Los
trágicos acontecimientos de ayer en Caracas fueron el pico de una operación
política que nos ofrece la presunta salida inmediata de la penosa situación
socio-política (y especialmente económica) en la que se encuentra Venezuela. No
me refiero a la estupenda cadena de marchas y concentraciones efectuada en todo
el país, convocadas por las federaciones estudiantiles de todas las
universidades aunque los méritos fueron hábilmente atraidos para sí por
políticos que poseen más saliva para engullir la harina mediática que ello
provocó.
Me
refiero a los promotores de un nuevo atajo voluntarista al que ellos mismos han
denominado #LaSalida, denominación muy apropiada para estimular las prisas de
sectores de clase media cuya escasa experiencia política coincide con su
justificada indignación por el desastre que sufre nuestra depauperada
Venezuela. Muy directa y explícita la consigna de#LaSalida, con hashtag
incluido, para bautizarlo en el escenario principal de su campaña publicitaria,
que no es otro que las redes sociales de Internet. La resonante convocatoria
que ha tenido, a partir de las acciones iniciales de vanguardias juveniles muy
bien organizadas y localizadas, habla del nivel de desesperación que habita en
ciertas capas poblacionales de clase media ilustrada, pues no más allá de ellas
se registra, como en los años 2000 a 2004, la virulencia protestataria.
#LaSalida,
presentada como una novedosa forma de lucha en el esfuerzo democrático, no
tiene componentes nuevos respecto de otras aventuras que han abundado a lo
largo de estos 15 años. Como las anteriores, ella se vale de cinco premisas
centrales: primera, que Venezuela no soporta un día más la caótica situación en
la que ha sido sumergida por este gobierno; segunda, que ello nos obliga a
sacarlos del poder de inmediato pues los daños al país se van a hacer
irreparables; tercera, que para ello es necesaria y suficiente la movilización
decidida, en la calle, de las masas opositoras, supuestamente mayoritarias;
cuarta, que el liderazgo opositor reconocido en el momento (léase hoy, Capriles
y la MUD) es cómplice del gobierno, con quien tiene acuerdos secretos de
convivencia para prolongar esta situación a cambio de prebendas inconfesables;
y quinta, que por esa razón hay que desplazar a esa dirigencia entregada
mediante la participación activa y directa –incluso espontánea,
“autoconvocada”- de las masas opositoras.
El
mismo plan, nada nuevo bajo el sol. Salvo que esta vez lograron sumar a dos
valiosos dirigentes de la nuevas generaciones de políticos –Leopoldo López y
María Corina Machado- y tentado parcialmente a otro importante líder, Antonio
Ledezma, quien con gran esfuerzo logró sobrevivir al mismo error en el pasado.
Esto es muy lamentable, pues sin duda amplifica la potencia del llamado
escisionista en el campo opositor –amplía su base, más allá de los habituales
“comecandelas” añorantes de la salida militar- y además condena a estos
importantes dirigentes democráticos a un inminente fracaso que pesará sobre su
influencia social y política, la limitará al espacio de los opositores
radicalizados y les cerrará puertas en el mayoritario universo de los
venezolanos no politizados.
Se
podrán recuperar y habrá que ayudarlos en eso. En particular, hay que
defenderlos desde ya de la arremetida represiva que ya el gobierno inició
contra ellos, cuyo desenlace es previsible dada la diligencia conocida de los
títeres de la fiscalía y el poder judicial. Porque, aunque no la comparto, la
generalizada protesta de calle que promueven López y Machado ha estado, de su
parte y hasta el presente, inscrita en la Constitución y las leyes. Sino
miremos hacia el Brasil, donde hace unos meses se registraron protestas mucho
más enérgicas, masivas y generalizadas, en medio de una importante competencia
deportiva internacional, y para enfrentarlas el gobierno observó cuidadosamente
los derechos humanos de los movilizados y sus dirigentes. No tiene excusas el
gobierno, más allá de sus acostumbradas mentiras y montajes fascistoides, para
detener como ha hecho a los estudiantes, ni para perseguir, enjuiciar o
inhabilitar a López, Machado u otros dirigentes.
En
todo caso, lo más lamentable de este reincidente fallo estratégico es el
sufrimiento que está representando en términos de muerte y represión a nuestra
juventud, a los valerosos estudiantes que siempre están a la orden para
acometer la faz más descarnada de la lucha, en las calles frente a las
desalmadas huestes militares, policiales y paramilitares del gobierno. Los
estudiantes asesinados, heridos, golpeados, vejados y apresados, así como sus
desesperadas familias, concitan el dolor y la indignación de la mayoría de
Venezuela, pero muy poca adhesión concreta en el mismo terreno callejero.
No
he podido contenerme de pronunciar un pensamiento que alguna vez me resultó
odioso escuchar durante mi época estudiantil: algunos políticos utilizan a los
estudiantes como “carne de cañón” para sus planes particulares, proyectos que
los utilizados no suelen conocer en sus aspectos confidenciales. Porque razones
para protestar siempre hay, y no hay nadie más dispuesto que un joven
estudiante para advertirlas y actuar en consecuencia. Hoy sobran las razones
para protestar, pero promover la movilización de calle sin más, carente de un
propósito orgánico salvo propiciar el caos galopante “a ver” si una solución
milagrosa emerge de algún lugar que imaginamos está listo para actuar según
nuestros deseos, es cuando menos una irresponsabilidad, sino un crimen. Y mucho
más cuando los objetivos del bochinche están vinculados a proyectos de poder
interno en el campo donde se actúa, para desplazar a quienes hoy ocupan tales
posiciones.
Fracasarán.
Porque este nuevo intento de forzar, por puro voluntarismo, la naturaleza de
los procesos políticos carece totalmente de sustento (a menos que los
promotores más ocultos del despropósito sepan algo que no sabemos el resto de
los venezolanos, algo con lo cual han venido amenazando en estos 15 años sin
ningún resultado). Y créanme que no me regocijo de ese fracaso; por el
contrario, lo lamento muchísimo, porque esas derrotas pesan enormemente en el
desarrollo general de la lucha democrática. Nos hacen retroceder. Por fortuna
para la maltrecha oposición, el gobierno está igual o peor que ella: también
dividido, dando palos de ciego en la economía, desesperado por la falta de
credibilidad ante sus seguidores… Pero esta ayudadita de #LaSalida no le vendrá
nada mal para su designio de sobrevivir un rato más a una crisis generalizada que
no parece tener fin ni remedio.
¿Por
qué estoy tan seguro de que la operación #LaSalida fracasará?
Porque
está sustentada en una falsa premisa central: que una mayoría de los
venezolanos está deseosa de la renuncia del actual presidente y dispuesta a movilizarse
activamente para lograrlo. Parten del supuesto de que la crisis socio-económica
que vive el país, sumada a la ilegitimidad que varios factores hacen pesar
sobre el cargo de Nicolás Maduro, son suficientes para crear las condiciones de
un estallido social creciente que produzca #La Salida deseada.
Se
equivocan. Este gobierno, innegablemente debilitado por la crisis y la
ilegitimidad por él mismo provocadas, tiene frente a sí a una oposición mucho
más débil, carente de unidad orgánica, sin conexión con importantes sectores
sociales sobre los que el gobierno ejerce un cerrado control y carente de un
proyecto de país alternativo, cuya formulación no va más allá de las
generalidades estupendamente dibujadas por Henrique Capriles en tres campañas
electorales.
Con
todos sus méritos, esta es una oposición que acaba de ser derrotada en las
elecciones municipales del pasado 8-N. Ella tenía todas las perspectivas de
victoria apenas un mes antes de esas votaciones; pero el gobierno se las
arregló, ventajismo y maniobras arteras mediante, para alcanzar una votación
nacional claramente mayoritaria con la que se recuperó de la estrecha
desventaja sufrida el 14-A, volteada mediante los mecanismos fraudulentos que
ya conocemos. Si el resultado electoral hubiese sido claramente favorable a la
oposición, no hay duda que las condiciones para aspirar a una salida inmediata
serían hoy harto favorables. Pero no fue así. La consigna enarbolada por
Capriles días antes del 8-N -“luego iremos por ti, Maduro”- tenía como premisa
el triunfo electoral; de tal modo que ese llamado fue sepultado por los votos
adversos y postergado para otra oportunidad.
¿Cómo
una oposición derrotada, sin un programa claro y conocido y sin vínculos con
sectores sociales fundamentales, va a proponer la salida de un gobierno que
viene de derrotarla electoralmente? Los acontecimientos políticos generan
realidades políticas, y un claro resultado electoral es un acontecimiento
político que genera una inobjetable realidad política. El escenario así establecido
puede resultar breve o duradero, según el comportamiento de factores objetivos
que están en la sociedad y factores subjetivos inherentes a las fuerzas en
pugna. No hay duda de que los factores socio-económicos presentes favorecen la
esperanza de un cambio político, pero los factores sicológico-sociales y el
ambiente cultural que prevalece hoy en Venezuela no parecen acompañarlos en la
misma medida.
¿Está
la sociedad venezolana -sus mayorías poblacionales y organizadas, sus sectores
decisivos en múltiples aspectos- deseando un cambio inmediato de gobierno y
dispuestos a movilizarse peligrosamente para sacar del poder a un agresivo
grupo que se muestra dispuesto a cualquier tropelía (incuida la masacre) para
conservar sus privilegios? ¿Quienes clamamos por un cambio de gobierno, hemos
presentado a esta sociedad un proyecto alternativo que le dé confianza para
acompañarnos en la aventura de una salida inmediata? La respuesta evidente es
NO, para ambas preguntas. Ni la mayoría desea, ni siquiera lo imagina, que este
gobierno debe salir ya, ni la oposición está ofreciendo una alternativa
sustentable de gobierno, mucho menos de poder.
V.
I. Lenin, el mayor teórico y práctico de la insurrección, y Curzio Malaparte,
teórico del golpe de Estado, coinciden en que ambas alternativas políticas son
de lenta preparación y rápida ejecución. Y que el sentido de la oportunidad
gobierna con mano de hierro su preparación y puesta en práctica. Lenin
dictaminó, respecto de su insurrección en Octubre de 1917: “para ayer era muy
pronto, para mañana será muy tarde, el día debe ser hoy”, con lo que subrayaba
la vital importancia que tienen los tiempos en esos vitales procesos
socio-políticos. Ellos requieren un laborioso y sostenido acopio de fuerzas en
todos los espacios de la sociedad, un conteo riguroso de las propias y de las
del adversario, y un ausculteo minucioso de las pulsiones que habitan lo más
profundo del cuerpo social.
Eso
tienen que saberlo, o siquiera intuirlo, los promotores de #LaSalida. Porque
ellos no son neófitos políticos (¿o militares?); y si lo fueren, poseen
asesores y estudiosos especializados que lo conocen con propiedad. Entonces,
¿por qué se comportan de esa manera? ¿Por qué lanzan una consigna que sugiere
el reemplazo inmediato de un gobierno frente al escepticismo de la inmensa
mayoría social? ¿Por qué promueven una movilización indiscriminada de los
estudiantes que no tendrá otro fin que la agresión sobre ellos de cuerpos
represivos despiadados, y el desencanto de esos muchachos al no recibir la solidaridad
masiva que ellos esperan del resto de la sociedad? ¿Cuánto va a costar que esos
muchachos salgan otra vez de sus aulas, cuando sea verdaderamente necesario y
útil que lo hagan?
Al
parecer, el propósito más profundo de los promotores de #LaSalida no es
reemplazar de inmediato al gobierno, sino a Henrique Capriles como líder del
pueblo democrático y a Ramón Guillermo Aveledo como coordinador de la oposición
organizada. En ese caso, el movimiento debería tener por Hashtag el más
apropiado de #LaEntrada… de ellos a las posiciones dirigentes de la oposición.
Es duro decir esto de personas sobre quienes pesan órdenes de prisión; pero
dado que nos estamos jugando la suerte de Venezuela alguien debe atreverse a
hablar claro, quizás alguien como quien escribe, que no posee otra ambición que
recuperar un país libre para sus hijos y nietos.
Menos
mal que Capriles ha sido muy firme ante las presiones que esto indudablemente
le significa y Aveledo ha reaccionado con la misma serena convicción. Henrique
ha sido muy claro al demarcar cuál será su ruta en los tiempos inmediatos: una
ruta social, para vincularse con la Venezuela que nunca adhirió la oferta
opositora, para llegar al corazón y la cabeza de los millones de venezolanos
que creyeron en la oferta de Chávez y aún guardan una esperanza en los cantos
de sirena de sus sucesores. Muchos de ellos se distancian y desengañan a diario
de la farsesca revolución, pero no encuentran en el mapa una oferta, una
palabra o un líder que los motive a participar en otra causa.
Que
Capriles y Henry Falcón y Liborio Guaruya, entre otros, asuman ese camino me
llena de esperanzas y también de orgullo. Porque es lo que hemos venido
proponiendo desde que en marzo de 2001 publicamos el manifiesto fundacional de
sitio web “El Gusano de Luz”, conjuntamente con la Organización Procatia.
Documento de plena vigencia que está a la orden de quienes lo quieran revisar
en el siguiente link:
https://docs.google.com/file/d/0B3V1-t1wgBr_VkY3WFplUS1fbjA/edit
Finalmente,
el período no electoral que transita por estos meses Venezuela ofrece la
oportunidad de un debate abierto sobre las mejores alternativas de lucha para
el éxito del esfuerzo democrático. De tal discusión emanaría con transparencia
el liderazgo más conveniente para el futuro inmediato; y la necesidad de unidad
no debe ser un obstáculo para que el mismo se efectúe con la mayor franqueza,
en el marco del respeto y altura y sin el chantaje de los hechos cumplidos por
delante.
Es
más, existe una vía expedita y transparente para dilucidar, en el marco del
referido debate, el asunto nada deleznable del liderazgo. ¿Por qué no se
convocan unas elecciones internas de la Venezuela democrática, en la cual el
líder y los principales coordinadores y voceros sean electos por el voto
universal de todos los que quieran participar? Como las primarias de febrero de
2012. Unas elecciones que, como propuso hace una semana Oscar Arnal, sirvan
además de primarias para elegir a todos los candidatos de la oposición unida a
la Asamblea Nacional y el Parlamento Latinoamericano. Elecciones primarias en
todos los estados, circuitos y para todas las listas.
Esta
idea le parecerá necia y descabellada a las mentalidades frívolas e
inmediatistas que abundan en las redes sociales, una parte de las cuales (no
muy grande por cierto) se encuentra hoy en las calles. “Falta un siglo para las
elecciones parlamentarias”, responderán. Pues no, en términos de política
concreta las elecciones parlamentarias de septiembre 2015 están ahí mismo, a la
vuelta de la esquina. Si queremos buenos candidatos con opción triunfadora en
la mayoría de los circuitos y estados del país, hay que pensar en ellos desde
ya y elegirlos por lo menos con 10 meses de anticipación. Para que tengan
tiempo de hacer sus campañas en el seno de las bases sociales.
La
pronta convocatoria de estas primarias obligaría a todos los políticos y
aspirantes a serlo, que deseen ser diputados o dirigentes de la Unidad, a
moverse desde ya en los espacios que cuentan para ello -las bases comunitarias,
laborales, estudiantiles y profesionales de cada región- para alcanzar primero
la candidatura y luego el triunfo ante el adversario pesuvista. Y sobre todo,
evitaría que las planchas para la Asamblea Nacional sean confeccionadas
nuevamente en los mezquinos cotilleos partidistas, como acaba de ocurrir con
los candidatos a concejales, donde las cúpulas de 5 o 6 partidos de dudosa
fortaleza deciden quién entra y quién sale de las planchas, dejando por fuera a
valiosos ciudadanos (independientes, pero también de sus propios partidos) que
jugarían un papel mucho más válido y eficiente, tanto en la elección como en el
parlamento.
El
logro de una elección como esa para el mes de noviembre, por ejemplo, y un
congreso ideológico o programático de la Unidad opositora a comienzos de 2015
(con todo este año para prepararlo, sin los encierros cupulares a los que nos
tiene acostumbrados la MUD), puede constituir un proyecto muy atractivo para la
sociedad civil y para la ciudadanía en ejercicio que tanta angustia presenta en
el momento actual. Es una idea que bien puede comenzar a ser discutida luego
que finalice el aspaviento –conmovedor y digno de solidaridad en el caso de los
estudiantes muertos, heridos, golpeados y detenidos- generado por #LaSalida.
@TUrgelles
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