Es natural que mucha gente se sienta
desconcertada, sorprendida e indignada con lo que está ocurriendo en el país.
No entienden por qué tanta gente apoya
al peor gobierno que hemos tenido a lo largo de la historia.
Es inexplicable que toda esa gente no vea lo
que ven los demás, la desastrosa conducción política de los últimos dieciséis
años. Una gestión gubernamental que, de manera visible e imposible de ocultar,
ha llevado el país a la ruina, o muy cerca de ella, de suerte que todos los
graves males de la llamada cuarta república no solo se han mantenido, sino que
se han agravado considerablemente.
Esto es en particular notorio en algunos
aspectos, como la corrupción, que hoy ha
alcanzado unos niveles inauditos. Y es solo un ejemplo, mas no es el único
flagelo de la actual administración pública.
Lo que sí me parece injusto es que se
pretenda echar sobre los hombros del pueblo la culpa de lo que ocurre, por
“aceptar” la presencia de un gobierno de tal tipo. Hay quienes dicen que el
pueblo venezolano es cobarde, inmoral, irresponsable, por haber permitido la
permanencia de tal gobierno sin hacer nada por quitárselo de encima.
La historia desmiente esas apreciaciones.
Quienes así opinan olvidan que el gobierno,
cualquiera que sea su signo, tiene todos los recursos para mantenerse en
el poder. A partir de noviembre de 1952, cuando la dictadura pérezjimenista
cometió el más grande fraude electoral que
hayamos conocido, el pueblo venezolano entró en una etapa de inmovilidad
ante los desmanes de la dictadura, de modo que cualquiera podría pensar que
estaba conforme con ella y la apoyaba. El 1º de enero de ese año nadie
sospechaba que el gobierno estaba en
dificultades, y por eso sorprendió a todo el mundo el alzamiento de la
Aviación, rápidamente frustrado. Aunque todo el pueblo lo celebró en sus casas,
nadie salió a apoyar a los aviadores insurrectos. Sin embargo, veintiún días después,
el 21 de enero, el pueblo de Caracas –el resto del país permaneció alerta, pero
en paz– se lanzó a las calles, declaró la huelga general y obligó a los
militares opuestos a Pérez Jiménez a manifestarle su repudio, ante lo cual el
dictador no tuvo otra salida que huir del país.
La política tiene su dinámica propia, y en
ella los hechos no ocurren cuando la gente
quiere que ocurran o cree que deben ocurrir. Pero ocurren, a su debido
tiempo y dentro de sus circunstancias.
Si de algo puede estar seguro el pueblo venezolano es de que un gobierno como
el actual no puede durar indefinidamente. Su caída, de una u otra manera, es
inevitable. Lo impredecible es cómo y cuándo.
Gregorio Alexis Márquez Rodríguez.
sabanaguan@yahoo.com
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