No justifico, bajo
ninguna circunstancia, la instalación de las captahuellas en los automercados.
No son la solución al negocio redondo que tienen los buhoneros, revendedores y
contrabandistas con los productos regulados. Concuerdo con quienes piensan que
esto sólo afectará al más “zoquete” -y uso esta palabra para darle un
calificativo “sutil” a quien realmente termina pagando las consecuencias de
estos inventos necios del gobierno, mientras los demás, los que tienen la
rosca, siguen haciendo de las suyas.
Los buhoneros de Petare, una vez
instaladas las captahuellas, seguirán vendiendo azúcar, harina de maíz, aceite,
café y todo lo que no encontramos, a los precios que les dé la gana. Esa es una
actividad lucrativa en la que muchos tienen la mano metida. El asunto es que
por más que el régimen quiera disfrazarlas con nombres rimbombantes como Plan
de Abastecimiento Seguro, este es otro paso, que nos acerca aceleradamente, a
la cubanización y sovietización. ¿Acaso hay algo más comunista que el
racionamiento de la comida y medicamentos? Comprar las cantidades que el
desgobierno imponga no es más que la implantación de los emblemas de estos
regímenes totalitarios.
Pero, una vez más debo confesarles que recordé a Cantinflas –con el perdón del respetado Cantinflas- cuando leí las declaraciones de Iván Bello, el ministro de Alimentación, tratando de explicar cómo funcionarían las captahuellas en las redes de supermercados públicos y privados. El gobierno, según dijo el ministro, lanzará un plan piloto, que ya está listo, e incluye a 1500 captahuellas de Abastecimiento Seguro, las cuales cruzarán la información sobre las compras; pero, sin que implique limitación alguna. A ver, entonces, ¿quién explica esto? Y cito a Bello: “no se va a limitar la compra, simplemente, si alguien hace compras por encima de lo esperado se prenden las alertas, y va a ser llamado luego por la Superintendencia de Precios Justos”. ¿Qué es por encima de lo esperado? ¿Cómo se prenden las alarmas? ¿Habrá multas, sanciones, más chanchullos, cárcel, torturas y desapariciones?
Por eso se me ocurrió
que, en realidad, lo que necesitamos urgentemente, en vista del empecinamiento
de esta gente en imponer la tarjeta de racionamiento –perdón, las captahuellas-
es que ya instaladas las maquinitas en los mercados, el CNE adelante las elecciones
y sume a estos establecimientos como centros electorales. Que ya no sean sólo
los colegios a donde vayamos a votar. ¡Vamos al Bicentenario, a Mercal o al
Gama o al Plazas! Y así “matamos dos pájaros de una pedrada”: compramos lo que
haya y ejercemos nuestro derecho al voto. ¿Cuándo es que son las próximas? ¿En
diciembre 2015? ¡Pero, para qué esperar tanto! Necesitamos adelantar las
elecciones ya; total, la dirigencia opositora nos ha demostrado que es buena
solo para eso y el gobierno, durante las contiendas electorales, empeña hasta
el alma para invertir en la campaña, lanzar jingles contagiosos y comprar votos
–disculpen de nuevo el error; donde dice “comprar votos” quise decir “invertir
los recursos del Estado”.
Venezuela está en estado de coma. Desahuciada. Con escasos signos vitales. Sin embargo, hemos visto que, cuando tenemos elecciones –de lo que sea- como que “medio reaccionamos y disfrutamos”. Entonces, ¿por qué no adelantar los comicios? ¿Por qué no aprovechar las captahuellas de los mercados que, al final, no limitarán las compras pero, si prenderán alarmas? Los psicólogos y psiquiatras no dejan de alertar sobre la depresión, pánico y estrés que estamos viviendo producto de esta situación sin precedentes; quizá nos aliente y renueve la esperanza la “fiesta electoral” a la que nos tienen acostumbrados tanto los del gobierno como los dueños de la MUD. Insisto: la dirigencia opositora es buena solo en eso, en participar en elecciones. Y está más que demostrado que al gobierno también le gusta ganar, a como dé lugar, los comicios.
La política
informativa de Venezuela es la política de la confusión. De la incertidumbre.
Gobierno y dirigentes opositores necesitan que estemos confundidos. Mantenernos
intrigados porque en esa medida permaneceremos sumisos. Ocupados tratando de
sobrevivir. Los venezolanos tenemos que reaccionar. ¿A qué nos estamos
acostumbrando? ¿A hacer colas sin saber lo que va a llegar al automercado? ¿A
dar vueltas para encontrar medicinas, comida, productos de aseo personal y de
limpieza? ¿Vamos a seguir mansos, en fila india, para recibir dos kilos de
azúcar y tres frascos de aceite? La tragedia nos rodea por todos lados. Somos
una sociedad cada vez más enferma. Por eso quizá, como catalizador social,
necesitamos urgente unas elecciones porque nos ocuparíamos de la contienda
electoral y nos olvidaríamos, por un rato, de este drama.
Y concluyo haciendo
mía la preocupación del Grupo de los 20 cuyos integrantes advirtieron que la
crisis, entre otras razones, es porque el país carece de políticas
inteligentemente diseñadas que cambien la realidad social. Venezuela puede
llegar a un desenlace alejado de la paz y de valores democráticos. No hay
gobierno; pero, tampoco oposición. El deterioro institucional es más que
evidente. Lo grave es que, mientras no haya un gobierno serio que diseñe
políticas coherentes para lograr el progreso, y la oposición no logre cohesión
y conexión, los venezolanos seguiremos haciendo colas para poner el dedo en las
captahuellas de los mercados y tal vez, más adelante, incluso elegir a los
mismos mequetrefes de siempre.
José Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1
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