Los
cubanos van a tener que irse de este país por las buenas o por las malas;
porque ya hasta choca el “hablal” de esta gente. Ese tonito cantadito suyo que
tiene mucho de provinciano, y que en la Venezuela de la década de 1960 y de
1970 tenía mucha atracción, tanto más porque Cuba se consideraba, quizás, el
país más cosmopolita de la América Latina.
Una
nación que marcó época en cuanto a música popular romántica se refiere; donde
se crearon varios sones bailables, y donde surgieron orquestas como la
Matancera; que llegó a tener una gran influencia, en especial, en toda el área del Caribe. He allí
un pueblo digno de admiración, y el que se encaminaba sin duda a convertirse en
uno del primer mundo, si no es por esa mala racha que tiene de atravesarse en
su destino un hombre con un liderazgo, que permitió la universalización de la isla,
sólo que a cambio de su ruina material, para decirlo con palabras de Fausto
Masó, y con el perdón de esta larga digresión.
Oír
a esta gente en nuestros días en la calle, pues uno se los topa a cada
instante: ¿cuántos cubiches se han venido desde que Hugo Chávez hermanó su
proyecto político con el de Fidel Castro?, oírlos, repito, decirle al autobús
“güagüa”, que es un derivado de la denominación rusa de autobús, según Cabrera
Infante, es ya ominoso, si partimos del hecho de que se trata de un término que
pertenece al pasado más inmediato de la isla caribeña, caracterizado por la
colonización moscovita, y que llevó a esta nación a cambiar toda una
terminología de la vida cotidiana, muy influida hasta entonces por el llamado
imperialismo yankee, por esta, digamos, del imperialismo ruso.
Pero,
además, significa la no adecuación a un medio. Palabra: cuando yo escuché
hablar a dos señoras cubanas en la calle, de esas que han traído en calidad de
enfermeras para el Programa de Barrio Adentro, mientras una le indicaba a la
otra el lugar, donde podía tomar la “güagüa”, pude comprender por qué los
oriundos de un determinado país se enojan con uno, cuando no termina de asumir
su manera de hablar y sus costumbres; claro, también comprendo que esta gente
está transitoria en nuestro país, hasta uno se atrevería a decir, que lo está
casi en condiciones de esclavitud; muchos de ellos desarraigados; como el caso
de una medica, que conocí en medio de ciertas circunstancias, y que me contó
que había tenido que separarse de su hijo, a quien había dejado con su esposo
en Cuba; traída casi a la fuerza, para venir a ejercer la medicina en un CDI de
Los Teques; viviendo en unas condiciones bien precarias en un barrio de dicha
ciudad, y así como este caso el de muchos, un porcentaje de los cuales ha
abandonado, incluso, este país por los llamados caminos verdes, pero la que se
ha quedado, como decía al comienzo, tarde o temprano ojalá abandone el país más
por las buenas, que por las malas, ya que, si bien no constituyen un ejército
de ocupación, el venezolano sí comienza a sentir a esta gente como de sobra;
más fuerte aún, a verla como los famosos pretendientes de Penélope, que hacían
de las suyas con las haciendas de Ulises, mientras éste era retenido por el
destino en eso que Homero conoce como la “odisea” suya, pues hay que tener
presente que a Cuba se le están dando diarios 112 mil b/d de petróleo; de los
cuales los Castro, para su beneficio personal, colocan en el mercado
internacional unos 60 mil b/d, sin compartir nada con nosotros, y que es lo que
ha llevado a decir a la escritora cubana Yoani Sánchez que Cuba encontró el
pozo petrolero más grande del mundo: Venezuela, y a esto hay que sumarle los 13
mil millones de dólares que se les paga, anualmente, por concepto de los servicios,
que prestan sus médicos en el programa de Barrio Adentro.
En
Barquisimeto se dio el caso esta semana, que pasó, de un efectivo militar, a
quienes un grupo de mujeres descubrió, que se trataba de un cubiche, y con la
misma lo amarraron. He allí un caso pintoresco que muestra la profunda
xenofobia, que comienza a fraguarse en el alma del venezolano contra esta
gente. Aparte de otros que dicen que ha sucedido en el seno de las fuerzas
armadas; de oficiales que no han aguantado, que uno de los lacayos de un tal
Ramiro Valdez, que es el que dicen que manda hoy en día en Venezuela, y que
despacha desde la isla de La Orchila, les dé alguna orden en tono altisonante,
y así, como dice el criollo, le han sacado su mano; un hecho que, por supuesto,
les ha acarreado algún castigo. Pero así están las cosas con los cubiches en nuestro
país.
melendezo.enrique@yahoo.com
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