pero en beneficio de dos grandes pensadores que configuraron la teoría de la libertad, ni F. Von Hayek ni Karl Popper usaron la palabreja capitalismo sino respectivamente sociedad extensa y sociedad abierta (Hayek solo lo tolera en un libro colectivo del que hace la presentación)
Quebradero de cabeza
En la mayoría de los países existen sistemas
de seguridad social, educación, salud, protección social, vialidad,
transportes, pensiones de retiro, financiados por el Estado, que más bien
constituyen un quebradero de cabeza para el liderazgo porque precisamente son
no financiables y fueron causal de la crisis de 2008 de la que Europa no
termina de recuperarse. Es el Estado de Bienestar que apareció con Bismark y
nuestros revolucionarios deberían preocuparse en saberlo. Existe, además una
compleja legislación social. Algunos dirán que la odiosa palabra mercado es la
encarnación del capitalismo diabólico, cuando solo encierra la más simple
verdad de la vida: si la gente necesita condones, hay que suministrarle
condones y el que los produce tiene que comer. Y si el mundo se mueve con
petróleo, hay unos paí- ses que viven de ofrecerlo y los precios dependen que
la abundancia del producto.
Capitalismo ridículo
Es de suponer que ningún bolivariano se sienta más comunista que Den Xiao Ping y él dijo que el mercado no era capitalista sino tan viejo como la Humanidad.
Pero hablar de capitalismo en
Venezuela es ridículo cuando 97% de los ingresos, una simple renta porque no
hay producción de bienes, provienen de propiedades mineras del Estado. ¿Qué
capital hay en este desventurado país, aparte de fábricas de una cerveza
discutible -recuerda la de la taberna del Mariachi de Robert Rodríguez-, harina
de maíz, ensambladoras quebradas, metalmecánicas ligeras, abastos de
portugueses y licorerías de ron? Son tontos de capirote, bucéfalos quienes
quieren destruir el capitalismo que no existe, como los cazadores que van
incasablemente a buscar el Yeti, y un español, César Pérez de Tudela, hasta
juró verlo en las montañas de Nepal en 1973 y casi que haber hablado con él.
Y como la mentecatez no es solo venezolana o
ibérica sino que está bien repartida, un japonés, el señor Takashi, anduvo
meses buscándolo apenas en 2008 en aquel frío. Pero igualmente hay quienes se
enfurecen hasta el paroxismo porque los líderes de la oposición no salen en una
especie de coro de mermados mentales a definirse capitalistas y "de
derecha", como si declararse hemipléjico intelectual tuviera algún sentido
político.
El término capitalismo se rechaza por falso, creación de uno de los
pensadores más brillantes y terribles que ha dado la Humanidad y cuya obra se
tradujo en la mayor cuota de sufrimiento imaginable tanto para los que lo
adversaron como quienes los siguieron. Popper habló de "la sociedad
abierta y sus enemigos". Esos son los que la llaman capitalista.
Carlos Raul Hernandez
carlosraulhernandez@gmail.com
@carlosraulher
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