domingo, 30 de marzo de 2014

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ¡¡COBARDONES!!, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL

Esta presumida “revolución pacífica”, lejos del proyecto ideológico ostentado y sustentado en una hipotética “democracia participativa”, sólo ha dejado ver el terror de la maquinaria del Estado absoluto contra el ciudadano.

Los tiempos de revolución, son extremadamente exigentes. Hay quienes dirían, tiempos encendidos dado el carácter irascible que sus días pueden tomar. Arrojan resultados que no siempre se corresponden con los objetivos originariamente trazados. Así ha sido a lo largo de las distintas revoluciones que han caracterizado el devenir político del mundo. Aunque si bien podría inferirse que en sus causas hay semejanzas, no hay duda de que sus desarrollos han sido distintos. Al menos, es lo que se colige de revoluciones que marcaron la manera de acuciar procesos sociales y económicos en la esfera política internacional. La Revolución Francesa, la Revolución Inglesa, la Revolución Mexicana o lo que aconteció en el plano de la Independencia de los Estado Unidos, fueron hechos que trascendieron su tiempo. Pero de ahí, a hablar de la revolución pretendida por el régimen de fuerza venezolano, es un verdadero exabrupto.

La mal llamada “revolución bolivariana” no ha sido más que la enmascarada intención de revertir el cuadro de problemas que, en 1998, padecía Venezuela a consecuencia de la “antipolítica” o concepción amañada de aquella situación que desconoce a la política como el eje sobre el cual se fundamenta la ciudadanía y que tergiversó perversamente su praxis. En el curso de su realidad, esta disparatada revolución produjo el colapso de instituciones emblemáticas del país. No conforme con descarrilar la democracia hasta entonces alcanzada, incitó la polarización de la sociedad lo que devino en conflictos cuyos niveles de violencia han mancillado derechos fundamentales y estremecido sentimientos nacionales.

Tan presumida “revolución pacífica”, lejos del proyecto ideológico ostentado, sustentado en una hipotética “democracia participativa”, sólo ha dejado ver el terror de la maquinaria del Estado absoluto contra el ciudadano. Ha utilizado su poder para descuajar esperanzas, someter voluntades y desairar propuestas indicativas de la capacidad de una nación forjada con valores morales y con sentido de libertad.

En el fragor de lo que ha significado esta “revolución” a la que muchos denominan “robolución”, cuyos resultados llevaron el país a los desnudos momentos de épocas teñidas de sangre y tejidas de miseria viva, sus conductores han actuado disfrazados de “demócratas” sin entender que sus pretensiones daban al traste con exigencias de paradigmas alineados con el pluralismo político y el desarrollo económico y social. Sus gobernantes, se empeñaron en manejarse con un lenguaje de odio que animó la naturalización de conductas pusilánimes que indujeron a que altos funcionarios se permitieran actitudes vergonzosas alejadas de todo condición de dignidad, ecuanimidad y respeto al otro.

Al término del primer año de gobierno, luego de la desaparición del protagonista de tan deplorable espectáculo de circo de orilla, la crisis política, económica y social que ya venía haciendo aguas, alcanzó su paroxismo. La maltrecha retórica presidencial actual, cargada de eufemismos, sarcasmos y humillaciones, además de referencias de una historia engañosamente inventada, contribuyó para que el país se desfigurara bajo la égida de la anarquía y de la violencia solapadamente promovida por personajes del nauseabundo oficialismo. Tanto que hoy se habla de Venezuela por sus muertos, heridos por la represión oficialista, desaparecidos, torturados, presos políticos, expropiaciones gubernamentales y niveles de corrupción, inflación y hasta de contaminación atmosférica por gases lacrimógenos empleado por acción de la coerción en nombre de la presunta estabilidad del régimen.

Ahora, después de tanto maltrato, es necesario movilizar la sociedad hacia derroteros en los que pueda respirarse aires propios de un sistema político ciertamente democrático. De esa forma, podrá rescatarse el sentido de la política de ese atolladero en que está sumida por causa de la mezquindad e inmoralidad de quienes desde el alto poder actúan como valentones y fanfarrones. Pero que finalmente no son más que un puñado de “cobardones”.

VENTANA DE PAPEL

“UNIDOS SIEMPRE, SEPARADOS NUNCA”

Los problemas que asfixian al país, han avivado importantes reflexiones algunas de las cuales son dignas de hacerlas del conocimiento de todos. Más, de cuantos puedan interesarse en concienciar la magnitud de los hechos que conmueven al país político en general. La opinión del estudiante universitario, Carlos González Seclén, es una de ellas.

Por esta razón, su pensamiento debe lanzarse a los cuatro vientos para que sirva de norte a otros jóvenes igualmente preocupados por la situación que vive Venezuela. Así, González Seclén escribe: “Sobrevivir en un país en el cual los gobernantes no le garanticen a la Nación condiciones de vida que permitan crecer con dignidad, no es propio de la tierra que dio vida al Libertador Simón Bolívar (…) Estos responsables de lo público, no aceptan sus errores. No reconocer que esos problemas fueron causados por la aplicación de un modelo político-económico que combina control centralizado e injerencia excesiva del Ejecutivo en todos los ámbitos de la vida republicana, es apostar a la descomposición nacional (…) Pero el problema central está en resolver la pregunta de ¿cómo salir de tan enrevesado laberinto? La principal solución es la concienciación del pueblo que más carece de recursos. Asimismo, tenemos la obligación de elaborar un mensaje que todos puedan entender para que así participen en las protestas y entiendan que la inflación, las devaluaciones, la inseguridad y la escasez afecta a todos por igual (…) Ya basta de lo mismo. Exigir la destitución de los gobernantes, sean de cualquier tendencia política, es lo que se exige. Lo que no sirve se bota. Lo que puede reciclarse, se recicla (…) Ya todos saben que el gobierno maneja grupos armados de choque para frenar las protestas pacíficas y el clamor de libertad de la Nación (…) Debemos ser más inteligentes atrayendo la simpatía de las FF.AA. hacia nosotros pues sus miembros son igualmente ciudadanos y pertenecen a sectores populares (…) Todos sabemos que hemos perdido gradualmente la soberanía política y territorial del país. Para su rescate, tenemos que asumir los principios democráticos suscritos por la Constitución, para reestablecer la concepción de República. Por ello necesitamos un pueblo unido que incluya también a las FANB. Sólo así saldremos adelante como Nación”. El clamor de Carlos González Seclén, motiva a razonar con sentido social y político de unidad nacional. Es así sus palabras finales apuntan a actuar: “Unidos siempre, separados nunca”.

COLOR DE HORMIGA

La situación política nacional, es sumamente difícil. Las contrariedades surgen de todos lados. Afectan por igual el desenvolvimiento de la sociedad venezolana. Sólo que las incitadas por las equivocaciones del régimen, tienen mayor peso. Lo que desde el poder central quiso en principio lograrse, devino en graves problemas. Por ejemplo, el liderazgo del presidente, nunca pudo llegar a buen término. Al parecer, hay contingentes militares que comenzaron a cuestionar sus decisiones. Igual con las que despóticamente ha adoptado la cúpula del partido de gobierno.

Y es que luce fuera de toda realidad, a la luz del siglo XXI, la asfixia que se ha pretendido contra los medios de comunicación. Toda esta situación, ha generado agudas contradicciones dentro del alto gobierno. Las torpezas se han asumido como pautas para seguir adelante en medio de un empeño político que no consigue su norte. Que no “da pié con bola”. Las violaciones de los derechos humanos, la violencia por parte de hordas de motomalandros reivindicadas por el régimen, la testarudez de dirigentes, son algunas de las razones que han debilitado lo poco que inicialmente pudo pensarse como gestión gubernamental. Esto ha provocado que Venezuela haya alcanzado una pésima imagen a nivel internacional. Por eso las protestas tienen el mejor asidero y la más contundente razón. La injerencia del castro-comunismo, es inconcebible. Pero ahí está asomando sus desastrosos resultados. Por donde pueda observarse, el país se ve desbaratado.

Quien suponga que el régimen quiere dialogar, se equivoca. Estos gobernantes están aterrados. Sólo creen lo de “rodilla en tierra”. O sea, en venezolanos sumisos y callados. Y eso jamás podrá lograrse. Aunque el régimen continuará insistiendo en su perversión, no podrá disimular el agotamiento que hay en su estructura y la fragilidad de las finanzas públicas. Sin duda, la situación no es nada fácil. Todo luce color de hormiga.

“La política se desacredita cuando el político asume una actitud egoísta, propia de quien no reconoce en la tolerancia la virtud necesaria para la convivencia democrática” AJMonagas

Antonio Jose Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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