Un
hombre de ideas pocas y fijas como Nicolás Maduro no podía hacer otra cosa que
aplicar la censura e impedir la libertad de expresión en la reunión del pasado
lunes en Miraflores, donde concurrieron alcaldes y gobernadores de oposición.
A
Maduro se le van los tapones con facilidad y actúa como un granuja ante un
adversario político que en un tono francamente respetuoso planteó la detención
arbitraria de los estudiantes y pidió su liberación. No se le puede tocar el
tema porque su gobierno, siguiendo el dictado de sus asesores cubanos, tomo la
decisión de no ceder ni un milímetro ante la exigencia de liberar a los estudiantes y presos políticos, así
venga el mismo papa Francisco a pedirlo
en persona.
La
verdad oficial no admite cuestionamientos. La reacción de echar de la reunión
al alcalde de El Hatillo, David Smolansky, es la demostración más palpable de
que la oposición, lamentablemente, fracasara estrepitosamente en la mesa de
diálogo, porque no hay disposición para amnistía alguna, sino más plomo y gas
del bueno a quien salga a la calle a protestar, así hemos tenido y tendremos
más represión, más detenciones masivas, más persecución política, más
hostigamiento a los defensores de los derechos humanos.
Maduro
carece totalmente de autoridad democrática, encarna la antireconciliación, su
voluntad es la de mantener a la ciudadanía en permanente
combate contra supuestos enemigos y cualquier discrepante es convertido de
inmediato en traidor a la patria. Ha permitido que se viole sistemáticamente
los derechos más elementales de las personas, como el derecho a la vida y no ha
hecho otra cosa que propiciar el terrorismo de Estado.
Su
gobierno fue capaz de desmantelar
campamentos estudiantiles y detener masivamente a los jóvenes, a quienes han
acusado de tener armas, drogas y hasta
dólares, ha permitido el abuso, la violencia y la tortura contra los
prisioneros, pero hace caso omiso al clamor de desmantelar a los peligrosos colectivos, brazos paramilitares
de la revolución, que armados hasta los
dientes mantienen en jaque a la población, actuando con impunidad y protección
de los organismos de seguridad de un Estado que justifica todos su crímenes.
Las
naciones y los gobiernos que están contemplando sin hacer nada la brutalidad de éste régimen totalitario son
cómplices con la barbarie. La realidad política ofrece pruebas concluyentes:
chavismo-madurismo y oposición democrática son opciones incompatibles. Aunque
el diagnóstico invite al pesimismo hay que evitar la inercia.
La
protesta pacífica, sin armas ni violencia de los estudiantes ha despertado la
conciencia cívica adormecida y ha servido para eliminar esa absurda sensación
de minoría acorralada de quienes no terminan de liberarse de sus pesados
hábitos de sumisión. El movimiento estudiantil es la voz que clama en el
desierto y así se ha mantenido por más de tres meses, dando clases de moral.
La
paz sólo puede proceder del cese de la injusticia, los perseguidos políticos civiles y militares
(estos últimos ignorados por la MUD en el proceso de diálogo) han sido víctimas
de una injusticia atroz. Aquí no habrá paz mientras continúen las prácticas
políticas y judiciales que la arbitrariedad del poder único impone y eso es lo único que hoy cuenta.
Marianella
Salazar
marianellasalazar@cantv.net
@AliasMalula
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