Esta
presumida “revolución pacífica”, lejos del proyecto ideológico ostentado y
sustentado en una hipotética “democracia participativa”, sólo ha dejado ver el
terror de la maquinaria del Estado absoluto contra el ciudadano.
Los
tiempos de revolución, son extremadamente exigentes. Hay quienes dirían, tiempos
encendidos dado el carácter irascible que sus días pueden tomar. Arrojan
resultados que no siempre se corresponden con los objetivos originariamente
trazados. Así ha sido a lo largo de las distintas revoluciones que han
caracterizado el devenir político del mundo. Aunque si bien podría inferirse
que en sus causas hay semejanzas, no hay duda de que sus desarrollos han sido
distintos. Al menos, es lo que se colige de revoluciones que marcaron la manera
de acuciar procesos sociales y económicos en la esfera política internacional.
La Revolución Francesa, la Revolución Inglesa, la Revolución Mexicana o lo que
aconteció en el plano de la Independencia de los Estado Unidos, fueron hechos
que trascendieron su tiempo. Pero de ahí, a hablar de la revolución pretendida
por el régimen de fuerza venezolano, es un verdadero exabrupto.
La mal llamada “revolución bolivariana” no ha sido más que la enmascarada intención de revertir el cuadro de problemas que, en 1998, padecía Venezuela a consecuencia de la “antipolítica” o concepción amañada de aquella situación que desconoce a la política como el eje sobre el cual se fundamenta la ciudadanía y que tergiversó perversamente su praxis. En el curso de su realidad, esta disparatada revolución produjo el colapso de instituciones emblemáticas del país. No conforme con descarrilar la democracia hasta entonces alcanzada, incitó la polarización de la sociedad lo que devino en conflictos cuyos niveles de violencia han mancillado derechos fundamentales y estremecido sentimientos nacionales.
Tan
presumida “revolución pacífica”, lejos del proyecto ideológico ostentado,
sustentado en una hipotética “democracia participativa”, sólo ha dejado ver el
terror de la maquinaria del Estado absoluto contra el ciudadano. Ha utilizado
su poder para descuajar esperanzas, someter voluntades y desairar propuestas
indicativas de la capacidad de una nación forjada con valores morales y con
sentido de libertad.
En
el fragor de lo que ha significado esta “revolución” a la que muchos denominan
“robolución”, cuyos resultados llevaron el país a los desnudos momentos de
épocas teñidas de sangre y tejidas de miseria viva, sus conductores han actuado
disfrazados de “demócratas” sin entender que sus pretensiones daban al traste
con exigencias de paradigmas alineados con el pluralismo político y el
desarrollo económico y social. Sus gobernantes, se empeñaron en manejarse con
un lenguaje de odio que animó la naturalización de conductas pusilánimes que
indujeron a que altos funcionarios se permitieran actitudes vergonzosas
alejadas de todo condición de dignidad, ecuanimidad y respeto al otro.
Al
término del primer año de gobierno, luego de la desaparición del protagonista
de tan deplorable espectáculo de circo de orilla, la crisis política, económica
y social que ya venía haciendo aguas, alcanzó su paroxismo. La maltrecha
retórica presidencial actual, cargada de eufemismos, sarcasmos y humillaciones,
además de referencias de una historia engañosamente inventada, contribuyó para
que el país se desfigurara bajo la égida de la anarquía y de la violencia
solapadamente promovida por personajes del nauseabundo oficialismo. Tanto que
hoy se habla de Venezuela por sus muertos, heridos por la represión
oficialista, desaparecidos, torturados, presos políticos, expropiaciones
gubernamentales y niveles de corrupción, inflación y hasta de contaminación
atmosférica por gases lacrimógenos empleado por acción de la coerción en nombre
de la presunta estabilidad del régimen.
Ahora,
después de tanto maltrato, es necesario movilizar la sociedad hacia derroteros
en los que pueda respirarse aires propios de un sistema político ciertamente
democrático. De esa forma, podrá rescatarse el sentido de la política de ese
atolladero en que está sumida por causa de la mezquindad e inmoralidad de quienes
desde el alto poder actúan como valentones y fanfarrones. Pero que finalmente
no son más que un puñado de “cobardones”.
VENTANA
DE PAPEL
“UNIDOS
SIEMPRE, SEPARADOS NUNCA”
Los
problemas que asfixian al país, han avivado importantes reflexiones algunas de
las cuales son dignas de hacerlas del conocimiento de todos. Más, de cuantos
puedan interesarse en concienciar la magnitud de los hechos que conmueven al
país político en general. La opinión del estudiante universitario, Carlos
González Seclén, es una de ellas.
Por
esta razón, su pensamiento debe lanzarse a los cuatro vientos para que sirva de
norte a otros jóvenes igualmente preocupados por la situación que vive
Venezuela. Así, González Seclén escribe: “Sobrevivir en un país en el cual los
gobernantes no le garanticen a la Nación condiciones de vida que permitan
crecer con dignidad, no es propio de la tierra que dio vida al Libertador Simón
Bolívar (…) Estos responsables de lo público, no aceptan sus errores. No
reconocer que esos problemas fueron causados por la aplicación de un modelo
político-económico que combina control centralizado e injerencia excesiva del
Ejecutivo en todos los ámbitos de la vida republicana, es apostar a la
descomposición nacional (…) Pero el problema central está en resolver la
pregunta de ¿cómo salir de tan enrevesado laberinto? La principal solución es
la concienciación del pueblo que más carece de recursos. Asimismo, tenemos la
obligación de elaborar un mensaje que todos puedan entender para que así
participen en las protestas y entiendan que la inflación, las devaluaciones, la
inseguridad y la escasez afecta a todos por igual (…) Ya basta de lo mismo.
Exigir la destitución de los gobernantes, sean de cualquier tendencia política,
es lo que se exige. Lo que no sirve se bota. Lo que puede reciclarse, se
recicla (…) Ya todos saben que el gobierno maneja grupos armados de choque para
frenar las protestas pacíficas y el clamor de libertad de la Nación (…) Debemos
ser más inteligentes atrayendo la simpatía de las FF.AA. hacia nosotros pues
sus miembros son igualmente ciudadanos y pertenecen a sectores populares (…)
Todos sabemos que hemos perdido gradualmente la soberanía política y
territorial del país. Para su rescate, tenemos que asumir los principios
democráticos suscritos por la Constitución, para reestablecer la concepción de
República. Por ello necesitamos un pueblo unido que incluya también a las FANB.
Sólo así saldremos adelante como Nación”. El clamor de Carlos González Seclén,
motiva a razonar con sentido social y político de unidad nacional. Es así sus
palabras finales apuntan a actuar: “Unidos siempre, separados nunca”.
COLOR
DE HORMIGA
La
situación política nacional, es sumamente difícil. Las contrariedades surgen de
todos lados. Afectan por igual el desenvolvimiento de la sociedad venezolana.
Sólo que las incitadas por las equivocaciones del régimen, tienen mayor peso.
Lo que desde el poder central quiso en principio lograrse, devino en graves
problemas. Por ejemplo, el liderazgo del presidente, nunca pudo llegar a buen
término. Al parecer, hay contingentes militares que comenzaron a cuestionar sus
decisiones. Igual con las que despóticamente ha adoptado la cúpula del partido
de gobierno.
Y
es que luce fuera de toda realidad, a la luz del siglo XXI, la asfixia que se
ha pretendido contra los medios de comunicación. Toda esta situación, ha
generado agudas contradicciones dentro del alto gobierno. Las torpezas se han
asumido como pautas para seguir adelante en medio de un empeño político que no
consigue su norte. Que no “da pié con bola”. Las violaciones de los derechos
humanos, la violencia por parte de hordas de motomalandros reivindicadas por el
régimen, la testarudez de dirigentes, son algunas de las razones que han
debilitado lo poco que inicialmente pudo pensarse como gestión gubernamental.
Esto ha provocado que Venezuela haya alcanzado una pésima imagen a nivel
internacional. Por eso las protestas tienen el mejor asidero y la más contundente
razón. La injerencia del castro-comunismo, es inconcebible. Pero ahí está
asomando sus desastrosos resultados. Por donde pueda observarse, el país se ve
desbaratado.
Quien
suponga que el régimen quiere dialogar, se equivoca. Estos gobernantes están aterrados.
Sólo creen lo de “rodilla en tierra”. O sea, en venezolanos sumisos y callados.
Y eso jamás podrá lograrse. Aunque el régimen continuará insistiendo en su
perversión, no podrá disimular el agotamiento que hay en su estructura y la
fragilidad de las finanzas públicas. Sin duda, la situación no es nada fácil.
Todo luce color de hormiga.
“La política se desacredita cuando el político asume una actitud egoísta, propia de quien no reconoce en la tolerancia la virtud necesaria para la convivencia democrática” AJMonagas
Antonio
Jose Monagas
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