El
título de este artículo debió haber sido la famosa frase de Cicerón, el gran orador de la
República romana: Catilina, Catilina, ¿hasta cuándo abusáis de nuestra
paciencia?
Lamentablemente, la demagogia
comprometió la República y la condujo al
Imperio. Estoy seguro, que los venezolanos, en las largas colas que tienen que
hacer diariamente para adquirir cualquier producto de primera necesidad,
cuestionan con dureza el desgobierno de Maduro y, quizás, lleguen a pensar en
esa frase. No es posible continuar
aceptando las permanentes mentiras de unos funcionarios, que a través del abuso
de la propaganda, tratan de justificar
el inmenso fracaso del régimen. Hay que convencerse de la imposibilidad que
existe de encontrarle solución a los grandes problemas nacionales mientras no
se modifique totalmente la actual orientación ideológica imperante en este
gobierno. La única manera de lograrla es a través de un profundo cambio
político, que rechace el estatismo, el totalitarismo y reconozca el pluralismo democrático.
La
estratagema del gobierno es clara. No podemos dejarnos engañar. Por un lado
hablan los ministros mostrando la gravedad de lo que ocurre y por el otro
aparece Nicolás Maduro acusando a todo
el mundo de los graves errores de su
gobierno. Buenos ejemplos son: la bendita guerra económica y la supuesta
amenaza del gobierno de los Estados Unidos que, según la propaganda
oficial, atenta contra la estabilidad del régimen y la soberanía nacional. De todas maneras, es imposible ocultar la
verdad de lo que ocurre: corrupción, inflación, escasez, inseguridad
y más pobreza. Lo triste es conocer que más de un millón y medio de
venezolanos, jóvenes y bien preparados, se han ido de nuestro país ante la
imposibilidad de lograr un destino promisorio. Una tragedia nacional. Esta
triste realidad debería movilizar a nuestro pueblo. Es un momento
particularmente favorable para impulsar ese cambio político. La caída de la
popularidad de Maduro es una realidad que está a la vista.
No es fácil movilizar a una sociedad que se encuentra sometida a la represión y al abuso de poder. El último artículo de Leonardo Padrón, “Perdigones en la Cédula”, y la dolorosa pero gallarda historia de Ivonne, una valiente joven que no se doblega ante la tortura y la amenaza, me permitieron valorar la capacidad de lucha y la dignidad de nuestro pueblo. Es verdad, que la rutina de la vida dificulta la acción política. Eso siempre ha sido así. De allí, la necesidad de que el liderazgo nacional, político y no político, logre crear un mensaje que produzca esperanza y fe en nuestro pueblo. De hacerlo, estoy seguro que existirá una firme respuesta de los venezolanos. El resentimiento en contra del régimen madurista es una realidad que crece todos los días, en particular en la empobrecida clase media y en amplios sectores populares. La mejor demostración son las colas. Capitalizar ese inmenso descontento es el reto de la oposición. Obliga a una permanente protesta y a una constante movilización
La
unidad, como paradigma, es una exigencia permanente para fortalecer la
oposición. Construirla, en medio de la diversidad ideológica que caracteriza a
los sectores democráticos, exige de una importante madurez en nuestro liderazgo
y un constante esfuerzo de negociación.
El “llamado a los venezolanos a un
acuerdo nacional para la transición” realizado, en estos días, por María Corina
Machado, Antonio Ledezma y Leopoldo López es un primer e importante paso en ese
camino. Además, se da respuesta a una sentida exigencia de amplios sectores de
la opinión pública que han planeado la necesidad de establecer una estrategia para enfrentar la inmensa crisis
política, económica y social que vive Venezuela.
Ojalá, que esta invitación al
diálogo sea recibida con amplitud por la mayoría de los sectores que
constituyen la oposición. Lograr, con ese respaldo, un gran acuerdo nacional es
el único camino posible para impulsar, dentro del marco constitucional, un
verdadero cambio político.
Fernando
Ochoa Antich,
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich
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