lunes, 9 de abril de 2012

ROBERT HIGGS / EL ESTADO DE BIENESTAR NEUTRALIZA A LOS OPOSITORES AL VOLVERLOS DEPENDIENTES DEL GOBIERNO.

Desde épocas inmemoriales—de Etienne de la Boitie a David Hume a Ludwig von Mises—los analistas políticos han señalado que debido a que el número aquellos que conforman la elite gobernante representa sólo una pequeña fracción del número de las masas gobernadas, todo régimen vive o perece de conformidad con la “opinión pública”.
A menos que la masa del pueblo, no importa cuán objetivamente abusada y saqueada pueda parecer, considere que los actuales gobernantes son legítimos, las masas no tolerarán la continuación del régimen en el poder. Ni es necesario que lo toleren, porque son mucho más numerosos que los gobernantes, y por lo tanto cada vez que subjetivamente se sientan hastiados, tienen el poder—es decir, la abrumadora ventaja de la superioridad numérica—para derrocar al régimen. Incluso si el régimen posee una gran ventaja de poder coercitivo, su empleo no le sirve de nada a los gobernantes si tienen que matar o encarcelar al 90 por ciento de la población, debido a que dicha violencia masiva los reducirá al estatus de parásitos sin nadie de quien depender.
Esta consideración durante mucho tiempo pareció tener sentido como un elemento crítico del análisis político, y aún hoy uno la encuentra a menudo. Algo parecido a lo que parece motivar al actual movimiento Occupy Wall Street y sus derivados en otros lares cuando se presentan a sí mismos como miembros del (explotado) 99 por ciento, en oposición al (explotador) 1 por ciento.
Ciertas tendencias de larga data en el Estado de Bienestar, sin embargo, han debilitado progresivamente la fuerza de este análisis. El elemento principal de estas tendencias es el tremendo crecimiento del número de personas (y de su proporción en la población) que dependen directamente de los beneficios gubernamentales en un grado sustancial. Investigadores de la Fundación Heritage han estado siguiendo este desarrollo durante varios años y han retrotraído su análisis por varias décadas. Un índice de dependencia basado en esta investigación se incrementa de 19 en el año fiscal 1962 a 272 en el año fiscal 2009.
El índice de Heritage emplea información sobre casi tres docenas de programas federales importantes de los que los estadounidenses dependen para ingresos en efectivo y otro tipo de apoyo —incluyendo la asistencia para la vivienda, el Medicaid, el Medicare, el Seguro Social, los beneficios del seguro de desempleo, los beneficios educativos, y los apoyos a los ingresos agrícolas— pero escasamente es una medida integral, ya que el número total de programas federales con personas a cargo es gigantesco en la actualidad. Por supuesto, cada uno de dichos programas cuenta con empleados y contratistas del gobierno que lo dirigen y por lo tanto dependen de él para ganar gran parte, si no todo, de sus ingresos. Los jubilados civiles y militares del gobierno añaden millones más a las filas.
Los investigadores de Heritage encontraron que en 1962, 21,7 millones de personas dependían de los programas de beneficios que incluyeron en su índice. Para 2009, el número correspondiente de las personas dependientes había crecido a 64,3 millones. La adición de dependientes no incluidos en el estudio de Heritage fácilmente podría incrementar el número a más de 100 millones, o más de un tercio de toda la población. Por lo tanto, los parásitos están cada vez más cerca de superar en número a aquellos de quienes dependen.
Sería un error, por supuesto, agrupar a todas estas personas dependientes en la clase (explotadora) gobernante. Los beneficiarios de edad avanzada de las pensiones por vejez, los beneficiarios de las prestaciones del seguro por desempleo, y los beneficiarios de la asistencia temporal para familias necesitadas están, por lo general, tan alejados de la clase gobernante como puede estarlo uno.
Sin embargo, en la medida en que aquellos que dependen de los programas gubernamentales para una parte sustancial de sus ingresos entran en el cálculo de los que gobiernan y son gobernados, es probable que se tornen, en efecto, insignificantes. Tienen aproximadamente cero influencia sobre los verdaderos gobernantes, y tampoco ejercen virtualmente peso alguno en oposición a aquellos gobernantes. El miedo de perder sus beneficios del gobierno los neutraliza eficazmente en lo atinente a su oposición al régimen de cuya aparente beneficencia dependen para elementos significativos de su ingreso real. Por supuesto, para cualquier cosa que votar pueda valer la pena, ellos votan directamente o indirectamente en proporción abrumadora por la continuación y la ampliación presupuestaria de los programas gubernamentales de los cuales dependen. Por lo tanto, ayudan a producir una aparente legitimidad de aquellos en la cima de la jerarquía gobernante—una muestra de su agradecimiento por las migajas que sus amos políticos arrojaron sobre ellos.
A medida que las filas de aquellos que dependen del Estado de Bienestar siguen creciendo, la necesidad de los gobernantes de prestar atención a la población gobernada disminuye. Los amos saben muy bien que las ovejas no atrancan el recinto en el cual los pastores están haciendo posible que ellas puedan sobrevivir. Toda persona que se torna dependiente del Estado simultáneamente se convierte en una persona menos que podría actuar de alguna manera para oponerse al régimen existente. Por lo tanto, los gobiernos modernos ha ido mucho más allá del pan y el circo con los que los césares romanos compraban la lealtad de la gente común. En estas circunstancias, no resulta sorprendente que los únicos cambios que se producen en la composición de la élite gobernante se asemejan a un reacomodamiento de los ocupantes de los camarotes de primera clase de un crucero de lujo. No importa que este crucero sea el equivalente económico y moral del Titanic y que su destino final no sea más propicio que lo que fue el del navío “insumergible” que se fue a pique hace un siglo.

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LUDWIG VON MISES / LA INNOVACIÓN REQUIERE LIBERTAD ECONÓMICA.

Este artículo está extraído del capítulo 16 de Teoría e historia (1957).
Una civilización es el producto de una visión definida del mundo y su filosofía se manifiesta en cada uno de sus logros. Los artefactos fabricados por hombres pueden calificarse de materiales. Pero los métodos a los que se recurre en la disposición de actividades de producción son mentales, el resultado de ideas que determinan qué debería hacerse y cómo. Todas las ramas de la civilización están animadas por el espíritu que permea su ideología.
La filosofía que es la marca característica de Occidente y cuyo desarrollo constante en los últimos siglos ha transformado todas las instituciones sociales ha sido llamado individualismo. Mantiene que la ideas, tanto las buenas como las malas, se originan en la mente de un hombre individual. Solo unos pocos hombres están dotados de la capacidad de concebir nuevas ideas.
Pero como las ideas políticas solo pueden funcionar si son aceptadas por la sociedad, corresponde a la masa de quienes son incapaces de desarrollar nuevas formas de pensar aprobar o desaprobar las innovaciones de los pioneros. No hay seguridad de que las masas de seguidores y rutinarios hagan un uso inteligente del poder del que están investidas. Pueden rechazar las buenas ideas, aquéllas cuya adopción les beneficiaría, y aceptar malas ideas que les dañen seriamente.
Pero si eligen lo peor, la culpa no es solo suya. No es menor la culpa de los pioneros de buenas causas al no conseguir exponer sus pensamientos de una forma más convincente. La evolución favorable de los asuntos humanos depende en último término en la capacidad de la raza humana para engendrar no solo autores sino también apóstoles y divulgadores de ideas benéficas.
Uno puede lamentar el hecho de que el destino de la humanidad esté determinado por las (ciertamente no infalibles) mentes de los hombres. Pero ese lamento no puede cambiar la realidad. De hecho, la eminencia del hombre se puede ver en su poder para elegir entre el bien y el mal. Es precisamente esto lo que los teólogos tenían en mente cuando alababan a Dios por haber conferido al hombre la discreción para realizar esta elección entre virtud y vicio.
Los peligros propios de la incompetencia de las masas no se eliminan transfiriendo la autoridad para tomar las decisiones definitivas a la dictadura de un hombre o unos pocos, por muy excelentes que sean. Es una ilusión esperar que el despotismo se alinee siempre con las buenas causas. Es característico del despotismo que intente torcer los esfuerzos de los pioneros para mejorar la parte de sus conciudadanos.
El principal objetivo del gobierno despótico es impedir cualquier innovación que pueda poner en peligro su propia supremacía. Su propia naturaleza de impulsa a un conservadurismo extremo, a la tendencia a retener lo que es, sin que importe lo deseable que pueda ser un cambio para el bienestar del pueblo. Se opone a las nuevas ideas y a cualquier espontaneidad por parte de los súbditos.
A largo plazo incluso los gobiernos más despóticos con toda su brutalidad y crueldad no están a la altura de las ideas. La ideología que ha ganado el apoyo de la mayoría acabará prevaleciendo y recortando la hierba bajo los pies del tirano. La mayoría oprimida se levantará en rebelión o acabará con sus amos.
Sin embargo esto puede tardar en ocurrir y entretanto puede haberse infligido un daño irreparable en la riqueza común. Además, una revolución significa necesariamente un disturbio violento de la cooperación social, produce grietas y odios irreconciliables entre los ciudadanos y puede engendrar amargura que puede durar siglos. La principal ventaja y razón para lo que se llaman instituciones constitucionales, democracia y gobierno del pueblo ha de verse en el hecho de que hacen posible el cambio pacífico en los métodos y personas del gobierno.
Donde hay un gobierno representativo, no hacen falta revoluciones ni guerras civiles para eliminar a un gobernante impopular y a su sistema. Si los hombres al cargo y sus métodos de conducir los asuntos públicos ya no placen a la mayoría de la nación, son reemplazados en la siguiente elección por otros hombres y otro sistema.
De esta forma, la filosofía de individualismo demolió la doctrina del absolutismo, que atribuía dispensa divina a príncipes y tiranos. Al supuesto derecho divino de los reyes ungidos se oponían los derechos inalienables otorgados al hombre por su creador. Frente a la afirmación del estado de aplicar la ortodoxia y exterminar lo que consideraba herejía, proclamaba la libertad de conciencia. Contra la rígida preservación de las viejas instituciones convertidas en odiosas con el paso del tiempo, apelaba a la razón. Así inauguraba una era de libertad y progreso hacia la prosperidad.
No se les ocurrió a los filósofos liberales de los siglos XVIII y XIX que aparecería una nueva ideología que rechazaría resueltamente todos los principios de libertad e individualismo y proclamaría la total subyugación del individuo a la tutela de una autoridad paternal como el objetivo más deseable de la acción política, el final más noble de la historia y la consumación de todos los planes que tenía en mente Dios al crear el hombre.
No solo Hume, Condorcet y Bentham sino incluso Hegel y John Stuart Mill habrían rechazado creerlo si alguno de sus contemporáneos hubiera profetizado que en el siglo XX la mayoría de los escritores y científicos de Francia y las naciones anglosajonas se mostrarían entusiasmadas por un sistema de gobierno que eclipsa a todas las tiranías del pasado en una persecución despiadada de los disidentes y en esforzándose por privar al individuo de cualquier oportunidad de actividad espontánea. Habrían considerado a ese hombre un lunático que les decía que la abolición de la libertad, de todos los derechos civiles y de un gobierno basado en el consentimiento de los gobernados sería llamada liberación. Aún así, ha ocurrido todo esto.
El historiador puede entender y dar explicaciones timológicas para este cambio radical y repentino en la ideología. Pero esa interpretación en como alguno desmiente los análisis y críticas de filósofos y economistas sobre las falsas doctrinas que engendraron este movimiento.
La piedra angular de la civilización occidental es la esfera de acción espontánea que garantiza al individuo. Siempre ha habido intentos de acabar con la iniciativa individual, pero el poder de perseguidores e inquisidores no ha sido absoluto. No pudo impedir al auge de la filosofía griega y su derivación romana o el desarrollo de la ciencia y filosofía modernas.
Dirigidos por su genio innato, los pioneros han culminado su trabajo a pesar de toda hostilidad y oposición. El innovador no tuvo que esperar a una invitación u orden de nadie. Pudo dar un paso al frente por sí mismo y desafiar a las enseñanzas tradicionales. En la órbita de las ideas, Occidente siempre ha disfrutado por extenso las ventajas de la libertad.
Más tarde se produjo la emancipación del individuo en el campo de los negocios, un logro de esa nueva rama de la filosofía, la economía. Se dieron manos libres a los empresarios que sabían cómo enriquecer a sus conciudadanos mejorando los métodos de producción. Un cuerno de la abundancia se derramó sobre los hombres comunes mediante el principio empresarial capitalista de producción en masa para la satisfacción de las necesidades de las masas.
Con el fin de comprobar justamente los efectos de la idea occidental de libertad debemos comparar Occidente con las condiciones que prevalecen en aquellas partes del mundo que nunca han entendido el significado de la libertad.
Algunos pueblos orientales desarrollaron filosofía y ciencia mucho antes de que los antepasados de los representantes de la moderna civilización occidental superaran su barbarismo primitivo. Hay buenas razones para suponer que la astronomía y las matemáticas griegas obtuvieron su primer impulso al conocer lo que se había conseguida en el este.
Cuando más tarde los árabes tuvieron conocimiento de la literatura griega en las naciones que conquistaron, empezó a florecer una notable cultura musulmana en Persia, Mesopotamia y España. Hasta el siglo XIII, la enseñanza árabe no era inferior a los logros contemporáneos de Occidente. Pero más tarde la ortodoxia religiosa obligó a una conformidad inquebrantable y puso fin a toda actividad intelectual y pensamiento independiente en los países musulmanes, como había ocurrido antes en China, India y en la órbita del cristianismo oriental.
Las fuerzas de la ortodoxia y la persecución de los disidentes, por otro lado, no pudieron silenciar las voces de la ciencia y la filosofía occidentales, pues el espíritu de libertad e individualismo ya era suficientemente fuerte en Occidente como para sobrevivir a todas las persecuciones. A partir del siglo XIII, todas las innovaciones intelectuales, políticas y económicas se originaron en Occidente. Hasta que Oriente, hace unas pocas décadas no fructificó por el contacto con Occidente, la historia al registrar los grandes nombres de la filosofía, la ciencia, la literatura, la tecnología, el gobierno y los negocios apenas podía mencionar a algún oriental.
Había estancamiento y un rígido conservadurismo en Oriente hasta que las ideas occidentales empezaron a filtrarse. Para los propios orientales la esclavitud, la servidumbre, la intocabilidad, costumbres como el satí o aplastar los pies de las niñas, los castigos salvajes, la miseria masiva, la ignorancia, la superstición y la indiferencia por la higiene no les causaban ningún problema. Incapaces de entender el significado de la libertad y el individualismo, hoy están embelesados con el programa del colectivismo.
Aunque estos hechos son bien conocidos, hoy millones apoyan entusiastamente políticas que se dirigen a la sustitución de la planificación autónoma de cada individuo por la planificación por una autoridad. Están añorando la esclavitud.
Por supuesto, los defensores del totalitarismo protestan diciendo que lo que quieren abolir es “solo la libertad económica” y que todas “las demás libertades” permanecerán incólumes. Pero la libertad es indivisible. La distinción entre una esfera económica y una esfera no económica de la vida y actividad humanas es la peor de sus mentiras. Si una autoridad omnipotente tiene el poder de asignar a cada individuo las tareas que tiene que realizar, no le queda nada que pueda calificarse como libertad y autonomía. Solo puede elegir entre la estricta obediencia y la muerte por hambre.
Pueden nombrarse comités de expertos para ayudar a la autoridad planificadora sobre si a un joven debería dársele o no una oportunidad para prepararse y trabajar en un campo intelectual o artístico. Pero una disposición así solo puede generar discípulos comprometidos con la repetición como loros de las ideas de la generación precedente.
Impediría innovadores que estén en desacuerdo con las formas de pensamiento aceptadas. No se habría logrado nunca ninguna innovación si su originador hubiera necesitado una autorización de quien quisiera desviar sus doctrinas y métodos. Hegel no habría aceptado a Schopenhauer o Feuerbach, no el Profesor Rau hubiera aceptado a Marx o Carl Menger.
Si el consejo supremo de planificación es quien acaba determinando qué libros se van a imprimir, quién va a experimentar en los laboratorios y quién va a pintar o esculpir y qué alteraciones en los métodos tecnológicos deberían adoptarse, no habrá ni mejoras ni progreso. El hombre individual se convertirá en un peón en manos de los gobernantes, que en su “ingeniería social” le manejará como hacen los ingenieros con las materias con la que construyen edificios, puentes y máquinas.
En toda esfera de actividad humana, una innovación es un desafío no solo a todos los rutinarios y expertos y practicantes de los métodos tradicionales, sino aún más a aquéllos que han sido innovadores en el pasado. Se encuentra en principios una importante oposición pertinaz. Esos obstáculos pueden superarse en una sociedad en la que haya libertad económica. Son insuperables en un sistema socialista.
La esencia de la libertad de un individuo es la oportunidad de desviarse de los métodos tradicionales de pensamiento y de hacer las cosas. La planificación por una autoridad establecida impide la planificación por parte de los individuos.
Ludwig von Mises es reconocido como el líder de la Escuela Austriaca de pensamiento económico, prodigioso autor de teorías económicas y un escritor prolífico. Los escritos y lecciones de Mises abarcan teoría económica, historia, epistemología, gobierno y filosofía política. Sus contribuciones a la teoría económica incluyen importantes aclaraciones a la teoría cuantitativa del dinero, la teoría del ciclo económico, la integración de la teoría monetaria con la teoría económica general y la demostración de que el socialismo debe fracasar porque no puede resolver el problema del cálculo económico. Mises fue el primer estudioso en reconocer que la economía es parte de una ciencia superior sobre la acción humana, ciencia a la que llamó “praxeología”.

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ROBERTO CACHANOSKY / SIN UN GOBIERNO LIMITADO, EL SISTEMA ES CORRUPTO POR DEFINICIÓN / DESDE ARGENTINA

Sin explicar su relación o no relación con Vandenbroele, además de embestir contra todos, el vicepresidente Boudou insistió, en varias oportunidades de su largo monólogo, que estaba orgulloso de pertenecer a un gobierno que había ganado con el apoyo del pueblo, como si obtener una mayoría circunstancial diera lugar a que aquellos ciudadanos electos para ocupar cargos en la función pública pudieran hacer lo que quieren una vez en el poder. 
El argumento del gobierno para defender sus posiciones no es que se somete a un estado de derecho y defiende sus acciones dentro del estado de derecho, sino que su argumento es que tienen la mayoría de los votos. No tengo idea si la insistencia de Boudou de argumentar que pertenece a un gobierno que ganó las elecciones es una advertencia para el resto de que si él cae se lleva puesto a varios más, o si es su convicción que los votos dan derecho a no ajustarse al estado de derecho. 
Lo cierto es que el kirchnerismo siempre saca a relucir este tema. En algún momento Cristina Fernández también sostuvo que si a alguien no le gustaba las medidas que ella tomaba, que formara un partido político y ganara las elecciones. En una democracia republicana ese no es el argumento para defender una medida. El argumento es demostrar si una medida determinada se ajusta a lo que un gobierno puede hacer dentro de una democracia republicana.
Justamente, un gobierno no ajustado a derecho es el caldo de cultivo para que la corrupción florezca por doquier. Para ir directo al punto, el problema de la Argentina es que tiene una organización política corrupta. Es decir, más allá de si Boudou utilizó su cargo para beneficiar a otros o a él con el tráfico de influencias, lo concreto es que dada la ausencia de un límite al poder del Estado, el tráfico de influencias y la correspondiente corrupción no tienen diques de contención. Y me animaría a afirmar que un gobierno que no tiene límites republicanos, es un gobierno que por definición llega al poder mediante un mecanismo corrupto. Intentará explicar mi punto.
Muchos argentinos nos levantamos todas las mañanas para tratar de ganarnos el favor del consumidor. Generamos nuestros ingresos haciendo algo que beneficia a nuestros semejantes y por eso nos compran lo que hacemos. Esa parte de los argentinos somos los que generamos la riqueza. Pero luego viene el Estado y nos quita buena parte de nuestro esfuerzo diario para repartirlo entre quienes no han generado riqueza y consideran que se sienten con derecho a ser mantenidos o a ser protegidos en sus negocios por el Estado. Digamos que bajo este esquema la sociedad está dividida entre quienes producen riqueza y quienes, sin hacer nada, consumen la riqueza que generan otros.
En el mercado de oferta electoral siempre van a ganar, en el corto plazo, aquellos que le ofrezcan a una mayoría vivir a costa de una minoría. Para poder concretar esa oferta electoral el Estado tiene que violar el estado de derecho y expropiar mediante impuestos, regulaciones, inflación e intervenciones de todo tipo la riqueza que genera el sector productivo de la sociedad. Justamente, esa ausencia de límites al poder del Estado es lo que permite abrir las puertas de par en par al tráfico de influencias, manejos arbitrarios de los dineros públicos y compra de voluntades. Obtener una mayoría circunstancial mediante este sistema es, desde mi punto de vista, un gobierno corrupto desde sus mismas raíces, porque “compra” votos de la mayoría violando los derechos de la minoría. Poco importa si luego la gente, al ver que el populismo no puede financiar más la fiesta de consumo, le da la espalda al gobierno y sale con sus cacerolas a la calle. Lo concreto es que, mientras tanto, quienes acceden al poder de esta manera hacen de la arbitrariedad y, por lo tanto de la corrupción, su forma de gobierno.
Los países en que no existe el estado de derecho, y el manejo de la cosa pública se limita a cumplir con los caprichos del gobernante de turno, son países estructuralmente corruptos. Como yo, funcionario público, tengo el poder, que me dio una mayoría circunstancial, de definir a quién le quito y a quién le doy, estoy en una posición de traficar influencias por definición porque siempre voy a utilizar ese poder para beneficio político y/o económico propio.
El discurso ideológico es solo una forma de atraer el voto de la gente. Una escenografía para justificar lo injustificable en donde los argumentos van para un lado u otro sin ningún pudor. Tomemos el caso del peronismo. En un momento vieron en las privatizaciones un negocio personal fenomenal. La eficiencia de las privatizaciones poco importaba, lo relevante eran los negociados que podía haber detrás de ellas. Ese mismo partido político fue estatista en los 40 y en la actualidad. Con esto quiero decir que para el peronismo (con perdón de mis amigos peronistas), una típica expresión del populismo, estatizar o privatizar puede resultarle indiferente desde el punto de vista ideológico. Por citar un ejemplo concreto, en un momento privatizar el sistema jubilatorio era lo mejor que había sobre la tierra. Luego, ese mismo partido político ve en la estatización la mejor solución a los problemas. Perón estatizó las cajas jubilatorias en los 40, Menem las privatizó en los 90 y el kirchnerismo las volvió a estatizar en este siglo, de la misma forma que el kirchnerismo estuvo a favor de las privatizaciones en los 90 y ahora está a favor de la estatización.
Claro que uno no puede cargar las tintas solo sobre el peronismo, porque buena parte de los partidos políticos votaron a favor de la estatización de las jubilaciones, con lo cual podemos encontrar la llavea a nuestra larga y constante decadencia. La mayoría de los partidos políticos, no digo todos, consideran que el gobierno puede definir arbitrariamente sobre la vida y la fortuna de los habitantes, con lo cual tenemos un sistema corrupto porque la ausencia de límites al poder permite todo tipo de tráfico de influencias, venta de favores, negociados, coimas para firmar un decreto, autorización para aumentar un precio, ingresar una mercadería importada u otorgar alguno de los llamados planes sociales. La firma de “el supremo” tiene un precio, de la misma forma que tener acceso a “el supremo” también tiene un precio, porque “el supremo” decide quién gana y quién pierde. Pagar para estar del lado de los ganadores es un negocio, por eso insisto en que el sistema político es corrupto por definición cuando no existe un gobierno limitado por el cual el monopolio de la fuerza solo puede ser utilizado para defender el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad de los habitantes.
Si miramos la Argentina actual vemos que el derecho a la vida no está garantizado por el Estado. Basta con leer los diarios todos los días para ver que el Estado no cumple, al menos eficientemente, con su función básica. El derecho a la libertad empieza a ser cuestionado al punto que el secretario de Cultura (como si la cultura de un país fuera hija de la burocracia) acaba de afirmar que el Estado tiene que tener soberanía cultural para decidir qué se debe editar. Es decir, “el supremo” decide por nosotros qué podemos leer y qué no podemos leer. Si eso no es fascismo, ¿el fascismo dónde está? Y, por último, la propiedad es la que no solo menos defiende el Estado, sino lo que más ataca.
De lo anterior se desprende que, lejos de cumplir con las funciones que le corresponde, el Estado se ha transformado en un sistema corrupto que, utilizando el monopolio de la fuerza a su antojo, utiliza el ejercicio de la función pública en un fenomenal tráfico de influencias y corrupción. El poder es un negocio. Así como en la sociedad está el panadero que se gana la vida vendiendo pan, el zapatero que vende zapatos, también está el populista cuya forma de ganarse la vida consiste en llegar al poder para hacer sus negocios personales mediante el tráfico de influencias gracias a la idea que la mayoría circunstancial otorga derechos autocráticos para gobernar. Por eso despotrican contra la libertad económica y se mofan del gobierno limitado. Porque bajo un sistema de libertad económica y gobierno limitado no hay influencias para traficar porque el gobernante no puede decidir arbitrariamente quién gana y quién pierde.
En síntesis, la mayor debilidad de Boudou está, justamente, en utilizar el argumento del voto de la mayoría y reivindicar la posibilidad de que el Estado no esté subordinado al estado de derecho. Su mayor debilidad está en defender y formar parte de un sistema político, y recalco sistema y no partido político, que es corrupto por definición.
Fuente: Economía Para TodosEL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA

NICOLÁS MÁRQUEZ / LA REIVINDICACIÓN DEL ESTADO / DESDE ARGENTINA

Los anarquistas proponen la eliminación del Estado. Los marxistas adhieren al ensanchamiento del Estado pero como medida transitoria, dado que una vez abolida la propiedad privada y alcanzado los objetivos igualitarios la meta póstuma de estos consiste en la eliminación de mismo. El fascismo o movimientos afines como el peronismo confunden al Estado con el partido y lo convierten en un instrumento electoral (antes que institucional) al servicio del caudillo, la familia o la camarilla gobernante.
En sentido contrario, los que defendemos las ideas en favor de la libre iniciativa y del mercado, lejos de querer eliminar o desnaturalizar al Estado, lo reivindicamos de veras. Pero dicha reclamación no es a ese Estado que obra de rodillo compresor aplastando las iniciativas individuales; no al Estado-partido que está al servicio electoral, proselitista o comercial de sus ocasionales usurpadores; no al Estado que opera como un antro para hacer negociados con plata de los contribuyentes; no al Estado como mega-empleador en el que todos pujan por colocar familiares o amigotes en dependencias inútiles; no al Estado subsidiante al cual hay que extorsionar o presionar para arrancarle becas, pensiones y prebendas entre otros privilegios crematísticos.
Desde aquí proclamamos y reivindicamos al Estado no como estructura enemiga de la propiedad privada (ni siquiera complementaria), sino al Estado en cuanto entidad que debe precisamente custodiar y defender la propiedad privada y la libre iniciativa. ¿Quién sino el Estado para obrar de garante de que los individuos no se dañen entre sí en sus bienes físicos o materiales?
De la misma manera en que estar a favor de las garantías jurídicas no tiene absolutamente nada que ver con abrazar los infantilismos garantistas, la reivindicación del Estado nada tiene que ver con el estatismo.
Luego, la reivindicación del Estado constituye la mejor forma de defender lo privado.

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JOSEP RAMONEDA / LIBERALES Y CONSERVADORES / EL LIBERALISMO ECONÓMICO SIEMPRE FUE ALGO EXTRAÑO AL UNIVERSO MENTAL TANTO DE CDC COMO DE UDC (DESDE ESPAÑA)

A medida que el proceso de globalización ha ido avanzando y la política ha perdido paulatinamente poder frente al capitalismo financiero, han ido saliendo a la luz las contradicciones entre el liberalismo económico y el conservadurismo social. Emmanuel Terray nos ofrece en Pensar a la derecha la tabla de valores de este antagonismo: movilidad y cambio frente a estabilidad; innovación frente a continuidad; nomadismo frente a enraizamiento; cosmopolitismo frente a patria; incertidumbre y riesgo frente a seguridad; consumo y hedonismo frente a moderación; competición frente a consenso.
Como alianza nacionalista, en Convergència y Unió están muy asentados los valores conservadores, que, por otra parte, son familiares a la burguesía catalana que le da respaldo. De hecho, el liberalismo económico siempre fue algo extraño al universo mental tanto de Convergència Democràtica de Cataluña, forjada en la cultura del nacionalismo socialcristiano, como de Unió Democràtica, viejo partido de tradición democratacristiana. Fue Artur Mas, cuando era el número dos del presidente Pujol, quien hizo las primeras tentativas de dar carta de naturaleza a la música liberal en Convergència. Durante los años de travesía del desierto de CiU, el liberalismo económico fue ganando terreno, entre personas próximas al actual presidente, que, además acostumbraban a conjugarlo con la apuesta por la independencia.
De modo que Convergència, como otros muchos partidos del ámbito del centro-derecho, necesita buscar fórmulas y equilibrios para que las tensiones entre los valores del liberalismo económico y los valores del conservadurismo social no generen confusión en el electorado. El PP, que introdujo el liberalismo económico en su cultura cuando Aznar hizo el baldeo general que la derecha española tenía pendiente, trató de compensar las incertidumbres, los miedos y las dudas que el cambio podía generar en sus electores con el despliegue sin complejos de un neonacionalismo español; la alianza con los obispos, con los que salieron a la calle para defender los valores de siempre, y el amparo del amigo Bush. Convergència intenta encontrar en el soberanismo el punto de engarce entre las dos sensibilidades.
Es insoportable —y degradante para las instituciones— que los gobernantes repitan cínicamente que toman medidas que no les gustan, pero que no tienen otra opción. Si de verdad lo creen así, ¿por qué no lo dejan?
Las contradicciones de valores en el seno del espacio convergente se están traduciendo en una peculiar dualidad política, cuya expresión es la tortuosa pero, de momento, inquebrantable alianza con el PP. Por un lado, la economía; por el otro lado, la política. En materia económica, la aceptación resignada de que “no hay margen” (es decir, de la impotencia de la política); el cumplimiento escrupuloso de las exigencias de los mercados (el Gobierno catalán ha sido el primero de la clase en los recortes, aun a riesgo de comprometer la tradición socialcristiana de la coalición); la alianza incondicional con las políticas de austeridad del PP (que le ha dejado solo al no atreverse con las medidas más impopulares); y la fascinación ante cualquier magnate que prometa el oro y la insolencia (la increíble negociación por Eurovegas, en que la política ha dado otro lamentable ejemplo de humillación ante el dinero). En materia política, el soberanismo; la cultura identitaria; el orden y la seguridad (con el consejero Puig como principal actor político del Gobierno), y la moderación (la bandera preferida del presidente).
Sin duda, es difícil moverse entre estas dos líneas sin caer en contradicciones. Por ejemplo, en un momento en que el PP tiene como objetivo estratégico la reespañolización de Cataluña, CiU le ha dado cuotas de poder insólitas en el campo cultural a través de la Diputación de Barcelona, de algunos Ayuntamientos, y de la Corporación Catalana de Radio y Televisión. Y el consejero Puig ha desbordado en dureza al ministro del Interior, al proponer algo tan disparatado como la limitación de un derecho fundamental —el de reunión— para combatir la llamada guerrilla urbana o antisistema.
En la medida en que las grandes decisiones económicas han escapado al control de los gobernantes, las derechas, que no muestran voluntad ni capacidad de revertir esta situación, recurrirán a la recuperación de los valores conservadores para disimular los efectos devastadores de la pérdida de poder de la política y de la austeridad. El PP lo tiene claro y ha encargado esta tarea nada menos que a Ruiz Gallardón y José Ignacio Wert, dos liberales de cupo que han resultado ser muy conservadores. Visto que la izquierda no tiene nada nuevo que ofrecer, el futuro de la democracia, con la política anegada por la impotencia, es, por lo menos, problemático. Es insoportable —y degradante para las instituciones— que los gobernantes repitan cínicamente que toman medidas que no les gustan, pero que no tienen otra opción. Si de verdad lo creen así, ¿por qué no lo dejan?

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EDUARDO MACKENZIE / GAITÁN, ENTRE LA REALIDAD Y LA LEYENDA

Decir mentiras sobre la historia de Colombia es repudiable. Ningún vínculo familiar con el difunto Jorge Eliécer Gaitán puede ser invocado como excusa para burlar esa exigencia intelectual y moral. Todo lo contrario.
María Valencia Gaitán publicó el pasado 9 de abril en un diario bogotano un artículo en el que vuelve a servir una falsa leyenda: la que le atribuye al gobierno del presidente Mariano Ospina Pérez la muerte del caudillo liberal.
María Valencia debería investigar realmente cómo ocurrió y por qué ocurrió el 9 de abril de 1948. Pues ella parece ignorar muchas cosas. Joven, sensible, inteligente, capaz, ella podría investigar los verdaderos orígenes del 9 de abril, aceptar la verdad y romper, por fin, las cadenas ideológicas y psicológicas que fabricaron los asesinos de Jorge Eliécer Gaitán. Pues el líder liberal fue asesinado dos veces. Cuando dispararon cobardemente contra él y unos días después cuando esos mismos conjurados lanzaron, en Bogotá y París, la especie de que el gobierno de Ospina Pérez y el “imperialismo norteamericano”, eran los culpables de ese atentado y de las violencias inauditas que Bogotá y el resto del país sufrieron.
En su artículo, María Valencia Gaitán sugiere que los conservadores y el liberalismo no gaitanista, habrían ordenado el atentado, dentro de un contexto de múltiples violencias que ella describe, en acto de unilateralismo muy completo, como un “genocidio” que los conservadores habrían cometiendo “contra los gaitanistas”. En otras palabras, Ospina Pérez habría decidido desatar la onda de choque que estuvo a punto de derrumbar su propio gobierno, que pudo haber quebrado las instituciones y disolver abruptamente la IX Conferencia Panamericana. Según ella, el presidente Ospina Pérez habría preferido incendiar el país y poner en peligro su propia vida y la de los delegados a esa conferencia, incluido el secretario de Estado norteamericano general George Marshall, pues no había encontrado otra manera de frenar la marcha de Gaitán hacia el poder.
Lamentablemente, esa triste engañifa fue impuesta a los colombianos, y a la familia Gaitán, a fuerza de campañas de propaganda marxista que duraron años. Esa impostura ha tenido éxito por la cobardía de ciertos historiadores que no quisieron hacer su trabajo de manera profesional y porque el debate fue siempre confiscado.
El 9 de abril de 1948 fue uno de los primeros grandes crímenes de la Guerra Fría. Fue un golpe solapado de Stalin contra el mundo democrático, en un momento clave: cuando la URSS creía, por un lado, que los Estados Unidos iban a desatar contra ella una guerra mundial, y cuando veía, con cierta clarividencia, que el Plan Marshall, en sus dos variantes, una para  Europa y otra para América Latina, sería la palanca formidable que contendría el expansionismo comunista en los dos continentes.
Es lamentable ver que la nieta de Gaitán, a estas alturas, sigue ignorando que el Bogotazo tuvo un trasfondo geopolítico mayor, que la brutal muerte de su abuelo no fue otra cosa que el medio escogido por Moscú para propinarle un golpe a Washington y al panamericanismo. Ese golpe tenía también un objetivo local: abrirle avenidas a los comunistas colombianos, quienes habían sido barridos de la escena política y de los sindicatos por la acción del gaitanismo. Gaitán si bien admiraba a la URSS, detestaba a los comunistas de Vieira y Durán. Y esa no fue la única de sus intuiciones geniales.  Moscú tenía otra meta local más ambiciosa: sacar a Colombia de la esfera del mundo libre.
¿Cómo es posible que María Valencia Gaitán ignore esos hechos?
Hace 60 años que Colombia espera la aparición de la gran biografía de Gaitán. El culto de Gaitán existe, y eso es legítimo. Sin embargo, es un culto original: sin textos litúrgicos indiscutibles y sin grandes pontífices. Si la biografía definitiva de Gaitán no ha sido aún escrita es porque falta el elemento central: la verdad. La verdad de la vida de Gaitán y, sobre todo, la verdad de su asesinato. En general, las personas que se han aproximado a ese tema lo hacen sin osar remover cuatro obstáculos: una investigación judicial mal hecha, un relato de base mítico, una visión ideológica tenaz y un enfoque localista, que niega hechos importantes de la Guerra Fría. Desde tal perspectiva esas personas no pueden pensar ni escribir libremente.
Lo más dramático de todo es que la familia de Gaitán sigue repitiendo la versión inventada por los victimarios de Gaitán, en lugar de rebelarse contra ese doble crimen, contra el hombre y contra la historia de Colombia.
¿Cómo es posible que en su artículo María Valencia Gaitán no haya hablado una sola vez de la guerra a muerte que existía entre los comunistas y el gaitanismo? ¿Cómo es posible que ella siga diciendo que los puentes estaban rotos entre los liberales, los conservadores y el gaitanismo? ¿Cómo es posible que ella diga que el partido liberal, bajo la dirección de Gaitán, era ya un partido socialista, cuando Gaitán habló hasta el último día de su vida de “liberalismo-socialista”, lo que es otra cosa?
Ese análisis de María es consternante. ¿Cómo es posible que ella siga alegando que Fidel Castro estaba en Bogotá para asistir a un pacífico “congreso de estudiantes”, olvidando que a Bogotá llegaron,  desde marzo de 1948, no sólo el cubano citado, quien tenía ya dos muertos en sus espaldas, sino decenas de otros aguerridos stalinistas de Europa y Latinoamérica, y que la tarea de todos ellos, expertos en subversión, era sabotear la Conferencia Panamericana y dirigir una insurrección armadas contra el poder? ¿Cómo ella puede ignorar la documentación que existe al respecto? ¿Cómo puede ignorar que ese era el tipo de trabajo que organizaba el Komintern en esos años y que ese aparato dio golpes similares al del 9 de abril en otros países? ¿No sabe lo que hizo durante la guerra civil española? ¿Lo que hizo en Checoslovaquia? ¿Ignora que Jan Masaryk, otro gran líder liberal anticomunista, fue “suicidado” por agentes de Stalin, pocos días antes del asesinato de Gaitán, el 9 de marzo de 1948?
El concepto de “genocidio” que María Valencia Gaitán emplea sin mayor reflexión debería utilizarlo contra los que mataron a Gaitán: son ellos los creadores de las “repúblicas independientes” ulteriores, los manipuladores de bandidos como Sangrenegra y Tirofijo, los creadores de las Farc y de los otros organismos criminales que han asesinado colombianos y desordenado el país durante 60 años. Son ellos los que aplican aún hoy una política de aniquilación contra Colombia. ¿Sería mucho pedirle a María Valencia que  trate de ver la historia de su patria con anteojos que no sean ideológicos?
*Periodista y escritor, autor de Las FARC fracaso de un terrorismo, Random House Mondadori, Bogotá, 2007.
eduardo.mackenzie@wanadoo.fr

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LUIS CARVAJAL BASTO / GAITÁN Y EL SIGLO 21

Ahora, cuando vamos a resucitar el tranvía destruido el 9 de abril de 1948, ¿Cuál podría ser la actualización, si ello es posible, del discurso del caudillo Liberal que se mantiene vivo en el imaginario colectivo?
Redención de los débiles, reforma agraria, prestación de servicios a la población por parte del Estado y otras del mismo corte, pueden ser consignas universales que, perfectamente, se acomodarían a diferentes circunstancias, épocas y países. La particularidad de Gaitán quizá se refiera a su independencia y capacidad de interpretar a una población para la que no era suficiente el discurso del establecimiento de entonces, en el ocaso de los gobiernos Liberales de Olaya Herrera, López y Eduardo Santos. Fundó la UNIR haciendo demostración de ese talante, con el que se apropió de las mayorías en las elecciones de 1947, un año antes de su muerte.
Gaitán asistió a un periodo de cambios institucionales, muchos de los cuales vieron la luz en el gobierno de la revolución en marcha liderado por el presidente Alfonso López  Pumarejo. Colombia, entonces, era un país fundamentalmente rural con formas de producción pre capitalistas que se correspondían con un régimen político en formación. Para entonces, vale recordar, las mujeres no podían votar, se usaban más  alpargatas que  zapatos y era casi exclusivo el uso de papel higiénico. El desarrollo industrial era una quimera y en el campo existían formas feudales de propiedad.
En los tiempos en que le correspondió vivir, las diferencias teóricas y filosóficas de Liberales y Conservadores, reeditaban las que se produjeron en el parlamento inglés entre  propietarios de la tierra e industriales emergentes, como David Ricardo. Con una diferencia fundamental en el caso del Liberalismo colombiano: la que se refiere al papel del Estado para equilibrar las diferencias, redistribuir los ingresos y promover el progreso social, en que creyó Gaitán, como regla y no como excepción, tal como aparece en el concepto Ricardiano y en el de Adam Smith, retomado años después por lo que conocemos como neoliberalismo.
Con una infancia y juventud contemporáneas con el ascenso del Marxismo y la revolución Rusa, Gaitán no fue indiferente a su influencia, como lo describe el maestro Gerardo Molina en su “Historia de las ideas Liberales en Colombia”. Optó por el Liberalismo, en una discusión interna que cuatro décadas después de su muerte resolvió la historia, después de la caída del muro de Berlín y lo que el mundo ha visto, al proscribir todas las formas de dictadura.
Gaitán se convierte en la expresión frustrada de los anhelos de grandes sectores de la población. El “pueblo”, Liberal y Conservador. En el imaginario popular es el “pudo ser y no fue”. El episodio de su muerte, pone al desnudo las limitaciones del caudillismo tanto como la vocación institucionalista de la dirigencia Liberal que siente temor de quebrantarla, con una razón más que suficiente: la construcción  de las Instituciones en Colombia ha sido su propia contribución: desde las luchas que desembocaron en la Constitución de 1886 y la abolición de la esclavitud, hasta los derechos sociales y la dignificación del trabajo. Ese respeto por el andamiaje Institucional se puede sintetizar en la conocida frase “y el poder ¿para qué?, en la conocida expresión del maestro Darío Echandía.
La violencia que se desató luego de la muerte de Gaitán resulta emparentada con la que hemos conocido después del narcotráfico, pero es bien diferente: las guerrillas Liberales no se relacionaban con el narcotráfico, ni atentaban contra la población civil y tampoco secuestraban. Aunque en ambas está en el medio la propiedad de la tierra tanto como su adecuada explotación, ni Colombia, y quizá ningún otro país, había sido víctima de las peores ambiciones, poderosas, enriquecidas, armadas y opresoras de los derechos civiles, como las que hemos visto y Gaitán no pudo presentir.
Nuestro país ha sido uno antes y otro después del narcotráfico. Hasta ahora estamos conociendo los alcances de su impacto. ¿Podría permanecer inmutable el discurso de Gaitán? Si se comparan las cifras sociales entonces y ahora, encontramos que las coberturas en educación y salud, a pesar de lo que falta, han progresado significativamente; tenemos una Constitución garantista que recoge, en democracia, mucho de su discurso, al punto que a veces es desbordada por la realidad de  violencia y corrupción; Tenemos, entre muchas, tareas pendientes como  una reforma agraria que soñó Gaitán y que consiga productividad y empleo.
Pero lo que no se puede poner en duda en el discurso Liberal de Jorge Eliecer Gaitán es el alcance de la Libertad y el sentido de dignidad de los seres humanos, como valores fundamentales. Por eso, luego de observar lo que ocurrió con ellos en los regímenes estalinistas, fascistas y populistas, que azotaron el mundo y la violencia de los narcos que hemos padecido, no hay duda de que hoy persistiría en la utopía del Estado Liberal y desataría su oratoria para que, conforme a reglas que reconozcan los derechos ciudadanos, el Estado les respetara y protegiera, haciendo uso de la autoridad legítima que, luego de 200 años de violencia estéril, necesitamos consolidar hoy, más que nunca, los colombianos.Tarea por ejecutar y en las manos de quienes no le conocieron.
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ALBERTO JIMÉNEZ URE / EL DICTADOR DE ULTIMOMUNDANO / (TOMADO DEL LIBRO DICTADURA DE ULTIMOMUNDANO)

«El corrupto ríe cuando se le impreca por ser  irresponsable frente a la Humanidad: su bonanza de ilícita e innoble procedencia es su sepultura y, por ello, no ve ni escucha a quienes sin tribunales aliados le reprochan»
El Dictador de Ultimonundano es, fundamentalmente, mitómano (vocablo que viene del Fr. «mythomane»; se dice de un sujeto propenso a fabular sobre los hechos y pretende convertir en leyenda a su distorsionada personalidad). Hay mucho de pueril en el comportamiento de este arquetipo, a mi juicio no humano. De ese «reptilsaurio» capaz de llevar al extermino (mediante la praxis del crimen selectivo o el genocidio, en su variedad de facetas) a una o más personas sin experimentar remordimiento o culpa: el mundo habría nacido a expensas de su conciencia, fue y es «aquí» a causa de su nociva presencia que califica como una «bendición».
No responde a lo fenomenológico por cuanto, aun siendo lesivo con intencionalidad, carece auténticamente de idealismo. La exigua conciencia que ostenta no obra conforme a la Ciencia Fenomenológica, que exige nos abstengamos de formular excediéndonos: tras deducir a partir de las demarcaciones de la experiencia sobre las cosas que nos rodean (1). Abunda en conductas infantiles porque la prosopopeya lo ofusca, lo desubica aun ejerciendo poder sobre una Nación de «estupicacas» y absorta que le mendiga bienaventuranzas a su (¿Dignatario?) verdugo.
Este tyranun es, hegelianamente, el sujeto-objeto no universal de su propia y mediocre conciencia: que ninguna sensibilidad exhibe hacia lo que le circunda y que es víctima de su irresponsabilidad. Estos individuos suelen conectarse con el Vulgo irracionalmente: con expresiones vacías que parecen, en ocasiones, aullidos y otras veces gritos repetitivos de felino que retumban en la inmensidad plagada de ignorancia.
Hegel, también idealista, escribió respecto a la certeza: «La fuerza de la verdad reside ahora, pues, en el Yo, en la inmediatez de mi vista, de mi oído, etc. […] El Yo sólo es Universal» (2). Sostengo que cuando un Hombre Superior procede proyectándose hacia y con la universalidad, se transforma en estadista. Si lo mueve el instinto de agredir o intimidar presumiendo que de esa forma asegura su permanencia, si muestra fauces y no talentos cuando actúa frente a los demás, si persiste en el impulso primitivo de sofocar para encima del moribundo imponerse, jamás elevará su inteligencia de primate.
El Dictador de Ultimonundano se apertrecha de armas letales, de tropas, y desestima el fomento de las Artes y Letras en la república que lo padece. Cree genial nombrar las cosas torciéndole su sentido y, cuando edifica, sólo acomete fachadas. Suple su falta de coeficiente intelectual con profusa propaganda multimediática, que ahora alcanza mayor envergadura gracias a los avances tecnológicos. Todo lo maquilla, comenzando por su ridícula intención de «perpetuarse» (secularidad o herencia de lo canallesco tribal). Si no es un viejo, aspira que todavía detentará el mando cuando el tiempo lo encorve y proseguirá senilmente con su malignidad sin que su decadencia le advierta que dimita. No será un sabio anciano, sino un parásito en las entrañas de la sociedad a la cual nunca estimó: que socavará, y le provocará hemorragias hasta el instante de su «escisión física»
Si el Demonio existiese, se nos estaría permitido afirmar que el Dictador de Ultimomundano es su excremento. Pero, quienes representan a la Humanidad están allí, mirándolo cometer atrocidades y convocándolo para luego nada reprocharle: administra tesoros ajenos y corrompe, forma parte de la membresía en la Diplomafia Transnacional que inescrupulosamente santifica «Crímenes de Lesa… »
NOTAS
(1) HUSSERL, Edmund [1859-1938, a quien se le atribuye la fundación de esa corriente filosófica, bogó por la necesidad de asumir el conocimiento con el respeto y rigor con el cual se emprende el estudio y la investigación científica en las demás disciplinas]
(2) HEGEL, W. W. F [1770-1831, alemán]: Fenomenología del Espíritu. «Fondo de Cultura Económica», México, 1973. P. 66).

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JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ / ECONOMÍA, EDUCACIÓN Y DESARROLLO (SEXTA PARTE)

En la Venezuela de hoy, observamos un Estado rico con una estructura económica disminuida y altamente obsoleta; realidad que induce un crecimiento económico con débil generación de empleo de calidad, digno, productivo y bien remunerado; con evidente efecto sobre las posibilidades de alcanzar el progreso social, ubicándonos en una situación de crecimiento sin desarrollo.
Ante tal escenario, cabe preguntarnos: ¿Para cual Venezuela educamos?;  ¿Qué tipo de demandas formula el sistema económico al sistema educativo?;  ¿Se han disminuido las desigualdades sociales generadoras de pobreza?; ¿Se han instrumentado políticas activas de empleo?; ¿Se han definido las competencias aspiradas de un trabajador y de un empresario?
Se acepta, como en efecto es, que el crecimiento económico implica por sí mismo un aumento en la actividad del aparato productivo, y por ende, una mejora en el nivel de empleo, a la par de disminuir la pobreza coyuntural. En lo específico de la pobreza, vale resaltar que ella presentará permanentemente una circularidad en su comportamiento, a menos que las personas puedan potenciar sus capacidades para mejorar su desempeño en una  equilibrada relación entre el capital y el trabajo, teniendo al sistema educativo como su eje transversal; lo cual equivale a sostener que se  ha de brindar al ciudadano un acceso universal al conocimiento a la luz de una educación de calidad que le aumente su potencialidad para enfrentar el dilema de la movilidad social, teniendo al empleo digno como su aliado estratégico.
En tal sentido, la economía tanto en su enfoque macroeconómico como microeconómico, debe colocarse al servicio de los seres humanos y sus necesidades, hasta procurar su bienestar en el tránsito hacia satisfacer sus esperanzas. Por otro lado, y en el marco de una política educativa moderna y flexible, se deben promover innovadoras modalidades para la capacitación tanto del trabajador como del empresario, en aras de facilitarles la adaptación a los cambios en materia económica y tecnológica; y muy especialmente facilitarles el acceso a las Nuevas Tecnologías, en procura de ayudarlos a convertir en conocimiento el caudal de información que circula en el mundo de la virtualidad.
Las políticas económicas, teniendo al pleno empleo como base del desarrollo, han de formularse en un contexto social, político y jurídico que facilite su ejecución, y se reviertan en una más justa distribución de los resultados positivos del crecimiento económico. Para ello, se hace necesaria la existencia de una integración y apoyo mutuo entre las políticas económicas y educativas, en un escenario de diálogo permanente con la sociedad a los efectos de formular dichas políticas, las cuales deben tener como referencia obligatoria el Plan de Desarrollo Nacional, y contener orientaciones fundamentales en materia de formación de recursos humanos, con la persona como eje central.
De igual modo, y siendo la educación la herramienta fundamental para la generación del empleo pleno y productivo, ha de establecerse un vínculo indisoluble entre las políticas educativas y el mercado laboral, que incluya la obligante transición entre el aprendizaje y el trabajo; apoyando para tal fin un fortalecimiento del sector educación en  uno de sus roles básicos como es el de facilitador del aprendizaje de conocimientos, habilidades y destrezas; aunado a programas de aprendizaje permanente, de capacitación profesional y de readiestramiento que permitan, por una parte, mejorar la productividad del trabajo, y en consecuencia la elevación de la remuneración de la fuerza de trabajo, y por  la otra,  el fomento del emprendimiento y del empleo independiente con el concurso de las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMEs); donde la agrupación de empresas y su correspondiente especialización en determinadas actividades productivas, bajo la figura de los denominados clúster pueden y deben jugar un papel de trascendencia.
En relación al tema de las competencias necesarias para un buen desempeño laboral u ocupacional, debe abordarse el análisis e instrumentación de enfoques que faciliten conocer tanto las que posee el individuo, como identificar las que se requieren para el ejercicio de una determinada ocupación, facilitando de tal forma la participación activa del sector educativo en aras de equilibrar ambos aspectos. Es claro, que el análisis e identificación de competencias estará influenciado por el paradigma teórico del cual se parta, dentro de los cuales, y apoyándonos en distintos autores, podemos mencionar: conductista, funcionalista y constructivista.
El paradigma conductista, persigue la localización y descripción de aquellos atributos causalmente relacionados con un desempeño eficiente de las personas en sus puestos de trabajo.  De tal forma, las competencias se refieren muy especialmente a: rasgos de personalidad, habilidades, actitudes, valores y conocimientos.
El paradigma funcionalista, se basa en la identificación de criterios directamente relacionados con resultados concretos, a fin de adaptar los sistemas de formación y capacitación profesional a las necesidades del mercado laboral; razón por la cual las empresas son entendidas como sistemas sociales abiertos en constante interacción con su entorno, habida cuenta que su funcionamiento depende de sus relaciones con el mercado y otras instituciones.
El paradigma constructivista, tiene como objetivo la definición de normas de tipo contextual que eviten las disfunciones que puedan surgir en las organizaciones en lo atinente a  la formación y el empleo; lo cual puede conducir a la modificación o generación de competencias. Este enfoque, convertido en una política de gestión por competencias, implica superar los límites del aprendizaje tradicional, ofreciendo a las personas un sistema de formación con prácticas en alternancia en el que participan de forma activa e interrelacionada, tanto las instituciones y agentes educativos, como las organizaciones del entorno laboral.
La Organización de los Estados Americanos (OEA), en distintas Cumbres de las Américas ha abordado reiteradamente el tema del Desarrollo Económico Sostenible, y es así que en la Declaración de Nuevo León, 2004, se señaló que cada país es el principal responsable de su propio desarrollo social y económico a través de políticas racionales, buen gobierno y un eficiente estado de derecho; en el entendido que el crecimiento económico sostenido, con equidad e inclusión social, es una condición indispensable para crear empleo, enfrentar la pobreza y superar la desigualdad (Declaración de Mar del Plata,2005); sin embargo reconocen que el crecimiento económico es una condición básica e indispensable pero no suficiente, para enfrentar las elevadas tasas de desocupación, pobreza y expansión de la economía informal.   Muchos países han pasado por períodos de crecimiento económico que no se ha traducido en tasas de empleo equivalentes, acentuando los problemas existentes de alta concentración de ingresos, pobreza e indigencia; razón por la cual  el desafío consiste en sostener tasas más altas de crecimiento con equidad e inclusión social, que generen mayores oportunidades, inversión y desarrollo social.
En la búsqueda de un crecimiento económico sostenido, de largo plazo y equitativo que cree trabajo, reduzca la pobreza, elimine el hambre y eleve los niveles de vida de la población, se hace necesario instrumentar políticas macroeconómicas sólidas encaminadas a mantener índices altos de crecimiento, pleno empleo, políticas monetarias y fiscales prudentes, regímenes de tasas de cambio apropiadas, todo ello complementado por una gestión prudente de la deuda pública, la diversificación de la economía y el mejoramiento de la competitividad.
En un todo de acuerdo con lo antes expuesto, se ratifica el argumento según el cual para reducir la pobreza, el hambre, crear trabajo decente y digno, y elevar el nivel de vida, se deben lograr mayores niveles de desarrollo empresarial y de crecimiento económico sostenible con equidad, para lo cual se requiere promover mayor responsabilidad empresarial y mejor competitividad (Declaración de Puerto España, 2009); e igualmente otorgarse mayor atención al incremento del ritmo de crecimiento económico y la reducción de la pobreza, de manera que ambos factores se refuercen, y que esta prioridad incluya políticas sociales sectoriales que logren la efectiva reducción de la pobreza, así como una mayor inversión en la población que resalte un mejor acceso a la educación y a los servicios de salud (Plan de Acción de Québec, 2001); asumiendo el Estado la garantía para el financiamiento de los servicios sociales, en el marco de una definida política social.
Ante la realidad de la existencia de una Sociedad de la Información, ella debe estar enfocada en el ser humano, incluyente y orientada al desarrollo e inspirada en los objetivos de inclusión social, reducción de la pobreza y logro del progreso en el marco de un desarrollo económico social equilibrado (Declaración de Nuevo León, 2004).
Especial importancia se le concede a la participación del sector privado a los fines del desarrollo; destacando que las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMEs) constituyen un componente fundamental para el crecimiento económico, la creación de empleos y la reducción de la pobreza; hecho que induce la formulación de políticas y programas que faciliten la consolidación y formalización de las MIPYMEs (Declaración de Nuevo León, 2004).
Resulta axiomático para la ciencia económica afirmar, que la primera condición para que un país se desarrolle es que cuente con empresas que realicen inversiones de capital físico y humano, hasta estructurar un tejido empresarial fuerte y competitivo. Esta verdad precisa de una serie de condiciones, y muy especialmente un marco jurídico que garantice los derechos de propiedad y exija el cumplimiento de los contratos;  en síntesis un Gobierno democrático que refleje una administración pública eficiente y respetuosa de la institucionalidad.
En concordancia con lo expresado, se infiere que uno de los principales desafíos a la estabilidad democrática es generar empleos productivos y de calidad, con el interés superior por alcanzar que la mayoría de los ciudadanos se beneficien de la prosperidad económica (Declaración de Mar del Plata, 2005).
Finalmente, vale destacar la importancia de adoptar políticas y estrategias que alienten cambios en los patrones de producción y consumo para alcanzar el desarrollo y una mejor calidad de vida, así como para contribuir a la superación de la pobreza. A los fines de este propósito, la democracia es esencial para la paz, la justicia y el desarrollo; al igual que para el fortalecimiento de las instituciones y valores democráticos; convirtiéndose en el ambiente propicio para labrar un camino hacia el progreso.
Jesús Alexis González
observatorio2012@gmail.com

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MIGUEL BAHACHILLE M.|/ ¡VIVA EL OFICIO DE MENDIGO!

La mendicidad es uno de los oficios más antiguos de la humanidad. No existe época ni sistema político en que no la haya habido. Cientos de historias y abundante literatura se han escrito desde tiempos bíblicos en torno a la figura del mendigo. El cine, en todas sus épocas, ha hecho lo propio; miles de películas hasta han romantizado la condición de este ser menguado. Algunos suponen que con el retiro del tradicional pedigüeño de las calles se desvanece el fenómeno de la mendicidad. Sin embargo, por sus profundas y recónditas implicaciones sociales, humanas y políticas, la limosna trasciende cualquier propósito de ocultarla.

Al indio que camina por las calles de Bombay o Calcuta no le sorprende ver cientos de miles de mendigos con los que se cruza. Para él son parte de una tradición y hasta de su propia cultura. Para un europeo o americano con algo de sensibilidad es posible que le turbe algunas noches de sueño. ¿Cómo se mitiga la mendicidad en los pueblos malamente llamados en desarrollo siendo que todas las naciones con sus propias tipologías están en desarrollo? Lo único cierto es que con la repartición de limosna no se aminora la pobreza.

En Venezuela la subvención otorgada a través de misiones no basta para mitigar la miseria. ¿Cuáles son los planes del Gobierno para incrementar la visión primaria que dé alguna esperanza a los desposeídos para salir de su inopia casi crónica? Los hipócritas y sensibleros del régimen enfurecerían si alguien osara criticar la forma como el régimen intensifica la repartición de limosnas siendo que en ellos priva más la demagogia que bienestar para sus receptores.

Veamos cómo se soslaya la limosna. El trabajo que normalmente realizaba un solo funcionario, ahora se lo dividen entre cuatro, cinco y seis personas. El caso de PDVSA bien lo ilustra. La faena que realizaban 20.000 trabajadores en 2001 para producir 3,5 millones de barriles de petróleo diarios; hoy lo realizan 100.000 para una producción diaria de 2,4 millones. Sin embargo, la elocuencia de los politiqueros se esmera por divulgar cómo en una empresa socialista se incrementa la corriente de los formadossiendo que lo único que se crece es una subvención disfrazada.

Similares circunstancias se observan en empresas expropiadas como Agropatria, Sidor, cementeras, bloqueras, entre muchas. Bajo esa premisa en menos de 3 años no habrá hombres que cultiven la tierra ni obreros, especializados o no, para las industrias de la construcción y artesanía productiva. ¡Pero no importa!; basta con el dinero de la renta petrolera para fortalecer la dádiva y aniquilar decisivamente la fuerza de trabajo productiva. Se repite la analogía del boxeador que se hizo millonario en dólares en una sola pelea y quedó arruinado a los pocos meses por la disipación incontrolada entre sus adulones.

Cualquier esfuerzo en pro del desarrollo quedará en la estacada si se siguen destrozando las estructuras sociales tradicionales del país. La industria privada ha sido minusvalorada por cuestiones ideológicas mientras importamos no sólo maquinarias, vehículos, alimentos, medicamentos, sino sistemas educativos forjados en un país comunista. Ello implica sustituir nuestros valores y expectativas por otra cosa. El régimen autodefinido socialista se niega armonizar el desarrollo científico con el espacio social disponible. La importación del know-how (hábitos, conocimientos, experiencias) sociopolítico fracasado puede conducirnos a terribles catástrofes mientras se sigue cimentando la mendicidad patológica como oficio.

En el fondo lo que domina en la psiquis oficialista es un inmenso prejuicio respecto a las naciones abiertas que estimulan el trabajo como forma de crecimiento. Todavía priva en algunos coadyuvantes del régimen la obsesión de los años 60 contra las naciones desarrolladas por aprovecharse de nuestras materias primas que luego reimportábamos como productos acabados. Ese desequilibrio no se modifica incrementando la mendicidad como política de Estado. La venganza chavista no cabe en un mundo tecnológico, por demás indetenible, sino abriendo la tijera del desarrollo tal como lo hacen Chile, Perú, Colombia, Méjico y Brasil. Lo demás es volver a creer en pajaritos preñados.
miguelbm@movistar.net.ve

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LUIS ALFREDO RAPOZO / RECUERDO DE SEMANA SANTA.

Rosita Gallo, la esposa de mi compadre Juan Grillo, expresó recientemente que la próxima semana santa no sale de Caracas y que se quedará en su casa en los días santos.
Este año tenían mucho entusiasmo para irse de plan vacacional, gracias a la invitación que le hiciera mi primo José Rapozo, desde la población de Mariguitar, en el Estado Sucre; cuestión de pasar juntos esos días, disfrutando de la gastronomía cumanesa y descansando en una hamaca, bajo la sombra de un conglomerado de cocoteros que miran el azulado Golfo de Cariaco.
Cuando salieron de Caracas, todo iba de lo mejor, hasta que bajando por la autopista que conduce a la ciudad de Guarenas, transitaron sobre el mal estado del pavimento rastrillado, dentro de un marco de trabajo prolongado, que uno no sabe cuándo terminarán su refacción. 
Esto se mantuvo relativamente constante hasta llegar a la encrucijada de Caucagua, cuando el deterioro de la vía se hizo notar más aún, con huecos más grandes en medio de la carretera, dando la sensación que el carro era una lavadora, hasta que pasaron frente al caserío de “Las Lapas”, donde una yanta comenzó a despedazarse hasta quedar la rueda en el rin pelado.
Mientras Grillo cambiaba  el neumático, salieron de la espesura de la vegetación -como si fueran saltamontes-, tres facinerosos que aplicaron una extraña operación -cual Guardajumo-, quitándoles un teléfono celular, un reproductor para discos compactos y una cámara fotográfica. La policía de carretera, posteriormente les dijo “que salieron baratos” y le indicaban el camino para seguir con un buen viaje. Entonces, Rosita le daba gracias a Dios, por el favor recibido.
Luego más adelante, mi compadre se vio envuelto en una escena de pelea callejera con un sujeto que le estaba cobrando una cuenta en un restaurante de carretera, cuya factura parecía una deuda con una clínica, la cual mi comadre Rosita, se encargó de denunciar a los cuatro vientos, encendiendo el clima y propiciando que Grillo luciera sus bíceps como en tiempos de María Castaña. No pagó la cuenta, pero Grillo se llevó un ojo morado, mientras huía; esquivando vasos, piedras y utensilios que le habían tirado, adornados con palabrotas e insultos, recordándole a la madre, que lo había criado…
Cuando llegaron a la población de Uchire, pasaron a darse un baño, por el balneario, donde –por descuidados- fueron despojados de paños, chancletas y hasta de la gorra de los “Leones del Caracas”, que mi compadre se había llevado. Afortunadamente, mi compadre tenía en el short la llave del carro y gracias a Dios, nuevamente seguían en la ruta, lamentando el pequeño percance.
Fue antes de llegar a Clarines,  cuando recibieron una llamada de mi ahijado José “Grillito”-el hijo menor de la pareja-, quien informaba que su carro se lo habían robado, mientras visitaba a la familia de la novia en la población de “El Venado”, por Lara y que lo habían dejado bien pelado, si acaso con unos billetes para el traslado a Caracas en un autobús destartalado, pero con música a todo volumen y humo de gasoil quemado incorporado.
No llegaron  a la población de Puerto Píritu, cuando Rosita le dijo a mi compadre que no quería seguir hacia Cumaná con tantos incidentes, que lo mejor era regresar a casa, ya que todo estaba muy revuelto. Entonces, dieron la vuelta en ”U” y se regresaron inmediatamente.
En la población de Cúpira, mi compadre fue parado en una alcabala móvil porque andaba corriendo demasiado y pasando como loco a la gente. La policía lo detuvo aconsejándole prudencia, pero mi compadre se puso impertinente y hasta de “majarete” le espetó al policía, razón por la cual, detenido quedó como cuatro horas, hasta que lo soltaron, gracias a los ruegos de mi comadre Rosita.
Por todo lo dicho arriba, fue que mi comadre Rosita decidió no salir de Caracas en la próxima semana santa, debido a ésta bitácora de viaje, que ni Valentina Quintero ha vivido ni mantiene, en su recuerdo de viajes.
luisrapozo@yahoo.es

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