miércoles, 8 de agosto de 2012

DIARIO RIO NEGRO, EDITORIAL, EL LABERINTO EUROPEO, DESDE ARGENTINA

El drama socioeconómico europeo es como un culebrón interminable en que casi todos los episodios son casi iguales. Luego de un breve período de optimismo generalizado causado por una declaración de la canciller alemana Angela Merkel o el jefe del Banco Central Europeo Mario Draghi que da lugar a un par de días de euforia bursátil, se revelan nuevos datos que brindan a los mercados, es decir a los inversores en su conjunto, un pretexto para reanudar sus ataques. 
Mientras tanto, en la franja sureña de la Eurozona sigue aumentando el desempleo, se multiplican las protestas callejeras y los gobiernos, sin dinero, tienen que ordenar ajustes cada vez más dolorosos que, claro está, motivan más protestas en países que nunca han sido dechados de estabilidad. Tal y como están las cosas no sorprendería en absoluto que, a raíz del malestar, en los meses próximos estallaran disturbios sociales incontrolables en Grecia, Italia y España. Asimismo, en Francia, el presidente François Hollande ya se habrá dado cuenta de que se necesitará algo más que las exhortaciones para impedir que empresas emblemáticas como Peugeot-Citroën despidan a miles de trabajadores porque están perdiendo dinero a un ritmo insostenible.
Por ser cuestión de problemas estructurales muy graves, no se ve ninguna "salida" realista del laberinto en que los más de 500 millones de habitantes de la Unión Europea se han metido por razones que fueron netamente políticas, ya que se suponía que adoptar una moneda común serviría para fortalecerla. Puesto que los contrarios a la austeridad no incluyen a los alemanes, austríacos, holandeses y finlandeses, no pueden probar suerte con los programas keynesianos que están suplicando los dirigentes de los países del sur. Aunque éstos advierten que el eventual colapso de la Eurozona tendría repercusiones nada agradables para sus socios del norte, los mandatarios del bloque germánico se ven constreñidos a tomar en cuenta la negativa de sus electorados respectivos a subsidiar sistemas sociopolíticos que a su entender son corruptos, clientelistas y parasitarios.
En principio, los alemanes y quienes comparten sus actitudes tienen razón; muchos españoles, italianos, portugueses y griegos se afirman igualmente indignados por los vicios aludidos y juran estar resueltos a eliminarlos. Sin embargo, también saben que las reformas exigidas no podrían llevarse a cabo de golpe. Aun cuando la mayoría apoyara con fervor una revolución cultural lo bastante profunda como para permitir que las economías de los países mediterráneos emularan a la alemana, se trataría de un proceso que requeriría varios años. Por motivos que son evidentes, tal perspectiva no entusiasma a nadie. Supondría resignarse a una etapa prolongada, sin crecimiento macroeconómico, de desempleo muy alto, miseria para millones de jubilados y desocupados que dependen del Estado por sus ingresos y cortes draconianos que afectarían a los servicios de salud, de educación y muchos otros que en la Europa actual son considerados imprescindibles.
Las autoridades máximas de la Unión Europea han dicho una y otra vez que están decididas a hacer cuanto resulte necesario para salvar el euro. Pronto sabremos si sólo de trata de palabras de circunstancia o si tienen en mente iniciativas ambiciosas, como sería una unión fiscal en que los países de la Eurozona garanticen las deudas de los Estados miembros a cambio de compromisos de reforma que sean política y socialmente creíbles. Parecería que los alemanes están comenzando a llegar a la conclusión de que un arreglo de tal tipo sería el mal menor, pero así y todo no se trataría de una panacea. El nivel alarmante de desocupación, que perjudica sobre todo a los más jóvenes, no sólo del sur de la Eurozona sino también de Francia, no podría reducirse mucho a menos que tanto el sector público como las empresas privadas de los países en apuros tengan acceso a créditos a tasas de interés relativamente bajas, equiparables con las disponibles en el norte, una eventualidad que, por ahora, parece quimérica, ya que ni siquiera los bancos alemanes cuentan con recursos suficientes, razón por la que la agencia crediticia Moody's acaba de calificar de negativas las perspectivas frente a Alemania, Holanda y Luxemburgo, amenazando así con privarlos del rating AAA que todavía ostentan.
http://www.rionegro.com.ar/diario/el-laberinto-931735-9542-editorial.aspx

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