jueves, 27 de febrero de 2014

CARLOS PENALOZA, LA TRAICIÓN DE “EL CARACAZO”

El estallido de cólera popular el 27 de febrero de 1989 era algo esperado por los servicios de inteligencia. El petróleo había bajado de 40 a 7 dólares y en Cuba se habían entrenado los francotiradores que ese día dispararon contra el Ejército para desatar el caos propicio a la toma de Miraflores. Todos lo sabíamos, menos el presidente Pérez, aislado por un círculo de traidores.  

El pasado viernes 30 de Septiembre, el presidente Chávez se presentó “de punta en rojo” ante los medios, con una pelota de beisbol en una mano y un guante Wilson de grande liga en la otra. Detrás de él, hieráticos, dos generales hacían de escuderos. Al pie de las escalinatas de Miraflores sacó el pecho ante la horda de periodistas y proclamó que su estado de salud era excelente.

La noche anterior se habían corrido rumores sobre una recaída en su enfermedad. Para desmentirlos presumió capacidad atlética. Hizo el aguaje con lanzamientos suaves para luego exclamar: ¡"Tribilin" está muy bien! Ese fue su más reciente parte médico oficial. De allí bajó al ruedo con los periodistas de la prensa internacional y medios oficialistas. Se batió con la corresponsal Andreína Flores, tras lo cual, visiblemente alterado, divagó sobre varios temas. Fue entonces cuando cometió un desliz que pasó desapercibido.

Chávez fue  infiltrado

El día siguiente, sábado, la prensa anunció que general Ítalo del Valle Alliegro sería sometido a juicio por su actuación durante El Caracazo. ¿Qué tuvo que ver la "aparición" de Chávez el día anterior, con el juicio al general Alliegro? Pues…Mucho. En un instante de su cháchara el día anterior, el Presidente miró hacia atrás señalando a Miraflores y dijo: "Esto era antes una casa de festejos. Yo lo sé porque estuve infiltrado aquí en 1989. De aquí me sacaron preso a finales de ese año". Una sorprendente confesión que confirmó con más amplitud lo que ya había mencionado en en el Programa Aló Presidente No. 289 del 5 de Agosto de 2007 donde manifestó que su estadía en Miraflores fue una "buena operación de infiltración."  Dado que había terminado la sesión de preguntas, el enfermo se retiró a su lecho. Como ningún periodista pudo repreguntar sobre esta revelación creo conveniente a relatar la siguiente historia porque Fidel es un experto en infiltraciones.

 Chávez llegó al palacio presidencial en 1988, al final del gobierno de Lusinchi, como ayudante del general Arnoldo Rodríguez Ochoa, oficial de limpia trayectoria. Como su ayudante tenía acceso a información clasificada. Fue infiltrado, junto con otros militares y políticos, por la organización que Fidel Castro montó en Venezuela para apoderarse de nuestros recursos petroleros  y con ellos financiar su proyecto imperial.

A pesar de que Pérez tenía profundas diferencias políticas con Fidel,  sentía por el cubano una admiración que lindaba con atracción fatal. Su relación comenzó con un encuentre superficial en 1948 en Caracas y se fortaleció en La Habana entre 1949 y 1952, cuando CAP estuvo allí exiliado. Fidel cultivó la amistad con CAP y aprovecho para infiltrarle a Orlando García, un miembro de su banda de matones en la universidad de La Habana. Orlando García era agente doble de Fidel y la CIA. Desde que Fidel lo asigno a CAP no se separó de su lado jugando un rol de agente triple, al añadir a Carlos Andrés entre sus clientes.

El agente de Fidel

En diciembre del 88 CAP fue electo presidente por segunda vez. Una de sus primeras acciones fue enviar a Orlando García a La Habana a coordinar la venida de Fidel como gran estrella de su “coronación”. Para ese entonces Venezuela no tenía relaciones diplomáticas con Cuba. García coordinó y dirigió la entrada a Venezuela  de 300 personas que venían en la comitiva del cubano. Esta partida entró por la rampa 4 de Maiquetía. Llegaron en 3 aviones Ilyushin II-76. Traían pesadas cajas de madera del tipo utilizado para transporte de armas y municiones. Por orden de Orlando García, quien hablaba a nombre del presidente Pérez, en esta operación sólo intervinieron cubanos. El personal y su material salieron hacia Caracas en un convoy de autobuses y camiones manejados por cubanos, en dirección al hotel Eurobuilding, vacío porque todavía estaba en la etapa final de su construcción. El Eurobuilding fue entregado al G2 cubano. Se habilitaron 200 habitaciones y se prohibió la entrada de personal venezolano.  Pese a las medidas de seguridad, las armas fueron vistas fuera de las cajas por personal venezolano de mantenimiento llamado para corregir fallas en el edificio. Terminada la toma de posesión, parte del contingente cubano salió del país, pero otros permanecieron en Caracas con las armas. La operación era controlada por Orlando García y ni siquiera CAP se enteró. Fuentes de inteligencia me informaron que desde Maiquetía habían salido menos "cubanos" que los que habían ingresado. Nada quedó registrado.

Todo se sabía

En las semanas anteriores a El Caracazo (27 de febrero de 1989), los servicios de inteligencia del Estado venezolano registraron un ambiente pre revolucionario en las calles, y que un numeroso grupo de jóvenes comunistas venezolanos se estaba entrenando en Cuba. El pueblo empobrecido por la caída del petróleo de $40 a $7 por barril, estaba “de a toque”.

 Las medidas neoliberales para estimular la economía prendieron la mecha lenta que el G2 cubano esperaba. Fidel había entrenado francotiradores venezolanos  en Cuba. Esto era conocido por los servicios de inteligencia venezolanos antes del triunfo de CAP, pero ese conocimiento no pudo ser utilizado porque, por gestión de Orlando García,  se decapitó a la DISIP y a la DIM para permitir trabajar libremente al G2 cubano y a los golpistas. Cuando el 27 de febrero estalló el descontento popular, los francotiradores estaban listos para incendiar la pradera. Ellos dispararon contra los soldados del ejército venezolano que habían salido a patrullar. Las FAN reaccionaron como soldados. En el intercambio de fuego se produjeron víctimas cuyo número oscila, según quien los cuente, entre 276 y 3000 muertos.

La parte más dura de la batalla pude verla a través de un larga vista desde el Circulo Militar. Desde allí vi en acción a un disciplinado grupo de francotiradores dotados con radios portátiles. Estos paramilitares tomaron las azoteas de los edificios más altos de la Calle Real de El Valle, frente al Fuerte Tiuna, causando estragos entre nuestras tropas en la calle y disparando contra el Fuerte. Era el mismo tipo de operación que como subteniente yo había combatido en el Oeste de Caracas, en los años 60. 

Traición en Miraflores

Cuando ocurre El Caracazo, el ministro de la Defensa era Ítalo del Valle Allegro. Me consta que envió las tropas a la calle pensando que era un problema de orden público, fácil de dominar, pero Fidel le tenía una sorpresa. 

 El plan de Fidel era muy simple. Una vez que las tropas nacionales estuviesen en las calles, los oficiales de la logia chavista con sus tropas y el apoyo de los francotiradores tomarían Miraflores. Ese día Hugo Chávez, el infiltrado en Miraflores, desapareció de palacio  apenas comenzó la batalla, pretextando estar enfermo. La ferocidad del ataque organizado por el G2 cubano hizo imposible que el plan se realizase, porque obligó a las tropas a defenderse con todo. En medio de ese fuego cruzado la operación golpista sobre Miraflores no pudo ejecutarse.

Pocos días después las tropas leales habían controlado el campo de batalla y los francotiradores se esfumaron. Chávez reapareció en Miraflores. El plan de Fidel había fracasado y había que proceder a un plan B: convertir la masacre provocada por los francotiradores en una operación ordenada por el Presidente Pérez y ejecutada por el ministro Alliegro.

 En julio de ese año, Alliegro pasó al retiro y le sucedió el general Filmo López. Yo fui nombrado Comandante General de Ejército. En ese cargo pude  ponerme tras la pista de los golpistas. A fines de noviembre detectamos un golpe que se ejecutaría  aprovechando la visita de CAP a Davos. El 5 de diciembre de 1989 ordené la detención de Hugo Chávez junto con 18 oficiales de su logia. Los acusé de preparar una conspiración para asesinar al presidente cuando éste regresara de viaje.

 Al llegar CAP a Caracas, un grupo de funcionarios ex miristas, ahora adecos, encabezado por Jesús Carmona –quien había accedido a la intimidad con el presidente-, actuando en acuerdo con Orlando García, convencieron a CAP que yo estaba equivocado. CAP ordenó liberar a los golpistas encabezados por Chávez y no revelar sus nombres a la prensa. Esto le permitió a Chávez mantener la integridad del grupo que actuó el 4F. Fue lo que Chávez reveló con orgullo en su presentación ante los periodistas el viernes pasado, demostrando que yo no estaba equivocado cuando ordené su detención en diciembre de 1989.

Lo que falta por saber

Hay preguntas que aun giran en mi cabeza. ¿Quién manipuló los nombramientos en la carrera de Chávez desde que salió de la Academia Militar hasta infiltrarlo en Miraflores? ¿Era Jesús Carmona el principal infiltrado (era Ministro de Secretaría de la Presidencia), o había peces más gordos en ese entorno? ¿Quién era el venezolano en la cúpula, el contacto directo con Fidel Castro? ¿Quién asumiría el poder si el golpe del 4F hubiese tenido éxito, cuando Chávez no estaba aún en la cúpula de la conspiración?

La tragedia no ha terminado. El general Alliegro, jefe de las fuerzas leales que frustraron el golpe fidelista, ahora  anciano y enfermo, será sometido a juicio, con los culpables convertidos en fiscales. Falta mucho por investigar y también por suceder.

Carlos Penaloza
genpenaloza@gmail.com
@GenPenaloza

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