La muy limitada alianza electoral llamada
Mesa de la Unidad Democrática no es suficiente para detener el avance del
proyecto socialista que viene tenazmente desarrollando el gobierno. Su
precariedad se debe a que está sustentada sobre acuerdos burocráticos y en base
a una repartición de cuotas de poder o de representación, pero muy poco sobre
acuerdos programáticos que garanticen la gobernabilidad del país y su
recuperación económica. Esta alianza en un principio constituye en la práctica
un cartel de 4 o 5 partidos políticos que usan a todos los demás para apuntalar
sus intereses parcelarios.
En tal sentido es menester conformar una
auténtica unidad nacional, que supere lo exclusivamente electoral, que ponga su
acento en una visión de país y transmita señales a la población en relación a
una Venezuela posible, en donde se pueda salir de abajo trabajando. El aspecto
electoral es muy importante, pero es sólo una parte del problema que tenemos,
es nada más el instrumento, el medio para lograr el objetivo de obtener el
poder. El propósito superior en verdad es recuperar a la nación y restablecer
un orden republicano.
De ninguna manera sugiero tomar otro camino
distinto al democrático y constitucional. El régimen sueña con que haya
sectores que intenten una aventura, una salida rápida que nos lleve a una
tragedia larga. De esta forma el oficialismo tendría la excusa para finalmente
hacer lo que quiere hacer, es decir, establecer un Estado socialista en el país
y consumar su proyecto autoritario.
La cuestión electoral por si sola no es
suficiente, ella carece de eficacia si no se le suma un mensaje atractivo y con
superioridad moral que cautive la imaginación de la gente para derrotar con
votos a una poderosa maquinaria demagógica enseñoreada en el poder y que
privatizó el erario público. Al fin y al cabo el socialismo es básicamente la privatización
de lo que debe ser público y convierte en público lo que debe ser privado.
Hay que estar claros en una cosa. Nuestro
sistema político no es republicano y nuestra democracia por ende no es
republicana. No hay autonomía e independencia de los poderes públicos y las
instituciones republicanas que penosamente se construyeron durante el siglo XX
en Venezuela, han venido siendo severamente erosionadas. En consecuencia este
país ha dejado de ser una república. Esta destrucción republicana empezó antes
del ascenso de Hugo Chávez al poder. El Estado Nacional moderno en nuestro país
y la noción de república se recupera en las primeras 4 décadas del siglo
pasado, luego de un siglo XIX y principios del XX desastrosos. Recordemos que
fue el propio Simón Bolívar quien casi al final de sus días dijo que la
independencia era el único bien que se había conseguido a costa de todos los
demás. Nuestra nación estaba a punto de disolución al inicio de la pasada
centuria.
Pero la república y el Estado Nacional moderno
se recuperan asentándose en 4 instituciones fundamentales, a saber: La hacienda
pública nacional, el sistema monetario nacional, la industria petrolera
nacional y la Fuerza Armada Nacional. El actual gobierno ha ido a la yugular de
estas instituciones, deformándolas y horadando su existencia, cosa que no había
ocurrido antes. Estas 4 instituciones son las que nos daban forma como
república, Estado y nación independiente y todas ellas han sido colonizadas por
el proyecto socialista. Se han puesto al servicio de un interés particular, del
programa político del Presidente, han dejado de ser parte de la cosa pública,
es decir de la república.
Para detener el avance del proyecto
socialista, que ya ha avanzado mucho por cierto, hay que articular una oferta
alternativa creíble y viable, la cual no es otra que ofrecer la conformación,
en lo político e institucional, de un sistema verdaderamente republicano, y en
lo económico, de un modelo con una clara orientación hacia un sistema económico
de mercado que fomente el desarrollo de la propiedad privada y en general de
una poderosa economía privada que genera prosperidad material, cree riqueza y
no la destruya, lo cual es mucho más importante que la sola propiedad privada.
Un modelo donde los ciudadanos puedan dedicarse libremente a ganarse la vida
lícitamente y disfrutar de los frutos de su trabajo. Estos elementos
constituyen los más formidables instrumentos que ha creado la civilización para
la generación masiva de bienes y servicios. Si hay alguna duda pregúnteles a
los socialistas chinos.
La alianza partidista opositora, que junto al
PSUV constituyen un bipartidismo que asfixia a Venezuela, evita debatir el
asunto del socialismo. En el seno de la MUD hay muchos partidos de corte
socialista y de raíces marxistas como AD, Avanzada Progresista, Un Nuevo
Tiempo, ABP, Bandera Roja, Voluntad Popular y otros, que inclusive forman parte
de la Internacional Socialista.
El verdadero dilema en nacional en este
momento es escoger entre socialismo y una República civil y liberal. En función
de estas dos alternativas es la manera en que deben alinearse los venezolanos y
la tarea del liderazgo político es difundir un mensaje para convencer a la
gente de esta realidad y para que abracen la causa de la libertad económica y
política.
En Venezuela deben debatirse muchas cosas de
carácter conceptual y programático.
Hay que debatir, por ejemplo, qué destino
le daremos los venezolanos a los recursos petroleros que obtendremos en los
próximos 25 años, a fin de repetir las experiencias que nos han traído sólo inflación, devaluación, desempleo,
endeudamiento público masivo y fuga de capitales. Desde luego, el petróleo sólo
es un tema, pero hay muchos otros, la mayoría de ellos asociados al modelo
económico. Por ejemplo, Venezuela es un país que se acostumbró a consumir sin
producir y esto hay que corregirlo.
¿Qué queda ahora? Sin duda darle forma a una
idea de esperanza y de futuro que ponga a soñar a los venezolanos en un destino
mejor. Cuando los hechos terminen de desmentir las virtudes del proyecto
socialista hará falta una alternativa clara que presente una visión de país que
nos ponga en sintonía con los avances que ha experimentado la humanidad en las
últimas décadas.
Pedro
Elías Hernández
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