ANTONIO JOSÉ MONAGAS |
Pareciera mejor preocuparse no tanto por el
asunto de cómo se escribe la historia, sino cómo borrar lo que ella puede
evidenciar de no interpretarse con sentido democrático, de justicia y
tolerancia.
HISTORIA DE UN ABSURDO
La planificación del desarrollo, se instituye
como insumo social, político y económico. Su objetivo central se establece ante
la necesidad de elaborar cambios que aseguren posibilidades ciertas y
calculadas de progreso en los ámbitos que convocan al desarrollo integral. Sus
consideraciones buscan dirigir criterios técnicos que eviten confusiones al
momento de tomar decisiones por cuanto de esa manera pueden trazarse caminos
que se distancien de aquellos otros alineados con la práctica de un pensamiento
ideologizado y de un pensamiento único. En consecuencia, la planificación del
desarrollo se adviene a procesos que enfrenten la inmediatez y la improvisación
como fórmulas acusadas por el populismo para ganar espacios que luego abonan
con demagogia, corrupción y miseria.
Sin embargo, no ha sido nada fácil lograr que
los gobernantes de naciones rezagadas de los propósitos que persigue la
planificación del desarrollo económico y social, sus postulados y enfoques,
comprendan que sin sus métodos de monitoreo y procedimientos de investigación y
análisis de realidades confusas y dispersas, no podrían garantizar muchas de
las pretensiones que electoralmente prometen. De hecho, intenciones declaradas
alrededor de alcanzar realidades que se equiparen con las que considera cuando
habla de una “sociedad democrática, participativa, protagónica y pluricultural”
en un Estado de Derecho y de Justicia donde estén consolidados valores, deberes
y derechos fundamentales, sólo quedan como simples ofertas o palabras huecas.
En efecto, actuar alejado de lo que envuelve
a la planificación del desarrollo como instrumento de intervención de crisis
estructurales nacionales o regionales, crisis éstas que demuelen cualquier
intento precario de revertir anomalías económicas y sociales, particularmente,
conduce a encauzar un futuro colmado de graves y peligrosas insuficiencias y
carencias. Pero la obcecación de gobernantes incompetentes y soberbios, sólo
lleva al logro de realidades así. O sea, atiborradas de reveses,
contradicciones y caos. Y Venezuela, tristemente, se convirtió en eso. Es
decir, en una nación marcada por la descomposición de su ordenamiento jurídico
y de actuación frente al significado de sus capacidades y potencialidades
bastante confinadas por efecto de una impúdica y despótica represión
gubernamental cuyo estilo de acción excede lo establecido por preceptos
constitucionales que resguardan la vida, las libertades y la soberanía
nacional.
De alguna manera, estos acontecimientos será
recogidos por la historia. Pero si “la historia es la suma total de todas
aquellas cosas que hubieran podido evitarse”, como expresara Konrad Adenauer,
notable político alemán, flaco favor estaría haciéndosele al análisis político
contemporáneo toda vez que los susodichos hechos estarían revelando el carácter
contradictorio y pusilánime no sólo de la gestión de gobierno realizada para el
momento, sino de gobernantes que permitieron que las realidades se
descalabraran como en efecto ha sucedido. Y peor aún, tan cruda situación sigue
marcando el sombrío panorama que destaca el país. La violencia, la inflación,
la educación, el desempleo, el desabastecimiento, la falta de mantenimiento, la
polarización política, la baja calidad de vida, la agonizante productividad, el
retraso tecnológico, las inconsistentes políticas públicas, la colapsada
dependencia económica, la inseguridad jurídica, social y personal, son algunos
entre otros problemas que asfixian el discurrir de una patria que ya ni
siquiera es pues se perdió entre los aberrantes avatares que apalearon el
bienestar de los venezolanos.
Pareciera mejor preocuparse ahora no tanto por
el asunto de cómo se escribe la historia, sino cómo borrar lo que ella puede
evidenciar de no interpretarse con sentido democrático, de justicia y
tolerancia. Sobre todo, antes de advertir que lo que el país ha vivido estos
años de lo que va de siglo XXI, ha sido un ristra de retorcidos eventos cuyas
secuelas pudieran determinar que de ello se haga posible trazar la historia de
un absurdo.
VENTANA DE PAPEL
¿ELECCIONES A LO “REVOLUCIONARIO”?
La intolerancia sigue complicando el
ejercicio de la política en el país. El legado del extinto presidente pareciera
ser la motivación que incita la violencia de la cual se valen quienes se
arrogan algún grado de poder, para imponer el determinismo que la ofuscación y
la envidia promueven mediante actitudes de desvergonzada hostilidad y absoluta
arbitrariedad. Lo que se vivió el pasado miércoles 12 Noviembre, en el marco de
las elecciones estudiantiles convocadas para escoger los dirigentes que habrán
de dirigir los órganos de gobierno y cogobierno estudiantil en la Universidad
de Los Andes, fue tremendamente deplorable. Todo ello, expresión de una
rivalidad innecesaria entre facciones del mismo bando político alineado con la
oposición política venezolana. Pero también, producto de no pensar la
Universidad, sino la manifestación de intereses político-partidistas en
discordia.
Fue así como la intolerancia pudo más que el
sentido de sus discursos de algún contenido democrático que, sin duda, emocionó
y animó posturas. Pero sin conocimiento de lo que la democracia implica cuando
se tiene como blasón en el fragor de una lucha que demanda valores morales.
Quizás, el hecho de saber perdida a la representación del oficialismo, fungió
como razón, aunque bastante ligera, para pensar que ambos sectores podrían
tener igual suerte lo cual seria el iluso reflejo de un mágico resplandor. Pero
las realidades son inexorables, Más en estos tiempos de cambios torcidos donde
las verdades se ocultan y las mentiras se formalizan como criterios de
gobierno.
Es entonces cuando entre tanta oscuridad, la
vista de muchos que han hablado en nombre de las libertades y los derechos
humanos, se hizo miope alterándose actitudes y camuflándose comportamientos
para actuar en contra de lo que se ha pregonado en consonancia con los
principios que defienden la autonomía universitaria.
Fue ahí cuando el respeto se tornó un valor
ausente y la responsabilidad inexistente. Las pasiones se desbordaron y los
resentimientos tomaron cuerpo mercenario. Los ideales se deformaron y los
apetitos se exageraron. Total, lo que una vez se pretendió, se esfumó luego de
advertir el escándalo que devino del supuesto acto de democracia
político-electoral. Entonces, ¿quién ganó? Ni siquiera ganando una u otra
facción, no habrá ganado tampoco la democracia.
Después de la obligada repetición acordada para el 26-N, podrá decirse que estas elecciones estudiantiles las ganó la intransigencia en complicidad con el abuso, la violencia y la avidez. O acaso fueron simplemente unas ¿elecciones a lo “revolucionario”?
APESTOSO COMUNISMO
Cuando se entiende que la política es tan
subjetiva como cualquier sentimiento o aprehensión que pueda hacerse de la
vida, es porque se tienen claras posibilidades de discernir para entonces
elegir el mejor camino a seguir. Sin embargo, ello no es fácil. Se necesita
madurez intelectual. Pero además, cultura política y dichas condiciones no son
automáticas. Tampoco propias en toda persona. Se requiere tiempo, inteligencia
y sobre todo, conciencia. Aunque también mucho sentido común.
Por eso, a veces surgen quienes tienen el don
de la manipulación para sortear trabas sociales y de esa manera, engañar a
quienes son alcanzados por la mediocridad. O sea, por la mezquindad, la envidia
y el malsano egoísmo. Así se han levantados líderes políticos. La historia es
fiel testigo del daño que sus acciones e ideologías han causado. Estas se
estructuran a partir de “mucha propaganda y pocas realidades, de muchas
mentiras y muy pocas verdades” como bien afirma Germán Monzón Salas en la
entrega Nº 130 de su blog “Mirador Electrónico”.
Fidel Castro, es uno de ellos, por nombrar a
alguien que no sólo sigue vivo, sino que está muy cerca de Venezuela. Su
perversa influencia la alcanzó dejando los estragos que hoy se tienen y se
lamentan. Pero la pregunta es, ¿por qué fue Venezuela? Víctor Machado lo
explica en su escrito “El sueño de Fidel” cuando refiere que “ en la década de
los 60 del siglo pasado, Fidel Castro soñaba con un mundo globalizado por el
comunismo” lo que hizo que decidiera embarcarse en la aventura de “ayudar
primero a naciones latinoamericanas y africanas” por lo que contribuyó a la
organización de movimientos guerrilleros en esos países.
Basta con recordar los incidentes provocados
en el país entre 1960 y 1963. Machado asegura que “el sueño de Fidel ahora lo
entendemos con su activa participación en el actual modelo venezolano”. Todo
basado en un pensamiento único, en una doctrina política: el comunismo. Sólo
que ese sueño no ha podido realizarse porque el venezolano busca disfrutar sus
libertades, su individualidad. “No desea ser soldado de revolución, ni que lo
obliguen a ser colectivista”. Más, porque todo ello conduce a la peor miseria:
la del espíritu. Por eso el venezolano no quiere nada con el apestoso
comunismo.
“Los absurdos, como toda equivocación propia
de humanos, no deben exponer al escarnio a toda una nación. Por ello, la
ciencia política presta sus criterios y análisis de juicios históricos para
evitar errores que cometen gobernantes con cruda alevosía” AJMonagas
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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