miércoles, 18 de febrero de 2015

FERNANDO FACCHIN B., LA INTOLERANCIA


Venezuela transita por el camino de la intolerancia y la represión, olvidando que la tolerancia es una normativa de la vida social que permite la convivencia pacífica y el reconocimiento de la disidencia política, la tolerancia sólo acepta la libre manifestación del pensamiento y la persuasión, constituye un elemento práctico para la solución de las controversias sociales y políticas, la intolerancia es un obstáculo para el desarrollo de la vida social a la cual convierte en inhumana, indigna e insoportable, no respeta la legalidad de los derechos a la libertad, al pensamiento y a la igualdad ante la ley.
Vivimos un período de crisis, incertidumbre y descomposición política. La intolerancia, con su cinismo, engaños y represión, dificulta las acciones políticas de la sociedad civil sólo porque contrarían sus propósitos;  no da cabida al ejercicio político democrático; en Venezuela, una las características más notables de la política gubernamental ha sido el abandono progresivo de la constitucionalidad y de los principios básicos de los derechos humanos y esta actitud sistemática si no se detiene a tiempo puede ser devastadora  para  el país, hay que observar el aumento persistente del cinismo, las amenazas diarias, el continuo proceso de engaño y chantaje en procura de evitar las opciones democráticas, simplemente una “estafa política”.
La intolerancia es la incapacidad para entender que no se tiene toda la razón, que es una imprudencia política la altanería verbal, actuar siempre mediante el “yo ordeno, yo mando”, ese tipo de gobernante tiende, rápidamente, a encontrarse solo por causa de su misma intransigencia en negarse a reconocer que la tolerancia es, ante todo, una virtud cívica.
La intolerancia crea un vacío de gobernabilidad, Carlos Fuentes dijo: “La política como la naturaleza, no tolera el vacío”. Si ese vacío no lo llena la democracia, la libertad y la legalidad, va a ser ocupado por acciones extremas, producto de la lógica perversa de la represión en detrimento de los derechos humanos, negando el grado de legitimidad de la sociedad civil contra los detentadores de un deslegitimado poder político, con un marcado pragmatismo de interés personalista y una intolerancia enmarcada en las estrategias de los obsecuentes tránsfugas de turno, lo que ha favorecido el proceso de debilitamiento de la credibilidad en la clase gobernante, tanto nacional como internacionalmente. El gobierno   tiene una psicosis funcional producto de la paranoia o reiterada actitud de quienes manifiestan trastornos de carácter que engendran una agresividad permanente. Esa agresividad, esa fijación mental sobre el fantasma del golpe y la implacable persecución a la disidencia -Farmatodo-Día a Día- es consecuencia de un odio en cuyo interior late el miedo, la inseguridad y la impotencia para mantenerse en el poder, de allí que el intolerante se escude siempre tras una supuesta coherencia consigo mismo, con sus ideas, no acepta corregir rumbos a la luz de los nuevos acontecimientos, del clamor popular, no duda en conculcar el orden ético y legal, se cree omnisciente y que le corresponde realizar su “verdad” mediante el uso de la violencia física y psicológica.
El poder del gobierno tiene límites expresos en la legislación,  en la medida que excede de ese límite, su ejercicio es abusivo e ilegítimo, el pueblo repudia como malo todo lo que le atropella o menoscaba sus derechos, por ello, conjuntamente, con urgencia y perseverancia, debemos seguir luchando por la democracia. El esfuerzo valdrá la pena si lo asumimos todos, no podemos dejar vencer a la intolerancia.
Fernando Facchin Barreto
ffacchinb@gmail.com
@fernandofacchin

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