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GABRIEL S. BORAGINA |
El populismo, como
parte del colectivismo, posee la particularidad de ser todo lo contrario a lo
que su nombre pareciera –a primera vista- sugerir. Efectivamente, el populismo
es un movimiento principalmente sectario, que privilegia a selectas minorías y
excluye a amplias mayorías.
Tal como dijimos, es una peculiaridad que deriva
directamente del género del cual procede, el colectivismo. Eso explica la razón
por la cual el populismo tiene fuertes manifestaciones de corte nacionalista:
"Considerar la
tendencia universal de la política colectivista a volverse nacionalista como
debida por entero a la necesidad de asegurarse un resuelto apoyo, sería
despreciar otro y no menos importante factor. Incluso cabe dudar que se pueda
concebir con realismo un programa colectivista como no sea al servicio de un
grupo limitado, que el colectivismo pueda existir en otra forma que como alguna
especie de particularismo, sea nacionalismo, racismo o clasismo, La creencia en
la comunidad de fines e intereses entre camaradas parece presuponer un mayor
grado de semejanza de ideas y creencias que el que existe entre los hombres en
cuanto simples seres humanos. Aunque sea imposible conocer personalmente a
todos los miembros de nuestro grupo, por lo menos han de ser del mismo tipo que
los que nos rodean y han de hablar y pensar de la misma manera y sobre las
mismas cosas, para que podamos identificarnos con ellos. El colectivismo a
escala mundial parece ser inimaginable, si no es al servicio de una pequeña
élite. Daría lugar, ciertamente, no sólo a problemas técnicos, sino, sobre
todo, a problemas morales que ninguno de nuestros socialistas desea
afrontar."[1]
Esto va de la mano
con lo que el profesor C. Sabino consigna en su célebre definición de
populismo, cuando del mismo expresa:
"La oposición a
la política tradicional, a "la oligarquía y el imperialismo", se
engarzó entonces con un mensaje nacionalista, en el que resultó fundamental la
prédica por la "justicia social" y la apertura de espacios de poder
para quienes se sentían marginados."[2]
Prueba cabal de que
el populismo es esencialmente sectario, ha de encontrar siempre enemigos a
quienes enfrentarse, y si no los encuentra deberá inventarlos. Esta es la línea
de acción que han seguido todos los populismos de la historia y la que
recientemente han reflotado los nefastos regímenes de los Kirchner en
Argentina, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador y el tristísimo experimento
del castrocomunismo chavista venezolano.
En todos estos ejemplos, los
resultados han sido semejantes: exclusión social, elevación de los índices de pobreza,
intervención a ultranza de la economía, desprecio al individuo y a los derechos
del mismo.
Y esas etéreas y demagógicas apelaciones al pueblo y a la nación,
vacías y carentes de contenido, y sólo destinadas a embaucar a cuanto
desprevenido incauto estuviere dispuesto a escuchar los cantos de sirenas de
personajes sin escrúpulos como los nombrados anteriormente y todo su séquito de
cortesanos y aduladores en el poder, lo que incluye, por supuesto, los
infaltables pseudo-empresarios (mal llamados "capitalistas") que tan
bien caracterizara Alberto Benegas Lynch (h) como modernos barones feudales al
servicio del poder político.
El colectivismo y su producto más repetido, en
Latinoamérica al menos, el populismo es la filosofía del grupo, de la manada
no-pensante, de la masa amorfa, de los idiotas útiles al servicio de un líder o
un puñado de personas que desde el poder aspiran a lucrarse del siempre
complaciente servilismo de sus súbditos. Es por esto mismo, entre otras cosas,
que el profesor C. Sabino concluye su definición expresando:
"El populismo,
en síntesis, fue más nacionalista que clasista, más antinorteamericano que
prosoviético, más apegado a las grandes fórmulas vacías que a programas claros
de gestión económica, con lo que se acercó en muchas de sus manifestaciones,
indudablemente, al fascismo."[3]
En el marco de su
explicación sobre las paradojas del colectivismo, F. A. v. Hayek advirtió algo
que es enteramente aplicable a una de las manifestaciones del colectivismo,
como es nuestro actual populismo:
"Una de las
contradicciones inherentes a la filosofía colectivista está en que, como
descansa en la moral social humanitaria que el individualismo ha desarrollado,
sólo puede practicarse dentro de un grupo relativamente pequeño. Que el
socialismo sea internacionalista en tanto permanece dentro de la teoría, y que
tan pronto como se lleva a la práctica, sea en Rusia o en Alemania, se torne
violentamente nacionalista, es una de las razones por las que el «socialismo
liberal», que es como la mayoría del mundo occidental se imagina el socialismo,
tiene que mantenerse en el plano de la teoría pura, mientras que la práctica
del socialismo es totalitaria en todas partes.
El colectivismo no tiene sitio
para el amplio humanitarismo liberal, sino tan sólo para el estrecho
particularismo de los totalitarios."[4]
Razonamientos
totalmente aplicables al populismo, que ya ha demostrado sobradamente en su
experiencia latinoamericana que ha terminado favoreciendo a grupos muy
pequeños, representados por sectores elegidos adrede entre los jefes
populistas, para ser privilegiados con dadivas y subsidios envueltos en
atractivos y emotivos rótulos, tales como el de los "planes
sociales", que no han tenido otro efecto –tras una larga experiencia- que
hundir más aun a la gente ya pobre en la miseria, a la vez que generándole una
dependencia psíquica y material al movimiento populista. Pero dado el hibrido
ideológico que encierra todo populismo, tampoco han faltado prebendas y
favoritísimos a ciertos "empresarios" amigos, que siempre se han
mostrado absolutamente serviles con el régimen. Como especie del socialismo, el
populismo conlleva sus mismas connotaciones en todas partes donde se le
pretenda aplicar, tal y como -por otro lado- la experiencia histórica remota y
reciente confirman a cada paso.
El carácter sectario
del populismo se revela en la necesidad de la pertenencia al partido, a la
militancia, a la organización, al movimiento, o denominaciones similares, que
ponen de manifiesto la condición excluyente para todo aquel que no pertenezca a
la tropa y como tal no rinda culto y obediencia incondicional al líder de la
secta.
[1] Friedrich A. von Hayek, Camino de
servidumbre. Alianza Editorial. España pág. 179
[2] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y
Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz populismo latinoamericano.
[3] C. Sabino, Diccionario....ob. cit. Ídem.
Voz populismo latinoamericano.
[4] Friedrich A. von Hayek, Camino de
servidumbre...ob. cit. pág. 180-181
Gabriel Boragina
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