miércoles, 8 de agosto de 2012

CHILE LIBERAL, REFORMA TRIBUTARIA: MAL INNECESARIO

"De los frutos daréis la quinta parte al faraón; las otras cuatro partes serán vuestras, para sembrar las tierras y para vuestra manutención, y también de los que están en vuestras casas, para que coman vuestros niños." Génesis 47:24
Desde tiempos inmemoriales que los gobernantes han cobrado como tributo alrededor de un quinto de las ganancias, es decir, un 20%. La reforma tributaria que ha propuesto el actual gobierno de Chile contempla un aumento a los impuestos a las ganancias de las empresas de un 17% a un 20%, o sea, a una tasa igual a la de los tiempos en que se inventó la Biblia. Plus ça change, plus c'est pareil.
El impuesto, desgraciadamente, ha existido desde siempre. En el Antiguo Egipto, alrededor del año 3000 antes de la Era Común, se cobraba un diezmo —un 10%—, y quienes no podían pagarlo debían someterse al trabajo forzado, la infame corvea.
Un egipcio entrega su
declaración de impuesto
En el imperio romano también se obligó a otros pueblos a pagar impuesto mediante complejas técnicas  como por ejemplo el conteo de la población a través de un censo, y así, con la muchedumbre contabilizada, se podía extraer a los individuos el fruto de su trabajo.
Todos recuerdan la historia del nacimiento de Jesús en un pesebre. Este incidente se produjo porque los romanos convocaron a un censo y los padres de Jesús se encontraron en medio de esta operación burocrática sin lugar donde alojarse. Luego de ser contados, debían pagar un impuesto a los romanos. Otra de las curiosas fantasías crísticas fue la expulsión de mercaderes del Templo. Éstos eran cambistas, es decir, gente que compraba y vendía monedas griegas, romanas y las cambiaba por monedas judías, y en estas transacciones especulativas se llenaban los bolsillos. Este cambio de moneda era necesario para pagar los tributos a los romanos, que los cobraban en su propia moneda. Lo que desató el episodio esquizoide de Jesús (todo indica que fue un esquizofrénico) fue la impotencia de ver cómo estaban sometidos sus compatriotas a pagar un impuesto a la vez que perdían dinero sólo cambiando la moneda para pagarlo. (Para que quede claro: no hubo ningún censo en el año 1 ni se registró incidente alguno con los cambistas, lo que demuestra que la historia de Jesús es mera ficción.)
La caída del imperio romano en ningún caso significó el fin del cobro de impuestos, a pesar que la poderosa maquinaria estatal romana se desintegró y comenzó la terrible Edad Oscura.
El feudalismo medieval revivió la corvea, que no era sino una forma de esclavitud. Los siervos trabajaban para los vasallos y éstos para los señores feudales, salvo que los primeros, para gozar de la protección del señor feudal, labraban y trabajaban las tierras para pagar una renta. No eran libres, sino que pagaban la renta —el impuesto— de forma obligatoria. El sistema feudal también sucumbió y dio paso a las monarquías absolutas.
Clérigo, caballero y siervo
El Tercer Estado pagaba tal nivel de impuesto, mientras el clero y la nobleza estaban exentos, que gatilló la Revolución Francesa. Al otro lado del Atlántico, en las Plantaciones de Norteamérica estallaba una revolución bajo la famosa frase "no taxation without representation", ya que los norteamericanos eran forzados a pagar impuestos sin tener representación política alguna.
Si bien el impuesto es una tropelía, un acto exporpiatorio de suyo inmoral, es al mismo tiempo inevitable, como este blog ha argumentado. La Revolución Americana al menos mostró que un gobernante sólo puede cobrarle impuesto a sus gobernados si éstos últimos gozan de representación politica para al menos decidir cuánto es lo que pueden pagar. Ningún gobernante es capaz, en una democracia moderna, de imponer un impuesto sin que sea aprobado por un congreso de representantes de los ciudadanos.
No obstante, comprobamos que inexorablemente los impuestos son pagados por los más pobres. Así ha sido desde el Antiguo Egipto, pasando por el Imperio Romano, la Edad Oscura, hasta la actualidad. Bajo este prisma, el argumento contrario a las alzas de tributos es poderoso.
Hagan su trabajo, cobren menos impuestos
Por lo anterior, es tarea primordial de un gobierno el ser eficiente para maximimzar los recursos y así mantener la tasa de impuesto lo más bajo posible. Desgraciadamente, en Chile se han trastocado a tal extremo los conceptos que ya no consideramos al cobrador de impuesto un sujeto odioso, ni al pago de impuesto un acto confiscatorio. Al contrario, es decepcionante ver como se llama a pagar cada vez más, y peor aún, una cantidad decepcionantemente alta de liberales incluso aplaude este despropósito.
Para algunos, el impuesto es una hermosa herramienta de justicia social, un gran corrector económico que el gobernante debe usar para imponer el igualitarismo, ya que si hay diferencias sociales al parecer la gente se enferma de los nervios o caerá de nuevo el diluvio universal. La turba furiosa vocifera todo tipo de consignas para subir impuestos, y el gobierno en vez de economizar y optimizar las finanzas de la república, claudica y envía al Congreso un proyecto de reforma tributaria para echarle más dinero al saco roto de la educación, como si el problema fuese escasez de recursos y no una gestión deficiente.
Si los problemas del mundo se solucionasen quitándole a unos para darles a otros, la humanidad habría resuelto el problema hace rato. Pero comprobamos que la creencia de subir impuestos para mitigar la brecha entre ricos y pobres constituye un simplismo ramplón que en nada contribuye al progreso, todo lo contrario, es un acto de ignorancia que obstruye el desarrollo económico, intelectual y ético.
Es ridículo despojar a las empresas de sus ganancias. Son éstas las que crean empleos, las que ofrecen productos y servicios de los que la sociedad entera se beneficia. ¿Por qué hay que subirles impuestos? El empresario debe ser entendido como el primer benefactor social, y la creación de riqueza en ningún caso es un juego de suma cero en que uno gana y el otro pierde. Al contrario, la creación de riqueza es un factor de beneficio social y debe incentivarse, ¡no castigarse con impuestos!
El derrotero del impuesto es siempre el mismo. Se subió un impuesto a las empresas como medida transitoria para la reconstrucción luego del terremoto del 2010. Y ahí sigue, muy campante. Resulta que terminó la reconstrucción pero las arcas fiscales necesitan el dinero igual.
El impuesto específico a los combustibles lo impuso la dictadura de Pinochet para reconstruir la infraestructura vial. Si bien una dictadura —como vimos antes— no puede legítimamente cobrar impuesto alguno ya que sus tributos no fueron aprobados por representantes de la ciudadanía, los chilenos debieron masivamente resistirse a pagarle impuestos a Pinochet ya que no contaban con un Congreso de representantes sino por una Junta Militar formada por Comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, sin legitimidad alguna para representar a nadie. Así todo, la idea era relativamente sensata: quienes usan combustible se benefician de las carreteras, por lo tanto ellos deben pagar por construirlas. Los que no tienen auto no tienen porqué pagar por las carreteras.
Hoy todo el mundo tiene un cacharro, y resulta que el impuesto al combustible castiga con ferocidad a los más pobres, pero nadie se atreve a abolir ese impuesto de la dictadura, al contrario, se inventan ex post todo tipo de argucias para mantenerlo.
Es decir, o existen impuestos transitorios, por eso la máxima de Milton Friedman sigue plenamente vigente: "Estoy a favor de bajar los impuestos bajo cualquier circunstancia, por cualquier excusa y por cualquier razón, siempre que sea posible".
Por qué votamos a favor de esta reforma
La razón para aprobar la actual reforma tributaria es muy simple: es el mal menor. Mientras el gobierno no racionalice el gasto en educación, mientras continúe inflándose la burbuja de los aranceles disparados, mientras los sindicalistas no saquen sus manos de la educación, no hay motivo para echarle más bencina al fuego. No más recursos a educación sin un cambio estructural.
Insistimos que el problema en educación es gestión, no falta de recursos. Esta reforma no se justifica. Creer, más encima, que es labor del gobierno el igualar la cancha quitándole a unos para darle a otros es una idea estúpida. La cancha es desigual porque las leyes están hechas para que algunos se aferren a sus privilegios.
El gobierno debe atenerse a su tarea fundamental de imponer el estado de derecho, no usar al Estado para las fantasías igualitaristas. La igualdad es perfectamente posible en países de bajos impuestos, como Hong Kong, Japón, Corea, Singapur y muchos otros. Sólo se necesita un poco de voluntad para conformar una institucionalidad justa que respete los derechos de cada cual, no un gran Robin Hood que le quita a unos y le da a otros, y de pasadita se deja un buena tajada para sí mismo.
Si este gobierno quiere 700 millones de dólares, habrá que dárselos. La Oposición exige entre 6 y 7 mil millones, lo que es ridículo. El crecimiento económico de Chile ya permite una mayor recaudación, ¿para qué necesitan aún más? Vean en España como subieron impuestos y terminan recaudando menos.
El impuesto siempre ha sido un acto de naturaleza exproiatoria. Un gobierno que impulse la expropiación no tiene futuro alguno porque roba a sus gobernados. Un gobierno que, más encima, abdique ante las voces furiosas que ensalzan la rapiña, traiciona su deber de gestionar correctamente al país.
A Chile Liberal no le vienen con cuentos. Chile gasta lo mismo que Corea del Sur en educación, como porcentaje de PIB. Los resultados entre ambos países son dispares, a pesar de gastar lo mismo. Corea del Sur tiene probablemente la mejor educación del mundo, y gasta lo mismo que Chile. No nos vengan con que el gobierno debe subir impuestos para gastar más hasta tener educación de calidad. Pamplinas. A otro perro con ese hueso.

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