JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ |
En
el año de 1863 concluyó la Guerra Federal. La victoria se alcanzó finalmente
luego de varios años de lucha implacable y terrible entre hermanos. La causa
que prometió la igualdad, la justicia, la equidad entre los ciudadanos, la
autonomía para los estados del país, había sembrado la esperanza de derechos y
de realizaciones que no se pudieron concretar durante la independencia.
Al
conservadurismo paecista le sustituyó el liberalismo de Antonio Leocadio
Guzmán, defendido por el general Falcón,
y a su lado Zamora, indetenible en las batallas pero el balazo que recibió en
Cojedes puso fin a su vida. Otros aguardaban mientras tanto y, en especial,
Antonio Guzmán Blanco, abogado más que militar, hombre para la trama política,
hábil, astuto, inteligente, ambicioso, personalista, autoritario.
Ante
las oportunidades de la fortuna él se exhibe el primero y acordó en nombre de
los vencedores el Tratado de Coche conforme al cual recibirían los federalistas
el poder, se pautaba convocar una Constituyente y se invitaba otra vez a la
nación al cese de las bajas pasiones que habían ensangrentado a Venezuela.
Pero
más allá de los contenidos políticos o mejor aún valiéndose de ellos, Guzmán
Blanco, vicepresidente de la República y a la vez secretario de Hacienda, visualizaba
las circunstancias económicas de su momento y la posibilidad de solicitar en
Europa un empréstito, uno de tantos compromisos
exigentes limitadores de la soberanía del país y que se estableció
supuestamente para construir caminos, mejorar los puertos, fomentar el comercio
y la industria pero que, en definitiva, proporcionaría los recursos que
demandaba la avaricia personal del nuevo gobernante.
A
los efectos de conseguirlo Guzmán Blanco se hizo nombrar agente fiscal de
Venezuela en Londres y a escasos meses del ascenso federalista, en septiembre
de 1863, asumió su condición como negociador.
En
apariencia los términos formales de aquel pacto no representaban mayores
objeciones, pero, sin embargo, para los entendidos significaba sus graves
perjuicios. El mismo establecía lo siguiente: un interés anual del 6% pagadero
en libras esterlinas cada semestre; un precio de emisión de 60 por 100 de
capital nominal; un comisión del 5% sobre la suma nominal; una hipoteca
especial sobre los derechos de exportación portuaria; la amortización del
empréstito a razón de 30.000 por año, entre otras.
Ante
tal situación, con honradez patriótica, don Eduardo Calcaño, indicó:
"¡Cinco por ciento de comisión! ¡Qué vergüenza!... ¿Por qué hemos de pagar
nosotros 5 por ciento de comisión? La rata ordinaria en todos los mercados
europeos, y muy especialmente en Londres, es el 1 por ciento", y además
cuestionaba: "Noten ustedes que como pagamos el interés de 6 por 100 anual
sobre el millón de Libras, que son 900.000 y sólo se reciben 780.000, en la
realidad de las cosas tomamos el dinero a once y medio por ciento". Al
mismo tiempo advirtió que del monto del préstamo se debía deducir la cantidad
de 500.000 para el rescate de la deuda del gobierno anterior y, en consecuencia,
el país recibiría una suma sustancialmente
menor. En vista del ominoso resultado Calcaño concluyó: "¡Para
recibir 280.000 libras esterlinas pagaremos medio millón de pesos por
comisión...! ...Esta sería la cantidad
que llegaría a nuestras playas; y para recibirla nos comprometemos a pagar
1.500.000 libras esterlinas... ¡Debemos pagar, pues, en definitiva DIEZ Y OCHO
MILLONES NOVECIENTOS CINCUENTA Y CUATRO MIL PESOS por una negociación que solo
le da a la República 280.000 libras esterlinas...!".
El
cuestionable beneficio personal que Guzmán Blanco obtuvo y con el que iniciaba
su carrera política, progresista en algunos aspectos, oscura en muchos otros
por sus tendencias arbitrarias, hegemónicas, despóticas, carentes de rectitud
republicana y probidad personal, fue estimado según don Manuel Briceño en:
"1.103.503 pesos macuquinos que aumentó con 17.000 que estaban depositados
en poder de Baring Brothers, restos del empréstito de la Dictadura, que tomó y
de que no dio cuenta, 7.600 que tomó como liquidación de su sueldo".
150
años ha cumplido este empréstito aprobado en 1864 con el cual se materializaba
una vez más el ilícito aprovechamiento del poder en contra de los intereses generales, de la
ley y la virtud opuestas siempre a tales infamias.
Resulta pues injusto, infame, ruin comprometer y gravar el futuro de una nación mediante tales actos para perpetuarse en el poder y enriquecerse con el mismo cometiendo delitos, burlando la confianza pública, traicionando la fe, la lucha y el sacrificio de los pueblos.
Cuando
el poder se desvanece y se comprueba la verdad ésta se manifiesta en todo su
carácter haciéndose evidente la realidad de los hechos humanos, grandes si se
acompañan de virtudes, bajos si se acompañan de miserias, la estafa inadmisible
contra los derechos nacionales y que nunca exonera la historia.
Jose
Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599
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