Ubicando
algunas pistas…
En
Venezuela, el Banco Caracas y el Banco de Maracaibo, cuya expresión política
era el Partido Conservador, que representaba la clase dominante hasta la Guerra
de la Federación. Que también vivía bajo condiciones sencillas, dado el atraso
general existente en el país y a la escasez de recursos económicos de aquella
época. Basándose en sus vivencias,
Aguilera describe esa sociedad así:
“Dado
el movimiento comercial y la concentración de las importaciones y exportaciones en solo
cinco o seis firmas mercantiles, creeríase que nuestros comerciantes, ya que no
como príncipes, vivirían al menos como buenos burgueses; creeríase que debieran
tener una quinta, un quitrín, un caballo de regalo; mobiliario artístico,
fiestas y expansiones de familia; pero no es así, salvo excepciones que por
esta circunstancia son verdaderamente notables, el comerciante venezolano o
extranjero vive llorando, su mesa no pasa de sota, caballo y rey, o sean carne
frita, caraotas y arroz. Cuando no es este el programa, lo sabe todo el mundo,
y es verdad urbana la que testifica que en casa de don fulano se come bien.
Pocos de los que aseguran se habrán sentado a esa mesa, mas como en Venezuela
todo tiene su leyenda, cuando una de éstas encuentra aceptación, se hace
imperecedera. Raro será el comerciante
que no se permita el lujo de tener una cocinera, aunque generalmente, las
señoras, las cuñadas y algunas amigas pobres protegidas, hacen el servicio de
la casa; y quizás por esto será que los alemanes -los más propensos de los
extranjeros a contraer matrimonio- prefieren para esposas hijas del país, con
larga familia y sus chisgueticos de sangre negra.7 […] A pesar de tan modesta
vida el comerciante se ve a vapores para llevar su modesto presupuesto y tienen
que recurrir a medios que repugnan a su conciencia de filisteo: así, ellos
prestan al agricultor al 12 ó 18% anual; reciben las cosechas después que el
préstamo ha sido en dinero y la otra mitad en especies recargadas con 200 ó
300% y entonces cobra 3% de almacenaje y 5% de comisión; y luego pasan una
cuenta-venta en el cual la sisa llega muchas veces, no en todas, a los limites
del escándalo.8
7 Aguilera, Delfín A, Ob, citada, p, 51.
8 Aguilera, Delfín A, Ob, citada, p, 65.
Las
clases medias estaban constituidas de manera heterogénea por artesanos,
pequeños comerciantes al detal, campesinos libres, pequeños arrendatarios de
tierras, intelectuales y los escasos pequeños industriales, presente en
ciudades y en los campos y muy numerosa y depauperada.
La
clase obrera, que no pasaba de 50.000 personas en todo el país, desarrollaba su
actividad en algunas áreas que denotaban visos de los inicios del incipiente
desarrollo industrial, como las empresas de fabricación de hilados y tejidos
(Palo Grande en caracas y Branher en Valencia), fábricas de sombreros
(Maracaibo, Carora y Caracas), de Velas y jabones, de botellas (Caracas),
Cervecerías, Aserraderos, de Pastas italianas, plantas eléctricas para el
alumbrado, de Cemento (La Vega en Caracas), Alpargatas (Barquisimeto, etc.),
líneas de tranvías eléctricos urbanos,
así como de la red ferroviaria de vías cortas y estrechas que unían a los
centros de producción agrícola con los puertos desembarque al exterior, tales
como las líneas Caracas-Valencia, Barquisimeto-Tucacas, Valencia-Puerto
Cabello, Caracas-La Guaira, Río Chico-Carenero, Estación Táchira-Encontrados,
El Vigía-Santa Bárbara, y, la de Motatán-La Ceiba. Esta producción agrícola,
desarrollada en los grandes latifundios semi-feudales, estaba asentada en la
producción de productos, principalmente, de café y cacao, destinados a la
exportación hacia los grandes países industrializados: Inglaterra, Francia y
Estados Unidos, financiadas por las grandes casas mercantiles que acaparaban
las cosechas para realizar la actividad propia de exportación, las cuales al
desarrollar ciertas actividades crediticias, consistentes en mercaderías para
el pago de los trabajadores, y en dinero efectivo, se comportaban como bancos y
en cierta manera ejercían su dominio sobre la clase de propietarios de la
tierra, de origen extranjero: Blohn (Ciudad Bolívar y en toda la República),
Boulton (Caracas), Kolster (Puerto Cabello y Valencia), Breuer Möller, Van
Diesel Rhode, Bekman, Oliva Rivoli (en Maracaibo), Angeli, De Luca y otros de
origen corso asentadas en Carúpano (negociantes de cacao)
Rangel
señala al respecto que:
“Eran
ellas un pequeño complejo mercantil que iba de la adquisición de la cosecha a
la venta de productos extranjeros pasando por las operaciones de crédito.
Bodegón para los productos de la comarca que allí encontraban comprador,
mostrador de mercancías europeas y banco sui generis, cada casa era una especie
de enciclopedia comercial. Pertenecían a un mundo superior por el desarrollo de
las ideas, por la novedad de las técnicas, por la fineza de los recursos. Sin
proponérselo, esas casas elevaron el nivel cultural en un campo que como el
comercio “entraba” por los ojos de toda persona. Casas como Breuer Möller, Van
Dissel, Steinvorth fueron factores evidentes de progreso pese al carácter
monopólico y las practicas rapaces que no podían eludir dada su jerarquía
eminente en la región. Un comercio que se realizaba con Hamburgo, Nueva York,
El Havre en relación casi diaria, tenía que ejercer influencias renovadoras en
el medio circundante”.
A
la situación agrícola descrita y la de las clases sociales, se sumaba el
problema de la deuda externa que heredó Cipriano Castro de 189 millones de
bolívares, que nos permite afirmar que la situación económica del país estaba
caracterizada por una profunda crisis económica derivada de los bajos precios
de los artículos de exportación venezolanos y de la contracción del mercado mundial,
cuya prolongación incidirá de manera significativa en las sacudidas políticas
acaecidas en el país, por la inestabilidad que los efectos de la crisis
introducen en todas las relaciones sociales que afectan tanto a los sectores
dominantes como de los trabajadores, cuyo cuadro se va a prolongar hasta el año
1914, habida cuenta de la ineficiencia que es característica genético-evolutiva
de toda actuación militar en el ejercicio del gobierno. También es menester
señalar que Cipriano Castro representaba los intereses de los campesinos ricos
y de las clases medias urbanas del estado Táchira, agrupadas en el Partido
Liberal Restaurador, que en lo nacional eran los mismos intereses que
representaban el Partido Liberal Nacionalista del general José Manuel Hernández,
“el Mocho”. Por supuesto, es bien conocida la ley de la política que en un
mismo patio no pueden cantar al mismo tiempo dos gallos.
Por
todos aquellos elementos del poder ya descritos, en ese momento, tenía
expresiones inimaginables hoy día.
Cipriano
Castro había heredado una situación económica caótica a causa de las malas
administraciones anteriores, de las guerras civiles y de la crisis económica
mundial evidenciada desde 1897. Estaba frente a un cuadro económico grave que
se prolongará en el país hasta 1914 (cuando ya el General Café no estaba en el
poder y hacía su entrada el General Petróleo a cuya cabeza se enervaba el
Cachorro del imperialismo). Sabe, además, que el reto es grande y que sobre él
pesa esa sentencia que Cicerón recomendaba en el año 55 a. C.- en la Roma
imperial de ese entonces, que había aprendido en el seminario de Pamplona,
acerca de lo que debe ser una buena gestión de gobierno, dictada por la lógica
común, simple y elemental:
“El
presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda
pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe
ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que
Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en
lugar de vivir a costa del Estado”.
Como
bien lo señala Matos,
“Nuestro
país fue, hasta años después de iniciarse la dictadura de Juan Vicente Gómez,
un comprador de mercaderías en la naciones industrializadas que equilibraba su
balanza comercial con el valor de de la producción agro-pecuaria vendida en los
mercados internacionales”.
Si
analizamos las Memorias y Cuentas anuales del Banco Central de Venezuela desde
esa época hasta el presente veremos que el problema sigue incólume.
El
otro problema está vinculado al comercio distribuidor en Venezuela, en materia
de bienes producidos en el país (caveros en la mafia del pescado,
transportistas en materia de vegetales que actúan bajo el eje pernicioso del
Mercado Mayor de Coche o Bolsa de valores de los Alimentos, y MERCABAR de
Barquisimeto, como marcador y a de lo que Coche pautó.
Veamos
algunas consideraciones para que lo anterior expuesto tenga justificación se
instituyen una serie de trabajos, escritos, propuestas, en fin, la base
ideológica sobre la que se levanta la praxis imperial. Briceño Iragorri
certeramente deja establecida la explicación de ello al condenar el libre
comercio.
…
el libre comercio tiene excelentes defensores en los tratadistas ingleses y
norteamericanos, porque es favorable a los planes del imperialismo.
Una
demostración evidente la constituye la teoría formulada por uno de los máximos
representantes del neomaltusianismo, William Vogt, quién condena “los intentos
de autosuficiencia nacional”, el “movimiento para levantar industrias locales”
y la “protección que se da a éstas industrias con barreras arancelarias” . En
nuestro país, el autor de marras tendrá en el doctor Arturo Uslar Pietri su más
decidido publicista y contemporalizador, tal como se puede apreciar en su libro
“De una a otra Venezuela”, dónde las alabanzas se elevan muy en alto por sobre
el nivel del intelecto. Pero será Briceño Iragorri quién nos explicará el
proceso que va desde la autosuficiencia a la dependencia, en los siguientes
términos:
Pero
los pueblos antiguos se bastaban a sí mismos. Las ciudades viejas tenían
reglado y seguro el nutrimiento. Las ciudades de hoy tienen que comprar fuera
de casa sus vituallas. Por ello, nuestra libertad está en extrañas manos.
Precisamente
esas extrañas manos precisan de cuatro, las del imperialismo exterior y la de
quienes dentro de un país, así lo permiten. De manera insistente se ha dicho
que todo imperialismo requiere para implantar su dominación en los países de su
periferia, de la colaboración interna; un enclave interno. Así nos lo refiere
este católico practicante:
El
gran comercio distribuidor, así esté en manos criollas, obra, en último
análisis, como mero agente de la industria extranjera y como enemigo potencial
de la riqueza vernácula, cuando en guerra de precios impide o detiene la
producción de artículos de la tierra.
Ese
comercio distribuidor en manos criollas señalado por Briceño Iragorri, lo lleva
a definir a la clase dominante en estos términos:
Nuestra
infecunda oligarquía, condenada hoy, como consecuencia de su entreguismo, a
lisonjea y servir también a los intereses del poder y del capital
extranjero (Le daremos continuidad en
una próxima entrega).
Pedro
R. Garcia M.
pgpgarcia5@gmail.com
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