Comenzando la mañana del 13, es decir al día
siguiente de los amargos sucesos del 12 de febrero, fui a comprar verduras a la
feria que se instala una vez por semana cerca de mi casa, a tan sólo 20 km de
Caracas. Los vecinos le llaman “que los gochos” por el origen andino de sus
dueños, quienes traen desde su tierra hortalizas frescas a bajo costo.
Cuando llegué estaba planteado un diálogo que
versaba sobre cochinas paridas y lechones amamantados con tetero.
En medio de la amena conversación salió a
relucir el tema que ocupaba el 99% de mi cerebro:
-Parece que quisieron dar un golpe de Estado
ayer- comentó uno mientras acomodaba unas zanahorias.
-Sí, y que hubo un poco de muertos- respondió
el otro mientras recogía una parchita caída del montón. Luego, sin más, siguieron
con el cálculo de los kilos de carne que resultarían de los lechones.
Mientras tanto llegaban mensajes desesperados
a mi celular: indignación por Facebook, escuetos razonamientos por Tweeter,
videos terribles por yahoo. Todavía no se sabía a ciencia cierta en cuántos
muertos había resultado la aventura.
Y digo aventura porque estuve en total
desacuerdo en la forma como se convocó a esa marcha así como con los argumentos
esgrimidos.
Hombre independiente en política al fin, me
dediqué durante semanas a enfrentar en las redes los razonamientos mediocres
que, junto con insultos lóbregos, dedicaban los interneteros radicales de la
oposición a Enrique Capriles y la MUD.
Eran expresiones idénticas aunque más
virulentas que las utilizadas días atrás por los “autoconvocados”, del mismo
origen político, basados fundamentalmente en la por ellos considerada falta de
coraje y gónadas del líder unitario aunada a la traición inaudita de no haber
defendido los votos en LA CALLE.
El razonamiento continuaba recayendo en los
errores nefastos del pasado y, argumentando que “esto no se aguanta más”,
llamaba a la única salida posible, la toma eterna de LA CALLE para sacrificarse
individual y colectivamente por La Patria, todo esto aderezado con loas a los
ovarios y testículos bien puestos de otros dirigentes alérgicos a la MUD.
Días antes, escribiendo e ilustrando un
“incunable” para la iniciativa de “Caracas Horizontal” entrevisté a mi tocayo
Germán, albañil y campesino para más señas, quien respondiendo a mi pregunta
sobre las fallas del gobierno contestó lacónicamente: -Para mí todo está bien
como está ahorita-
La marcha se dio por fin e, ignorando los
insultos, Capriles logró que fuese unitaria, por encima de las intenciones de
quienes pretenden sustituir su liderazgo a como dé lugar.
Y pasó lo que la historia nos indicaba que
iba a pasar: una concentración llena de entusiasmo culminó emboscada por los
grupos parapoliciales, hijos del, para nosotros y no para otros, régimen
nefasto.
Y no solo hubo muertos innecesarios (siempre lo son) sino que se la pusimos bombita al gobierno una vez más, retroalimentamos su épica inexistente, su tedioso antiimperialismo, le dimos argumentos para profundizar la censura y la represión, y le ayudamos a tapar el desastre económico del que no saben cómo salir.
Dos cosas debemos asumir de una vez por
todas:
1) Vivimos en un país cuyas dos mitades se
ignoran mutuamente.
2) Si la gente común tuviera visión política
no se necesitaría liderazgo y cuando los líderes dicen lo que la gente común quiere
oír, nos llevan al desastre.
Germán
Cabrera
@germancabrerat
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