El estallido de cólera popular el 27 de febrero de 1989 era algo esperado por los servicios de inteligencia. El petróleo había bajado de 40 a 7 dólares y en Cuba se habían entrenado los francotiradores que ese día dispararon contra el Ejército para desatar el caos propicio a la toma de Miraflores. Todos lo sabíamos, menos el presidente Pérez, aislado por un círculo de traidores.
El
pasado viernes 30 de Septiembre, el presidente Chávez se presentó “de punta en
rojo” ante los medios, con una pelota de beisbol en una mano y un guante Wilson
de grande liga en la otra. Detrás de él, hieráticos, dos generales hacían de
escuderos. Al pie de las escalinatas de Miraflores sacó el pecho ante la horda
de periodistas y proclamó que su estado de salud era excelente.
La
noche anterior se habían corrido rumores sobre una recaída en su enfermedad.
Para desmentirlos presumió capacidad atlética. Hizo el aguaje con lanzamientos
suaves para luego exclamar: ¡"Tribilin" está muy bien! Ese fue su más
reciente parte médico oficial. De allí bajó al ruedo con los periodistas de la
prensa internacional y medios oficialistas. Se batió con la corresponsal
Andreína Flores, tras lo cual, visiblemente alterado, divagó sobre varios
temas. Fue entonces cuando cometió un desliz que pasó desapercibido.
Chávez
fue infiltrado
El
día siguiente, sábado, la prensa anunció que general Ítalo del Valle Alliegro
sería sometido a juicio por su actuación durante El Caracazo. ¿Qué tuvo que ver
la "aparición" de Chávez el día anterior, con el juicio al general
Alliegro? Pues…Mucho. En un instante de su cháchara el día anterior, el
Presidente miró hacia atrás señalando a Miraflores y dijo: "Esto era antes
una casa de festejos. Yo lo sé porque estuve infiltrado aquí en 1989. De aquí
me sacaron preso a finales de ese año". Una sorprendente confesión que
confirmó con más amplitud lo que ya había mencionado en en el Programa Aló
Presidente No. 289 del 5 de Agosto de 2007 donde manifestó que su estadía en
Miraflores fue una "buena operación de infiltración." Dado que había terminado la sesión de
preguntas, el enfermo se retiró a su lecho. Como ningún periodista pudo
repreguntar sobre esta revelación creo conveniente a relatar la siguiente
historia porque Fidel es un experto en infiltraciones.
Chávez llegó al palacio presidencial en 1988,
al final del gobierno de Lusinchi, como ayudante del general Arnoldo Rodríguez
Ochoa, oficial de limpia trayectoria. Como su ayudante tenía acceso a
información clasificada. Fue infiltrado, junto con otros militares y políticos,
por la organización que Fidel Castro montó en Venezuela para apoderarse de
nuestros recursos petroleros y con ellos
financiar su proyecto imperial.
A
pesar de que Pérez tenía profundas diferencias políticas con Fidel, sentía por el cubano una admiración que
lindaba con atracción fatal. Su relación comenzó con un encuentre superficial
en 1948 en Caracas y se fortaleció en La Habana entre 1949 y 1952, cuando CAP
estuvo allí exiliado. Fidel cultivó la amistad con CAP y aprovecho para
infiltrarle a Orlando García, un miembro de su banda de matones en la
universidad de La Habana. Orlando García era agente doble de Fidel y la CIA.
Desde que Fidel lo asigno a CAP no se separó de su lado jugando un rol de
agente triple, al añadir a Carlos Andrés entre sus clientes.
El
agente de Fidel
En
diciembre del 88 CAP fue electo presidente por segunda vez. Una de sus primeras
acciones fue enviar a Orlando García a La Habana a coordinar la venida de Fidel
como gran estrella de su “coronación”. Para ese entonces Venezuela no tenía
relaciones diplomáticas con Cuba. García coordinó y dirigió la entrada a
Venezuela de 300 personas que venían en
la comitiva del cubano. Esta partida entró por la rampa 4 de Maiquetía.
Llegaron en 3 aviones Ilyushin II-76. Traían pesadas cajas de madera del tipo
utilizado para transporte de armas y municiones. Por orden de Orlando García,
quien hablaba a nombre del presidente Pérez, en esta operación sólo
intervinieron cubanos. El personal y su material salieron hacia Caracas en un
convoy de autobuses y camiones manejados por cubanos, en dirección al hotel
Eurobuilding, vacío porque todavía estaba en la etapa final de su construcción.
El Eurobuilding fue entregado al G2 cubano. Se habilitaron 200 habitaciones y
se prohibió la entrada de personal venezolano.
Pese a las medidas de seguridad, las armas fueron vistas fuera de las
cajas por personal venezolano de mantenimiento llamado para corregir fallas en
el edificio. Terminada la toma de posesión, parte del contingente cubano salió
del país, pero otros permanecieron en Caracas con las armas. La operación era
controlada por Orlando García y ni siquiera CAP se enteró. Fuentes de
inteligencia me informaron que desde Maiquetía habían salido menos
"cubanos" que los que habían ingresado. Nada quedó registrado.
Todo
se sabía
En
las semanas anteriores a El Caracazo (27 de febrero de 1989), los servicios de
inteligencia del Estado venezolano registraron un ambiente pre revolucionario
en las calles, y que un numeroso grupo de jóvenes comunistas venezolanos se
estaba entrenando en Cuba. El pueblo empobrecido por la caída del petróleo de
$40 a $7 por barril, estaba “de a toque”.
Las medidas neoliberales para estimular la
economía prendieron la mecha lenta que el G2 cubano esperaba. Fidel había
entrenado francotiradores venezolanos en
Cuba. Esto era conocido por los servicios de inteligencia venezolanos antes del
triunfo de CAP, pero ese conocimiento no pudo ser utilizado porque, por gestión
de Orlando García, se decapitó a la
DISIP y a la DIM para permitir trabajar libremente al G2 cubano y a los
golpistas. Cuando el 27 de febrero estalló el descontento popular, los
francotiradores estaban listos para incendiar la pradera. Ellos dispararon
contra los soldados del ejército venezolano que habían salido a patrullar. Las
FAN reaccionaron como soldados. En el intercambio de fuego se produjeron
víctimas cuyo número oscila, según quien los cuente, entre 276 y 3000 muertos.
La
parte más dura de la batalla pude verla a través de un larga vista desde el
Circulo Militar. Desde allí vi en acción a un disciplinado grupo de
francotiradores dotados con radios portátiles. Estos paramilitares tomaron las
azoteas de los edificios más altos de la Calle Real de El Valle, frente al
Fuerte Tiuna, causando estragos entre nuestras tropas en la calle y disparando
contra el Fuerte. Era el mismo tipo de operación que como subteniente yo había
combatido en el Oeste de Caracas, en los años 60.
Traición
en Miraflores
Cuando
ocurre El Caracazo, el ministro de la Defensa era Ítalo del Valle Allegro. Me
consta que envió las tropas a la calle pensando que era un problema de orden
público, fácil de dominar, pero Fidel le tenía una sorpresa.
El plan de Fidel era muy simple. Una vez que
las tropas nacionales estuviesen en las calles, los oficiales de la logia
chavista con sus tropas y el apoyo de los francotiradores tomarían Miraflores.
Ese día Hugo Chávez, el infiltrado en Miraflores, desapareció de palacio apenas comenzó la batalla, pretextando estar
enfermo. La ferocidad del ataque organizado por el G2 cubano hizo imposible que
el plan se realizase, porque obligó a las tropas a defenderse con todo. En
medio de ese fuego cruzado la operación golpista sobre Miraflores no pudo
ejecutarse.
Pocos
días después las tropas leales habían controlado el campo de batalla y los
francotiradores se esfumaron. Chávez reapareció en Miraflores. El plan de Fidel
había fracasado y había que proceder a un plan B: convertir la masacre
provocada por los francotiradores en una operación ordenada por el Presidente
Pérez y ejecutada por el ministro Alliegro.
En julio de ese año, Alliegro pasó al retiro y
le sucedió el general Filmo López. Yo fui nombrado Comandante General de
Ejército. En ese cargo pude ponerme tras
la pista de los golpistas. A fines de noviembre detectamos un golpe que se
ejecutaría aprovechando la visita de CAP
a Davos. El 5 de diciembre de 1989 ordené la detención de Hugo Chávez junto con
18 oficiales de su logia. Los acusé de preparar una conspiración para asesinar
al presidente cuando éste regresara de viaje.
Al llegar CAP a Caracas, un grupo de
funcionarios ex miristas, ahora adecos, encabezado por Jesús Carmona –quien
había accedido a la intimidad con el presidente-, actuando en acuerdo con
Orlando García, convencieron a CAP que yo estaba equivocado. CAP ordenó liberar
a los golpistas encabezados por Chávez y no revelar sus nombres a la prensa.
Esto le permitió a Chávez mantener la integridad del grupo que actuó el 4F. Fue
lo que Chávez reveló con orgullo en su presentación ante los periodistas el
viernes pasado, demostrando que yo no estaba equivocado cuando ordené su
detención en diciembre de 1989.
Lo
que falta por saber
Hay
preguntas que aun giran en mi cabeza. ¿Quién manipuló los nombramientos en la
carrera de Chávez desde que salió de la Academia Militar hasta infiltrarlo en Miraflores?
¿Era Jesús Carmona el principal infiltrado (era Ministro de Secretaría de la
Presidencia), o había peces más gordos en ese entorno? ¿Quién era el venezolano
en la cúpula, el contacto directo con Fidel Castro? ¿Quién asumiría el poder si
el golpe del 4F hubiese tenido éxito, cuando Chávez no estaba aún en la cúpula
de la conspiración?
La tragedia no ha terminado. El general
Alliegro, jefe de las fuerzas leales que frustraron el golpe fidelista,
ahora anciano y enfermo, será sometido a
juicio, con los culpables convertidos en fiscales. Falta mucho por investigar y
también por suceder.
Carlos
Penaloza
genpenaloza@gmail.com
@GenPenaloza
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