Ahora, cuando vamos a
resucitar el tranvía destruido el 9 de abril de 1948, ¿Cuál podría ser la
actualización, si ello es posible, del discurso del caudillo Liberal que se
mantiene vivo en el imaginario colectivo?
Redención de los débiles,
reforma agraria, prestación de servicios a la población por parte del Estado y
otras del mismo corte, pueden ser consignas universales que, perfectamente, se
acomodarían a diferentes circunstancias, épocas y países. La particularidad de
Gaitán quizá se refiera a su independencia y capacidad de interpretar a una
población para la que no era suficiente el discurso del establecimiento de
entonces, en el ocaso de los gobiernos Liberales de Olaya Herrera, López y
Eduardo Santos. Fundó la UNIR haciendo demostración de ese talante, con el que
se apropió de las mayorías en las elecciones de 1947, un año antes de su
muerte.
Gaitán asistió a un periodo de
cambios institucionales, muchos de los cuales vieron la luz en el gobierno de la
revolución en marcha liderado por el presidente Alfonso López Pumarejo. Colombia, entonces, era un país
fundamentalmente rural con formas de producción pre capitalistas que se
correspondían con un régimen político en formación. Para entonces, vale recordar,
las mujeres no podían votar, se usaban más
alpargatas que zapatos y era casi
exclusivo el uso de papel higiénico. El desarrollo industrial era una quimera y
en el campo existían formas feudales de propiedad.
En los tiempos en que le
correspondió vivir, las diferencias teóricas y filosóficas de Liberales y
Conservadores, reeditaban las que se produjeron en el parlamento inglés
entre propietarios de la tierra e
industriales emergentes, como David Ricardo. Con una diferencia fundamental en
el caso del Liberalismo colombiano: la que se refiere al papel del Estado para
equilibrar las diferencias, redistribuir los ingresos y promover el progreso
social, en que creyó Gaitán, como regla y no como excepción, tal como aparece
en el concepto Ricardiano y en el de Adam Smith, retomado años después por lo
que conocemos como neoliberalismo.
Con una infancia y juventud
contemporáneas con el ascenso del Marxismo y la revolución Rusa, Gaitán no fue
indiferente a su influencia, como lo describe el maestro Gerardo Molina en su
“Historia de las ideas Liberales en Colombia”. Optó por el Liberalismo, en una
discusión interna que cuatro décadas después de su muerte resolvió la historia,
después de la caída del muro de Berlín y lo que el mundo ha visto, al
proscribir todas las formas de dictadura.
Gaitán se convierte en la
expresión frustrada de los anhelos de grandes sectores de la población. El
“pueblo”, Liberal y Conservador. En el imaginario popular es el “pudo ser y no
fue”. El episodio de su muerte, pone al desnudo las limitaciones del
caudillismo tanto como la vocación institucionalista de la dirigencia Liberal
que siente temor de quebrantarla, con una razón más que suficiente: la
construcción de las Instituciones en
Colombia ha sido su propia contribución: desde las luchas que desembocaron en
la Constitución de 1886 y la abolición de la esclavitud, hasta los derechos
sociales y la dignificación del trabajo. Ese respeto por el andamiaje
Institucional se puede sintetizar en la conocida frase “y el poder ¿para qué?, en
la conocida expresión del maestro Darío Echandía.
La violencia que se desató
luego de la muerte de Gaitán resulta emparentada con la que hemos conocido
después del narcotráfico, pero es bien diferente: las guerrillas Liberales no
se relacionaban con el narcotráfico, ni atentaban contra la población civil y
tampoco secuestraban. Aunque en ambas está en el medio la propiedad de la
tierra tanto como su adecuada explotación, ni Colombia, y quizá ningún otro
país, había sido víctima de las peores ambiciones, poderosas, enriquecidas,
armadas y opresoras de los derechos civiles, como las que hemos visto y Gaitán
no pudo presentir.
Nuestro país ha sido uno antes
y otro después del narcotráfico. Hasta ahora estamos conociendo los alcances de
su impacto. ¿Podría permanecer inmutable el discurso de Gaitán? Si se comparan
las cifras sociales entonces y ahora, encontramos que las coberturas en
educación y salud, a pesar de lo que falta, han progresado significativamente;
tenemos una Constitución garantista que recoge, en democracia, mucho de su
discurso, al punto que a veces es desbordada por la realidad de violencia y corrupción; Tenemos, entre
muchas, tareas pendientes como una
reforma agraria que soñó Gaitán y que consiga productividad y empleo.
Pero lo que no se puede poner
en duda en el discurso Liberal de Jorge Eliecer Gaitán es el alcance de la
Libertad y el sentido de dignidad de los seres humanos, como valores
fundamentales. Por eso, luego de observar lo que ocurrió con ellos en los
regímenes estalinistas, fascistas y populistas, que azotaron el mundo y la
violencia de los narcos que hemos padecido, no hay duda de que hoy persistiría
en la utopía del Estado Liberal y desataría su oratoria para que, conforme a
reglas que reconozcan los derechos ciudadanos, el Estado les respetara y
protegiera, haciendo uso de la autoridad legítima que, luego de 200 años de
violencia estéril, necesitamos consolidar hoy, más que nunca, los
colombianos.Tarea por ejecutar y en las manos de quienes no le conocieron.
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