lunes, 17 de noviembre de 2014

ROSALÍA MOROS DE BORREGALES, LA DEUDA CANCELADA

ROSALÍA MOROS DE BORREGALES
Había una vez un Rey que decidió hacer cuentas con sus siervos a quienes bondadosamente había prestado. Entonces, fue traído a él aquel cuya deuda era mayor. El siervo avergonzado le rogaba que le perdonase la deuda pero el Rey insistía en que fueran vendidas todas las posesiones del siervo a fin de saldar la deuda; pero el siervo se humilló, suplicándole al Rey que tuviera misericordia de él.

El Rey, conmovido por las súplicas de su siervo decidió perdonarle la deuda a su siervo. Entonces el siervo se fue agradecido, aliviado de aquel momento tan terrible que había vivido. Cuando aún iba en camino se encontró con un consiervo, quien le debía mucho dinero, aunque no tanto como lo que el Reyle acababa de perdonar a él.

Entonces, al ver a su deudor se asió de él, queriendo ahogarle le demandaba que le pagase lo que le debía. Su consiervo lloraba y gritaba rogándole que lo perdonase pidiéndole paciencia y prometiendo pagarle toda la deuda. Pero, este hombre a quien el Rey había perdonado endureció su corazón contra su compañero y lo entregó a las autoridades y éstas lo echaron a la cárcel.

Al ver esto los amigos y consiervos de aquel hombre fueron y le contaron al Rey lo sucedido. El Rey impresionado ante tal acto de injusticia mandó a que le trajesen a aquel hombre, le reprendió diciéndole:- te perdoné aquella deuda tan grande y tu no tuviste compasión de quien te adeudaba una ínfima parte de lo que te perdoné. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces, enojado, le entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

Vamos por la vida siendo perdonados, primero por todos quienes nos aman y, segundo por muchos otros que misericordiosos y tolerantes nos perdonan o pasan por alto nuestras ofensas. Sin embargo, cuando de perdonar  se trata, nosotros endurecemos nuestro corazón y archivamos la ofensa hasta que cobramos el último centavo. Pretendemos el regalo del perdón, pero nuestra soberbia se ha elevado a tal punto que no estamos dispuestos a tener misericordia de nadie; muy por el contrario, tomamos la venganza en nuestras manos para castigar a nuestros ofensores.

La clave para decidir por el perdón se haya en el hecho de que todos somos pecadores y no somos dignos de Dios. Sin embargo, Dios en su infinita fidelidad para con el ser humano mostró su misericordia a través de su hijo Jesucristo. Cuando Jesús sufrió la muerte de cruz derramó su sangre para saldar la deuda del pecado de toda la humanidad. El se convirtió en el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Cuando venimos a Dios con un corazón arrepentido, cuando creemos en El como nuestro Salvador, todos nuestros pecados son perdonados. La deuda que todos tenemos con Dios fue saldada por Cristo en la cruz. Entonces, al sabernos pecadores, sabemos que no somos merecedores de esa misericordia y, comenzamos a entender que de la misma manera en que fuimos perdonados somos llamados a perdonar a otros.

Termina la historia que Jesús refirió a sus discípulos diciendo: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”. MT. 18:23-35.

La misericordia de Dios hacia cada uno está, en muchos casos, condicionada a la misericordia que mostremos hacia nuestro prójimo.

Rosalía Moros de Borregales
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB

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