El frenazo que el gobierno chino ha impuesto
a su economía interna no parece haber afectado el interés de los chinos en
desarrollar negocios en otros polos del planeta. Al menos eso es lo que
muestran los datos que llegan de Europa donde la inversión de los asiáticos se
multiplicó por dos en el año que recién terminó: 18.000 millones de
dólares.
En los Estados Unidos la tendencia es igualmente
significativa: si en el año 2004 los movimientos capital destinado a negocios
llegaban a 1.ooo millones, diez años más tarde alcanzaron 15.000. Lo que
destaca la prensa europea es que esto parece configurar una tendencia estable
más que una respuesta coyuntural de los inversionistas chinos, a quienes su
propio país les ha impuesto un recorte en sus negocios en el país.
De hecho, cuando la crisis financiera mundial
impactó severamente al mundo, China
apenas contaba con modestas inversiones en la Eurozona, menos incluso de lo que
representaban sus haberes en India, por ejemplo. Para el año 2012 estas
inversiones ya se habían cuadruplicado. Europa muestra que en los cuatro
últimos años el promedio de ingreso de dineros frescos para inversiones se ha
ubicado en el entorno de 12.000 millones de dólares y la actividad de
inversiones fue realmente intensa en 2014 cuando se completaron 153
transacciones a lo largo del año.
El sector de bienes raíces ha sido el más
buscado dentro de este fenómeno de
migración de capitales desde China,
y el Reino Unidos el país más
favorecido seguido por Italia, Holanda Portugal, y Alemania. Francia no parece
ser aun una prioridad para las carteras ociosas de los chinos, quienes apuestan
a un despertar económico temprano de estos países y a la valorización rápida de
sus inversiones.
Solo en la ciudad de Londres se vendieron a
fondos de origen chino, o a particulares, espacios de oficina y apartamentos
por más de 2.600 millones de dólares. Otros destinos para los capitales chinos
han sido las empresas de energía particularmente en Italia y las de agricultura
y alimentos en Holanda. En Portugal el interés se centró en empresas del sector
servicios.
En el otro lado de la ecuación, la de los
receptores del interés chino, los países del Viejo Continente son los que hoy se preocupan por la llegada de estos
capitales que, en medio de la desaceleración que sufre la región, pudieran contribuir a deprimir los precios de
los bienes raíces o a generar otro tipo de distorsiones. Marcas importantes
como Volvo hoy están en manos chinas y ello despierta señales de alarma en
todas partes porque se está haciendo evidente el interés chino de ponerle la
mano a emblemáticos fabricantes con nombres reconocidos.
La respuesta de los países de la Unión a la
agresividad de eventuales nuevos socios chinos ha sido la de la prudencia. Los
planes de privatización que estaban en marcha están siendo revisados y
estímulos como facilidades tributarias a los capitales foráneos se están
redefiniendo en función de las necesidades estratégicas de cada nación afectada
por la actual crisis económica.
Es así como la avalancha que en otras épocas
habría sido bienvenida con fanfarria, es recibida hoy con algo de escepticismo,
o cómo diría el caballero romano, Plinio el Viejo, “con un granito de
sal”.
Beatriz
De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
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