JESÚS ANTONIO PETIT DA COSTA |
Convertida
la República en Emirato, al hacer dueño del petróleo al presidente imperial, la
tentación fue incontenible para un Alí Babá y sus 40 ladrones, a los cuales
reclutó Fidel Castro como agentes suyos. Así el disparate terminó en tragedia
con la pérdida de la soberanía.
Como estoy convencido de que saldremos pronto
de esta pesadilla vengo reflexionando, con anticipación, sobre las causas del
fracaso de Venezuela en dos siglos, cuyo remate ha sido caer en la peor tiranía
de nuestra historia, la tiranía de los peores, después de 40 años de
democracia. Lo hago con el fin de que no repitamos los errores del pasado
cuando emprendamos la refundación de la República.
He advertido que fue un error mantener la
forma de gobierno que le había servido al caudillismo militar en siglo y medio
de dictaduras sucesivas. Se trata de la “presidencia imperial”, la cual
concentra en una sola persona la cuádruple corona que ningún monarca tiene en
la actualidad: Jefe del Estado, Jefe del Gobierno, Jefe del Partido y
Comandante en Jefe de la FAN. Este error fue agravado con la reelección de los
presidentes, a la cual se sumó la reelección de alcaldes y gobernadores,
creando un ambiente de borrachera reeleccionista, que abrió la puerta de
regreso a la dictadura porque aniquiló el sistema inmunológico de la
democracia. En nuestro país la única defensa de la democracia sería la
no-reelección absoluta, que es la vacuna contra las dictaduras que inventaron
los mejicanos. Por si fuera poco, se cometió lo que no he dudado en calificar
de más grande de todos los disparates: hacer dueño del petróleo y así dueño del
país a ese presidente imperial. Fue la invitación formal al asalto del poder
por un Alí Babá y sus 40 ladrones, porque el botín era demasiado tentador. En
verdad Venezuela había adoptado la forma de gobierno de un Emirato árabe, con
un emir electivo. Bastaba entonces hacerlo vitalicio mediante la reelección
indefinida, aprovechando la borrachera reeleccionista, para que Alí Babá y su
banda pretendiera quedarse para siempre.
Como todo emir dueño del petróleo, los
“presidentes imperiales” se las echaron de ricachones. Repartieron toda clase
de regalos, hasta un barco a Bolivia que no tiene mar. Y maletas llenas de
dólares como la que se entregó al máximo líder del PSOE (España), según se dijo
entonces. Se convirtieron en financistas de movimientos políticos en América
Latina. El emir adeco financiaba los partidos de la Internacional Socialista.
El emir copeyano a los partidos de la Organización Demócrata Cristiana (ODCA).
Además los emires, como dueños del petróleo, lo vendían barato con fines
políticos y le construían carreteras, escuelas y viviendas a los países
centroamericanos y caribeños. Así, pues, nuestros emires hicieron lo mismo que
vienen haciendo los emires árabes que financian a los suníes contra los chiíes
y viceversa en el conflicto interminable del Oriente Medio.
Nuestros emires no se dieron cuenta que había
un enemigo emboscado, cazando la oportunidad. Se llama Fidel Castro. En los
años 60, cuando todavía no había sido nacionalizada la industria petrolera,
intentó ponerle la mano a la presidencia imperial financiando la guerrilla
comunista. Fue derrotado por la FAN, en la única guerra que ha librado y
ganado. Se replegó Castro cuando consiguió que la URSS le suministrara petróleo
gratis. Aparentó quedarse quieto mientras colocaba infiltrados en la FAN. Con la desaparición de la URSS en 1990 Cuba
quedó sin petróleo. Entonces Fidel, que había fundado la Internacional
Comunista de América Latina (Foro de Sao Paulo), sintiendo la asfixia
económica, adelantó el plan de tomar a Venezuela, lo que intentaron sus
infiltrados en la FAN con los golpes fallidos de 1992. El plan era sencillo: un infiltrado suyo se
convertiría en el emir de Venezuela, dueño del petróleo, y como tal financiaría
a los comunistas afiliados al Foro de Sao Paulo y sobre todo fieles a Cuba, la
Roma del comunismo latinoamericano, que se haría centro de distribución de
petróleo y regalos para el Caribe (Petro-Caribe). Al ver el fracaso de la
intentona golpista, Fidel simuló la condena del golpe. Y cambió de estrategia.
Aprovechó la puerta abierta para acceder a la caja fuerte del emirato: la
elección presidencial sin cacheo de seguridad nacional. Así Cuba se apoderó de
Venezuela sin disparar un tiro.
Aprendamos la lección: la presidencia
imperial convertida en emirato petrolero deber ser sustituida porque nos ha
conducido a vivir la tragedia de perder la soberanía con Cuba, el mayor de
todos los fracasos.
Jesus
A. Petitt Da Costa
petitdacosta@gmail.com
@petitdacosta
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