Escribió Zygmunt Bauman, en el prólogo de su
memorable obra Modernidad y Holocausto:
“El mundo se dividió en asesinos enloquecidos y víctimas indefensas junto con algunas personas que ayudaban a esas víctimas cuando podían, aunque casi nunca fuera posible. En ese mundo los asesinos asesinaban porque estaban locos, eran malvados y estaban obsesionados con una idea loca y malvada. Las víctimas iban al matadero porque no podían competir con un enemigo poderoso y fuertemente armado”.
No hay mejor descriptiva de la realidad que
afrontamos los venezolanos a diario, en 1999 el país todo se montó en el
carrusel de la muerte de la revolución socialista bolivariana y lo que hemos
hecho, desde entonces, es girar cada día más rápido, salpicando el mundo de
sangre y horror.
La estrategia del gobierno, desde el día
“cero” de su gestión, fue la del uso indiscriminado de la violencia, bajo las
formas de discursos, de corrupción, de hechos de fuerza, de intervención en las
instituciones democráticas del país, sobre todo las de la justicia, permitiendo
la impunidad y dándole alas al delito para que hiciera su trabajo con la
guadaña de la muerte.
Paralelo a esto, y como si estuvieran
conscientes del teatro del engaño que montarían, se empeñaron en hacer público,
por todos los medios y a toda hora, su oferta de amor, solidaridad y humanismo,
que era la careta perfecta para ocultar el verdadero rostro de la revolución.
Y es que quienes llegaron al poder por medio
de los votos en nuestro país era una banda de violentos, militares golpistas,
traidores y mentirosos. Bauman, en su libro, se refería a los nazis, en este
artículo me refiero a los chavistas.
Lamento decirles que el problema de la
violencia en nuestro país pasa necesariamente por desalojar a esos criminales
del poder, porque ellos encarnan a la delincuencia, son sus protectores, sus
jefes y organizadores; reunirse con ellos para tratar de mitigar el problema es
como querer convencer al caníbal de que no te coma cuando ya estás en la olla,
amarrado y en medio de la candela.
Los chavistas han violado la regla
fundamental de todo gobierno civilizado, han dejado de proteger al país para
ponerse del lado de los delincuentes, lo que significa, de hecho, que ellos ya
no gobiernan el país, lo tomaron como rehén.
Hay un doble discurso, una doble moral: por
un lado, los pactos y negociaciones con el hampa, incorporándolos a misiones y
planes gubernamentales, llamados a la paz en las cárceles y acuerdos con sus
jefes (los pranes), permitirles “zonas de tolerancia” a grupos de motorizados
armados, para que hagan de las suyas, y el país jamás se entera de qué hay
detrás de esas negociaciones, aunque todos tememos que el paquete a negociar
sean nuestras vidas y bienes a cambio de apoyo político y una intervención de
estas bandas armadas a favor del gobierno en caso de que haya insurrección, con
acciones de calle, tomas de objetivos militares, bloqueo de avenidas, custodia
de recintos chavistas…
Por el otro lado, vemos al gobierno, en los
medios de comunicación, manifestando una supuesta preocupación por la
situación, con llamados a mesas de trabajo, a planes de seguridad, con la
convocatoria a los líderes de la oposición para que aporten ideas y recursos, y
vemos a los alcaldes y gobernadores tratando de hacer algo ante la mortandad de
sus ciudadanos, tratando de dar seguridades ante el clima de terror que se
vive, cuando el país se encuentra, prácticamente, en un estado de sitio, y las
policías (que fueron sorprendidas, al inicio de este nefasto período
revolucionario, con un desarme compulsivo) corriendo de un lado a otro,
tratando de atender la violencia chavista, perdiendo valiosas vidas de
funcionarios, padeciendo la falta de credibilidad de su autoridad y perdiendo
la batalla contra el crimen en la calle.
Detrás de bambalinas, el Poder Judicial,
principal propiciador del crimen y la muerte en nuestro país, juega a la ruleta
rusa, poniendo en la calle a los facinerosos que la policía les entrega,
sacando malandros de las cárceles y devolviéndolos a sus comunidades, para que
sigan en su labor de destrucción, permitiendo grandes fiestas y privilegios en
las penitenciarias, salvando el honor de los pillos al no mostrar sus rostros
al público, para que nadie pueda reconocerlos y estar alertas de sus
movimientos, entregando armas y municiones en barrios y cárceles a esa cohorte
de taimados disfrazados con el uniforme verde de la milicia… digo “jugando a la
ruleta rusa” porque, finalmente, esos jueces y fiscales que favorecen esta
carnicería también viven en el país con sus familias y, tarde o temprano, serán
víctimas de su conjura contra la sociedad, porque el crimen que asola a nuestro
país no tiene protegidos, todos tenemos un número en esta ruleta.
Mientras, los órganos de seguridad del
estado, dirigidos algunos, por personas con amplio prontuario criminal, no
pocos con ordenes de detención internacional por delitos violentos y
narcotráfico, falsean cifras, señalando a las telenovelas como culpables de la
situación, desarmando a la población civil de sus armas legales, gritando
“culpables!” cada vez que un medio de prensa reseña uno de esos actos de
violencia, para alertar a la población… pareciera que el plan es ofrecerle al
hampa una población inerme, indefensa, como uno de esos señuelos que utilizan
los cazadores de patos en las lagunas, que atraen a los otros para caerles a
tiros.
La violencia generada por este gobierno es inmensa y aterradora; vale destacar que la amenaza es su principal recurso retórico, y no hay político rojo rojito que eche mano a argumentos razonables, que haga un esfuerzo por convencer por medio del diálogo genuino a los ciudadanos, todo se reduce a la intimidación, a la promesa de más violencia, en una escalada de sanciones, de detenciones arbitrarias, de medidas judiciales para aquellos que se atrevan a decir la verdad.
Estamos en un verdadero “cul de sac”, en una
trampa sin salida, en medio de un lento, pero seguro, proceso de exterminio de
la población, en el que se utiliza a los
delincuentes como brazo ejecutor de la “solución final”, diseñada en Cuba, como
forma de control biopolítico de la población venezolana.
La estrategia pareciera ser que el gobierno
chavista se declare desbordado por el hampa para poder acudir a la ayuda de contingentes
de policías cubanos, que como fuerzas de ocupación se apersonarían en el país
para ellos hacerse cargo de restituir la paz ciudadana, así de inseguro se
sienten los hermanos Castro de lo que pueda ocurrir con su vaca lechera, así de
traidores son los chavistas, que desde hace mucho dejaron de ser venezolanos. –
saulgodoy@gmail.com
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