Ahí
estaba yo, en plena colota, con la radio prendida en una de esas estaciones que
todavía se resisten al joropo mezclado con loas a la revolución. Daban y
comentaban noticias, como antes. Reportaban el número de muertos del fin de
semana.
Bueno, era un número estimado por los periodistas de la fuente, quienes
tienen una especie de contador portátil, doble dígito, en la puerta de la morgue,
porque las estadísticas oficiales hace años que no se publican, bajo la tesis
de que si no se reportan oficialmente los homicidios, estos no ocurrieron. Algo
parecido a la desaparición de las estadísticas del BCV, que no publicarlas
creen que resulta más eficiente que la política económica para aniquilar la
inflación, la depresión, la escasez y la desinversión.
Luego
vino el tema de los secuestros. Dar una cifra ahí es más atrevido, puesto que
las denuncias son mínimas ya que las víctimas prefieren no hacerlo, con el
argumento racional de que no está claro si el funcionario receptor es
precisamente una de esas voces que daban instrucciones remotas en la radio con
la que se comunicaban los secuestradores, mientras tú vas tirado en el suelo,
con los pies de un malandro en tu espalda para que no te muevas mientras pasan
una de esas alcabalas móviles, que cumplen una función tan efectiva como la
propaganda oficial que invita a no comprar productos para almacenar en casa,
mientras el Gobierno indica que no le dará más divisas a esos "oligarcas
imperialistas" que son los únicos que las producen o importan.
Por
cierto, me enteré que ahora se están haciendo secuestros múltiples, que
consisten en meter diferentes secuestrados en el mismo carro. Me luce que están
inspirados en el Facebook, porque ahora tienes la oportunidad de encontrarte
con un viejo amigo del colegio que no veías desde la graduación, y ahí, en
susurro, le lanzas el típico: " ¿qué más pana, cómo está la vaina? Tiempo
sin verte".
El
programa derivó al área económica, analizando las nuevas medidas, que no han
pasado de enunciados generales de intervencionismo y control. Interesante, toda
vez que es ese intervencionismo la causa de las distorsiones que ahora
pretenden tapar con más controles y que tendrán que maquillar después con más y
más y más, hasta que explote.
No
les han pagado la deuda a las empresas de alimentos para reponer las divisas
usadas para importar mercancías que ya fueron vendidas con precios regulados y
más auditadas que crupier de casino. Las líneas aéreas, a quienes el Gobierno
adeuda millardos de dólares, están suspendiendo la venta de boletos y
cancelando rutas cada semana. La conductora del programa, en este punto, entró
en crisis preguntándose horrorizada: "y ahora qué voy a hacer con mi
suegra que le tocan sus seis meses donde mi cuñado en Miami, después que me la
calé ese mismo tiempo en mi casa".
El
programa empezaba a abordar temas calientes como la crisis de medicamentos, el
colapso de las viviendas para alquiler, el deterioro de los centros
comerciales, la suspensión de operaciones de cadenas de tiendas por ausencia de
mercancía y política cambiaria para reponerla, cuando sonó mi celular. Era una
cliente que me informaba que su jefe de Chicago venía de improvisto. "Necesito
que lo calmes para que no me cierren la oficina" dijo con voz desesperada.
Y yo, en la cola, con el aire dañado porque no hay repuestos, viendo un
motorizado pegándole en el vidrio al señor de al lado para que le pasara el
reloj por una rendijita, cual cajero automático, colgué el celular (total,
ahora se cae a cada rato por temas de desinversión) apagué la radio y puse un
CD viejo con esa canción premonitoria que dice: "Esto es lo que hay. Esto
es lo que hay."
Luisvicenteleon@gmail.com
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