En cierta ocasión el filósofo
libertario David Kelly participaba en un debate cuando, tratando de
sorprenderlo, lo fusilan con una pregunta: ¿Quién piensa ha hecho más por el
bienestar de la humanidad, Mike Milken o la madre Teresa? Kelly, sin titubear
responde; “por supuesto que Mike Milken.”
Milken es el inventor de los bonos
de alto rendimiento a quien Rudy Guliani lograra etiquetar como el más
despiadado de los capitalistas para, mediante trucos legales, enviarlo a
prisión y así catapultar su carrera política. Pero el argumento que más
impactaba al jurado que lo condenó, fue que durante el año de 1987 Milken tuviera
un ingreso de 570 millones de dólares, no robados, producidos a base de sus
esquemas financieros creando valor.
Kelly, al observar el asombro de
los participantes, continúa. “Para que existan las madres Teresas, primero
deben de emerger los Mike Milken, los Bill Gates, los Michael Dell. Es decir,
para que haya repartidores de riqueza, primero tienen que existir sus creadores
porque, tradicionalmente, los repartidores profesionales jamás han creado
nada.”
Una de las peores agresiones
históricas al sentido común, ha sido el brote de gobiernos en su cruzada en
contra de la pobreza puesto que, sin excepción, siempre terminan empobreciendo
aun más a la población. Sin usar sentido común, concentraron sus esfuerzos en
la “redistribución” sin preocuparse de cómo se debía de crear. Los gobiernos
nunca han sido fuentes de riqueza y al desviarse de su función de realmente
gobernar protegiendo a los ciudadanos, se convierten en parásitos que
inmoralmente disponen de ella. Si nos preocupa el bienestar de los miembros
desprotegidos de nuestra sociedad, es hora de entender lo que realmente crea
esa riqueza antes de gritar; ¡redistribución!
Algunos piensan depende de recursos
naturales. Sin embargo, América Latina y África son regiones dotadas de
ilimitados recursos naturales, pero refugio de los pueblos más pobres del
planeta. En contraste, Inglaterra, Hong Kong, Japón, Singapur, Suiza son pobres
en la dotación de su naturaleza, pero habitados por las sociedades más ricas
del mundo. Otros argumentan que el colonialismo nos empobreció, pero Australia,
Nueva Zelanda, los EU, Hong Kong, Canadá en su momento fueron también colonias.
Sin embargo, cualquier gente con
cierto coeficiente intelectual, entenderá que para crear riqueza se requieren
elementos como; motivación, trabajo, autodisciplina, educación. Pero todo ello
es inservible si a nivel sociedad no tenemos un ambiente de libertad para
comerciar, respeto a la propiedad privada, santidad de los contratos y, sobre
todo, protección a los derechos del individuo para, con su trabajo, lograr una
ganancia lícita. Pero todas estas instituciones que promueven la formación de
capital, son los blancos principales de los gobiernos ineptos y demagogos.
Al final del día y cuando el humo
de la demagogia se disipa, nos damos cuenta de que gente libre y de mente libre
son los creadores de la riqueza.
Pero luego tenemos los repartidores
compulsivos, tragedia que ha causado la castración de la humanidad. El inventor
del “sistema de bienestar social”, Bismarck, exponía sus motivos a William
Dawson: “Mi idea fue sobornar a las clases populares para llevarlos a una
dependencia que los hiciera pensar del estado como el responsable de su
bienestar de la cuna a la tumba.” Y cuando la gente escucha cómo son explotados
por la tienda de raya, pero en el estado tienen a su Pepe el Toro, empiezan a
pensar que “pueden y deben” tener lo que no han ayudado a producir.
Cuando un gobierno “supuestamente
regala algo,”—Ej. En forma de subsidio—es porque lo ha expropiado a alguien
más. El gobierno tiene sólo dinero de nuestros impuestos y si bendice a los
agricultores con subsidios, se baja el cero y no toca a educación, salud o
protección. Si López Obrador, en el único trabajo que ha tenido como gobernador
del DF, regalaba despensas, es porque dejaba de recoger la basura en ciudad. Si
otorgaba subsidios para electricidad o pasajes en el metro, es porque le
restaban al mantenimiento de calles, o peor, porque endeudaba la ciudad hasta
la “seña vieja.” Y es que para gente como el Peje el problema no es pobreza,
sino desigualdad en algo que solamente es la idealización de la envidia muy
adornada con estupidez.
Los gobiernos “progresistas” se
dieron a tejer un manto económico—social tan artificial que Von Mises lo
bautizó como el Destruccionismo. Así nos arroparon en una nueva forma de
socialismo en el cual el estado, sin ser ya propietario de los medios de
producción, decide quienes son ganadores y perdedores. Es cuando los actores
económicos en lugar de buscar ganancias “creando riqueza,” buscan rentas
aseguradas por el estado y así nació también el sistema de “bienestar
corporativo” y los empresarios pegados a la ubre del gobierno. Pero más grave,
destruyó la autoestima y el futuro de las capas débiles de la sociedad, cuando
entregan su recato y dignidad a cambio de las migajas entregadas por demagogos.
Este cáncer llevó, inclusive, a
ciertos gobiernos a “legislar” la garantía de un ingreso para todos, trabajaran
o no. Ese derecho a un ingreso garantizado por el gobierno, le daba el poder
para despojar al individuo no sólo de su responsabilidad para labrar su
destino, sino de su libertad y del control de su vida. Ha sido tal el efecto de
estas políticas que, en EU acaba de darse a la luz pública casos de violadores
sexuales quienes, para cometer sus crímenes, utilizan VIAGRA proporcionada por
el sistema de salud gubernamental.
Pero nuestro Peje, portando su
clásica piel de oveja y con ese cinismo que lo caracteriza, expuso un plan
económico para su presidencia cuyo pilar estratégico, además de fusilar a los
ricos, era “reducirse el sueldo, fijar su residencia en el palacio nacional,
revivir La Compañía de Luz y Fuerza del Centro, y convertir las islas Marías en
el nuevo Disneylandia.” Los EU en los 80s enterraron a la Unión Soviética con
su REGANOMICS. A México, en manos del Peje Bolivariano, le esperaba su funeral
con nuestro PEJECONOMICS.
Aunque la mona se vista de seda mona
se queda. No se hagan bolas, la presidencia del Peje hubiera sido el evento que
le permitiera a Fidel Castro morir en paz al haber coronado su sueño de colgar
un cuete nuclear en la cola de su gran enemigo, el “Diabólico Imperio
Norteamericano.” Si en el proceso México regresaba a la época de las cavernas,
eso no era su problema porque además, él ya habría chupado Faros.
Pero
mi querido Bolívar tropical, perdiste otra vez y por más que patalees no te
vamos a confiar el país. Así es que, ya es tiempo que te vayas a tu rancho
pomposamente bautizado: La Chingada.
@elchero
chero@cox.net
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