Por Fernando Londoño Hoyos
Desde la Clínica del Country, Bogotá, Colombia *
17 de mayo de 2012
“Seguiremos defendiendo los altos valores por los que vale la pena
vivir: la Verdad, la Libertad, la Dignidad Humana, la Justicia y la Seguridad”.
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LONDOÑO DE ALTA |
Estas palabras que hoy dirijo a ustedes, tienen la muy especial
autoridad de quien vuelve desde las orillas de la muerte. Por supuesto que mi
recuperación no es aun total, pero es suficiente como para que en estas notas
editoriales diga lo que tengo que decir en estos momentos solemnes.
Si quienes tramaron este acto brutal, indecente, grotesco en todos sus
aspectos, se jugaban la carta de que si yo llegara a sobrevivir – lo que
parecía altísimamente improbable – me dejaran por lo menos roto el corazón, en
eso alcanzaron éxito: Tengo el corazón roto.
La Amistad
La muerte del sargento Rosemberg Burbano, y de mi conductor Ricardo
Rodríguez ha sido una de las pruebas más duras que emocionalmente he podido
vivir, porque ellos eran mis compañeros de trabajo, mis amigos, mis
confidentes; y tenían conmigo esa especial relación que surge entre quien sabe
que está todos los días sentenciado a muerte y quienes dan su vida por impedir
que esa sentencia se cumpla. A ellos y a mí, en cierto modo, nos unía la
tragedia.
Qué corazones más grandes, qué almas más generosas, qué alegría y qué
puntualidad en el trabajo, y qué desdén por todo lo que fuera calculado,
secundario o ruin.
El sargento Burbano y Ricardo Rodríguez eran- como casi todos los
colombianos- hombres maravillosos, creíblemente capaces; enfrentaban con
alegría su destino, que servían su causa con destreza pero con inmensa
generosidad. ¡Cómo no me va a doler su
partida!. Y como no me va a doler, que con esta nueva técnica del terror que
pusieron en práctica las Farc no les hubieran dejado ninguna oportunidad para
la defensa. ¡Ninguna!, era lo que, cuando menos, hubieran esperado de cualquier
peligro o de cualquiera desventura.
El Terror
El terror es cada vez más sucio, cada vez más tecnificado en la
hipocresía, en el desconocimiento de todos los límites y en la perfección de
sus ejecutorias. Los colombianos tenemos que darnos por notificados de que está
entre nosotros una nueva formulación del terror, que probablemente no sea de
nuestra cosecha, que venga embasada en los odres nuevos o viejos de las
acciones de la ETA y de otros partidos internacionales. Que no se nos olvide
ese detalle.
Tengo el corazón partido de dolor por la muerte de mis grandes amigos,
de quienes fallecieron en últimas al pie de su deber. Qué emocionante es el
espectáculo de un colombiano que lo da todo por el cumplimiento de las
obligaciones de su trabajo, y de lo que considera grande y legítimo.
La Verdad
Pero si los autores de este atentado, tuvieron en eso la razón, una
razón que se multiplica por el dolor que siento por los muertos y los heridos
que el atentado dejó en otros colombianos desprevenidos, cuya suerte quedó
ligada a la mía, por los destrozos que sufrieron tantas viviendas y tantos
negocios, y por esa sensación de pérdida que deja siempre el terrorismo; la
Verdad, la última Verdad, la que me jure decir costará lo que costará desde
hace más de ocho años, es que la carga sentimental que padezco es muy alta,
pero que aquí estaré en esta trinchera, cumpliendo estos designios, librando
estas batallas.
Dios ha querido, en un acto
milagroso suyo- como cualquiera lo puede comprobar con la visión de los hierros
retorcidos en que quedó convertida la camioneta que me llevaba- que yo tenga
una nueva oportunidad sobre la Tierra. Y esa oportunidad no es para la fuga,
esa oportunidad no es para el silencio cobarde,
esa oportunidad no es para una claudicación que venga a sumarse a tantas.
Levantamos nuestra bandera con la misma ilusión con que lo hicimos ocho años
atrás, cuando Radio Súper nos abrió sus puertas para la Hora de la Verdad, y
con la misma fe con que lo hacíamos hace
apenas dos días cuando estábamos al pie de los designios de estos salvajes.
Eso significa queridos amigos, que seguiremos nuestra tarea, que
re-emprenderemos la ruta iniciada, y que fieles a un estilo de periodismo que
puede no ser mejor que ningún otro, pero que es distinto de todos los demás,
vamos a continuar en la lucha por lo que nos parece Grande y Bueno.
La Libertad
Vamos a continuar la lucha por la Libertad, que no solamente es la
nuestra, porque la libertad de prensa salió gravemente maltrecha de la jornada
de este martes doloroso. ¡No! la Libertad es la de ustedes queridos amigos,
para escuchar lo que hemos venido a saber en este innumerable plebiscito que
hemos recibo desde nuestro lecho de dolor; que ustedes quieren en ejercicio de
esa libertad oír cosas distintas de otras que pudieran oír; que ustedes quieren
que se hable de una Patria Grande y
Digna; que ustedes quieren oír que se repita que solo la Libertad construye
mundos nuevos; en todos los campos, en los muy afinados de la cultura, en los
muy exigentes de la economía, o en el campo mismo de la sutil relación de los
unos para con los otros y de todos para con el Estado que nos rige.
¡Y como aman la Libertad, aquí la seguiremos defendiendo! Defenderemos
los altos valores por los que vale la pena vivir, por los que vale la pena
arriesgar la vida si ese es el precio que haya que pagar en un país donde el
salvajismo y el terror quieren sentar de nuevo sus reales. Esos valores
tienen que ver con la vida trascendente
del Hombre, es decir con el Amor y el Temor de Dios.
La Dignidad
Con el Amor y el Respeto por los demás seres de la Creación y
especialmente por los demás seres humanos. En la Hora de la Verdad nunca hemos
ofendido la Dignidad Humana, y nunca lo haremos. Defenderemos la dignidad del
pueblo colombiano, que a veces quieren considerar algunos como su coto de caza
para sus caprichos personales o para sus aventuras inconfesables.
El Pueblo colombiano merece respeto y es digno. El pueblo colombiano no
puede ser sojuzgado; ni por la vía de la amenaza, de la violencia, ni por la
vía del alago, de la mermelada que le rigen sobre toda la tostada.
La Justicia
El colombiano es digno, el colombiano cree en su destino, el colombiano
cree en ese otro altísimo valor que es
el de la Justicia. Esa justicia tan maltrecha entre nosotros, esa justicia que
puede suponer tranquilamente el que nuestro caso siga la ruta tristísima que
han seguido otros mucho más significativos, pero no menos impactantes en la
conciencia ciudadana: el de Álvaro Gómez Hurtado o el de Luis Carlos Galán o el
de tantos otros colombianos que murieron hace mucho tiempo y que nunca se sabrá
– al menos en los estrados judiciales- quienes los mataron y por qué los
mataron.
¡Los colombianos no quieren eso! Los colombianos, el más humilde todos
ellos, el más desprevenido, cuando ve algo que le parece mal en las relaciones
humanas dice: ¡Clamo por Justicia! Y en la Hora de la Verdad defenderemos la
Justicia. La justicia de los más ricos, claro; pero sobre todo, la justicia de
los más pobres, de los desvalidos; de la afligida clase media colombiana. Por
esa justicia seguiremos luchando.
La Seguridad
Y hay otro valor; en cuya prosecución, en cuya realización no
desmayaremos: el valor fundante de la Seguridad. Este país está yendo por los
abismos a los que llegó en el año de 2002. Estamos perdiendo a Colombia,
estamos perdiendo la Patria, en un proceso continuo de disparates de los
violentos y de inacción del Estado.
No estamos de acuerdo con las formulas de impunidad que se prometen,
como las que pudieran conseguirnos la Paz. La injusticia, la claudicación nunca
han llevado a la Paz, si acaso a una tregua indecente, a un apaciguamiento que
es la antesala de un cataclismo moral y político.
Por esos valores volveremos a tomar nuestra bandera, queridos amigos.
Esto puede ser muy pronto, será por supuesto lo que Dios disponga y lo que
nuestros médicos ordenen, pero muy pronto estaremos al aire. Y lo haremos con
alegría, con fe, con decisión; sin que nos tiemble la voz, y sobre todo
sin que nos tiemblen los principios
sobre los que se edifica esta aventura maravillosa que se llama la Hora de la
Verdad.
Gracias
No puedo dejar pasar estos minutos conmovedores sin decirles a todos
ustedes que los amo y que aprecio infinitamente las manifestaciones de
solidaridad y de respaldo que he recibido en estos momentos de dura prueba.
Aquí todo colapsó, colapsaron todos los medios tecnológicos modernos. Ha sido,
no una simple manifestación multitudinaria, ha sido una verdadera oleada de
simpatía y sobre todo de Amor, por la Hora de la Verdad, que nos compromete en
grado sumo.
De esas manifestaciones, que han expresado con puntualidad y con
generosidad que tenemos que reconocer, enemigos fundamentales o contradictores
de nuestro punto de vista en la política o en los distintos escenarios de la
vida social y de la vida humana. Gracias a ellos.
Que un personaje como Hugo Chávez desde Venezuela; o una persona tan
duramente criticada como el padre de Roux Provincial de la Compañía de Jesús;
el que el Polo Democrático, que desde luego está en las antípodas de nuestro
pensamiento; el que periodistas que no fueron leves con nosotros cuando
estuvimos en el manejo de los asuntos del Estado, y que han sido muy duros
compitiendo con la Hora de la Verdad; el que los representantes máximos de este
gobierno – con el que dolorosamente no estamos de acuerdo en muchas de sus
ejecutorias- nos hagan llegar su afecto, su solidaridad sincera, casi dijéramos
que su camaradería encendida en las hogueras de la defensa de los derechos
fundamentales del Hombre y en la defensa de los principios tutelares de la
Cultura Moderna, nos obliga a mucho, a tanto, que en este momento de crisis
personal hemos dedicado un espacio inusitadamente amplio para hacerles llegar
con este editorial, nuestra voz de congratulación y de respeto por este pueblo
maravilloso y por todas las instituciones que amigas, o nada cercanas, nos
hicieron llegar sus parabienes en momentos tan difíciles.
Hasta pronto
Es tan grande este plebiscito que no puede significar menos. La Hora de
la Verdad sufre, ha sufrido mucho, pero no se rinde; nuestra palabra no se va
desvanecer y sabemos que no se pierde en el tiempo. Esa fue la suprema certeza
a la que llegamos en estos momentos de crisis cuando todos ustedes, queridos
oyentes, nos hicieron llegar una palabra de afecto, y más que de afecto, una
palabra de Amor.
¡Gracias a todos! Y hasta muy pronto.
*Palabras dirigidas a los oyentes de La Hora de la Verdad, programa
radial que el ex ministro y periodista Fernando Londoño Hoyos dirige desde hace
ocho años, en la Radio Súper de Bogotá, un día después de ser gravemente herido
en un atentado.
eduardo.mackenzie@wanadoo.fr
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