"De los frutos daréis la quinta parte al faraón; las otras cuatro partes serán vuestras, para sembrar las tierras y para vuestra manutención, y también de los que están en vuestras casas, para que coman vuestros niños." Génesis 47:24
Desde
tiempos inmemoriales que los gobernantes han cobrado como tributo alrededor de
un quinto de las ganancias, es decir, un 20%. La reforma tributaria que ha
propuesto el actual gobierno de Chile contempla un aumento a los impuestos a
las ganancias de las empresas de un 17% a un 20%, o sea, a una tasa igual a la
de los tiempos en que se inventó la Biblia. Plus ça change, plus c'est pareil.
El
impuesto, desgraciadamente, ha existido desde siempre. En el Antiguo Egipto,
alrededor del año 3000 antes de la Era Común, se cobraba un diezmo —un 10%—, y
quienes no podían pagarlo debían someterse al trabajo forzado, la infame
corvea.
Un egipcio entrega su declaración de impuesto |
En
el imperio romano también se obligó a otros pueblos a pagar impuesto mediante
complejas técnicas como por ejemplo el
conteo de la población a través de un censo, y así, con la muchedumbre
contabilizada, se podía extraer a los individuos el fruto de su trabajo.
Todos
recuerdan la historia del nacimiento de Jesús en un pesebre. Este incidente se
produjo porque los romanos convocaron a un censo y los padres de Jesús se
encontraron en medio de esta operación burocrática sin lugar donde alojarse.
Luego de ser contados, debían pagar un impuesto a los romanos. Otra de las
curiosas fantasías crísticas fue la expulsión de mercaderes del Templo. Éstos
eran cambistas, es decir, gente que compraba y vendía monedas griegas, romanas
y las cambiaba por monedas judías, y en estas transacciones especulativas se
llenaban los bolsillos. Este cambio de moneda era necesario para pagar los
tributos a los romanos, que los cobraban en su propia moneda. Lo que desató el
episodio esquizoide de Jesús (todo indica que fue un esquizofrénico) fue la
impotencia de ver cómo estaban sometidos sus compatriotas a pagar un impuesto a
la vez que perdían dinero sólo cambiando la moneda para pagarlo. (Para que
quede claro: no hubo ningún censo en el año 1 ni se registró incidente alguno
con los cambistas, lo que demuestra que la historia de Jesús es mera ficción.)
La
caída del imperio romano en ningún caso significó el fin del cobro de
impuestos, a pesar que la poderosa maquinaria estatal romana se desintegró y
comenzó la terrible Edad Oscura.
El
feudalismo medieval revivió la corvea, que no era sino una forma de esclavitud.
Los siervos trabajaban para los vasallos y éstos para los señores feudales,
salvo que los primeros, para gozar de la protección del señor feudal, labraban
y trabajaban las tierras para pagar una renta. No eran libres, sino que pagaban
la renta —el impuesto— de forma obligatoria. El sistema feudal también sucumbió
y dio paso a las monarquías absolutas.
Clérigo, caballero y siervo |
El
Tercer Estado pagaba tal nivel de impuesto, mientras el clero y la nobleza
estaban exentos, que gatilló la Revolución Francesa. Al otro lado del
Atlántico, en las Plantaciones de Norteamérica estallaba una revolución bajo la
famosa frase "no taxation without representation", ya que los
norteamericanos eran forzados a pagar impuestos sin tener representación
política alguna.
Si
bien el impuesto es una tropelía, un acto exporpiatorio de suyo inmoral, es al
mismo tiempo inevitable, como este blog ha argumentado. La Revolución Americana
al menos mostró que un gobernante sólo puede cobrarle impuesto a sus gobernados
si éstos últimos gozan de representación politica para al menos decidir cuánto
es lo que pueden pagar. Ningún gobernante es capaz, en una democracia moderna,
de imponer un impuesto sin que sea aprobado por un congreso de representantes
de los ciudadanos.
No
obstante, comprobamos que inexorablemente los impuestos son pagados por los más
pobres. Así ha sido desde el Antiguo Egipto, pasando por el Imperio Romano, la
Edad Oscura, hasta la actualidad. Bajo este prisma, el argumento contrario a
las alzas de tributos es poderoso.
Hagan
su trabajo, cobren menos impuestos
Por
lo anterior, es tarea primordial de un gobierno el ser eficiente para
maximimzar los recursos y así mantener la tasa de impuesto lo más bajo posible.
Desgraciadamente, en Chile se han trastocado a tal extremo los conceptos que ya
no consideramos al cobrador de impuesto un sujeto odioso, ni al pago de
impuesto un acto confiscatorio. Al contrario, es decepcionante ver como se
llama a pagar cada vez más, y peor aún, una cantidad decepcionantemente alta de
liberales incluso aplaude este despropósito.
Para
algunos, el impuesto es una hermosa herramienta de justicia social, un gran
corrector económico que el gobernante debe usar para imponer el igualitarismo,
ya que si hay diferencias sociales al parecer la gente se enferma de los
nervios o caerá de nuevo el diluvio universal. La turba furiosa vocifera todo
tipo de consignas para subir impuestos, y el gobierno en vez de economizar y
optimizar las finanzas de la república, claudica y envía al Congreso un
proyecto de reforma tributaria para echarle más dinero al saco roto de la
educación, como si el problema fuese escasez de recursos y no una gestión
deficiente.
Si
los problemas del mundo se solucionasen quitándole a unos para darles a otros,
la humanidad habría resuelto el problema hace rato. Pero comprobamos que la
creencia de subir impuestos para mitigar la brecha entre ricos y pobres constituye
un simplismo ramplón que en nada contribuye al progreso, todo lo contrario, es
un acto de ignorancia que obstruye el desarrollo económico, intelectual y
ético.
Es
ridículo despojar a las empresas de sus ganancias. Son éstas las que crean
empleos, las que ofrecen productos y servicios de los que la sociedad entera se
beneficia. ¿Por qué hay que subirles impuestos? El empresario debe ser
entendido como el primer benefactor social, y la creación de riqueza en ningún
caso es un juego de suma cero en que uno gana y el otro pierde. Al contrario,
la creación de riqueza es un factor de beneficio social y debe incentivarse,
¡no castigarse con impuestos!
El
derrotero del impuesto es siempre el mismo. Se subió un impuesto a las empresas
como medida transitoria para la reconstrucción luego del terremoto del 2010. Y
ahí sigue, muy campante. Resulta que terminó la reconstrucción pero las arcas
fiscales necesitan el dinero igual.
El
impuesto específico a los combustibles lo impuso la dictadura de Pinochet para
reconstruir la infraestructura vial. Si bien una dictadura —como vimos antes—
no puede legítimamente cobrar impuesto alguno ya que sus tributos no fueron
aprobados por representantes de la ciudadanía, los chilenos debieron
masivamente resistirse a pagarle impuestos a Pinochet ya que no contaban con un
Congreso de representantes sino por una Junta Militar formada por Comandantes
en jefe de las Fuerzas Armadas, sin legitimidad alguna para representar a
nadie. Así todo, la idea era relativamente sensata: quienes usan combustible se
benefician de las carreteras, por lo tanto ellos deben pagar por construirlas.
Los que no tienen auto no tienen porqué pagar por las carreteras.
Hoy
todo el mundo tiene un cacharro, y resulta que el impuesto al combustible
castiga con ferocidad a los más pobres, pero nadie se atreve a abolir ese
impuesto de la dictadura, al contrario, se inventan ex post todo tipo de
argucias para mantenerlo.
Es
decir, o existen impuestos transitorios, por eso la máxima de Milton Friedman
sigue plenamente vigente: "Estoy a favor de bajar los impuestos bajo
cualquier circunstancia, por cualquier excusa y por cualquier razón, siempre
que sea posible".
Por
qué votamos a favor de esta reforma
La
razón para aprobar la actual reforma tributaria es muy simple: es el mal menor.
Mientras el gobierno no racionalice el gasto en educación, mientras continúe
inflándose la burbuja de los aranceles disparados, mientras los sindicalistas
no saquen sus manos de la educación, no hay motivo para echarle más bencina al
fuego. No más recursos a educación sin un cambio estructural.
Insistimos
que el problema en educación es gestión, no falta de recursos. Esta reforma no
se justifica. Creer, más encima, que es labor del gobierno el igualar la cancha
quitándole a unos para darle a otros es una idea estúpida. La cancha es
desigual porque las leyes están hechas para que algunos se aferren a sus
privilegios.
El
gobierno debe atenerse a su tarea fundamental de imponer el estado de derecho,
no usar al Estado para las fantasías igualitaristas. La igualdad es
perfectamente posible en países de bajos impuestos, como Hong Kong, Japón,
Corea, Singapur y muchos otros. Sólo se necesita un poco de voluntad para
conformar una institucionalidad justa que respete los derechos de cada cual, no
un gran Robin Hood que le quita a unos y le da a otros, y de pasadita se deja
un buena tajada para sí mismo.
Si
este gobierno quiere 700 millones de dólares, habrá que dárselos. La Oposición
exige entre 6 y 7 mil millones, lo que es ridículo. El crecimiento económico de
Chile ya permite una mayor recaudación, ¿para qué necesitan aún más? Vean en
España como subieron impuestos y terminan recaudando menos.
El
impuesto siempre ha sido un acto de naturaleza exproiatoria. Un gobierno que
impulse la expropiación no tiene futuro alguno porque roba a sus gobernados. Un
gobierno que, más encima, abdique ante las voces furiosas que ensalzan la
rapiña, traiciona su deber de gestionar correctamente al país.
A
Chile Liberal no le vienen con cuentos. Chile gasta lo mismo que Corea del Sur
en educación, como porcentaje de PIB. Los resultados entre ambos países son
dispares, a pesar de gastar lo mismo. Corea del Sur tiene probablemente la
mejor educación del mundo, y gasta lo mismo que Chile. No nos vengan con que el
gobierno debe subir impuestos para gastar más hasta tener educación de calidad.
Pamplinas. A otro perro con ese hueso.
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