La oposición venezolana enfrenta un reto muy
difícil, porque oponerse a un gobierno, sin importar sus características es
harto complicado, porque los que detentan el poder cuentan con los numerosos
recursos del estado para defenderse de los actos de quienes quieren sacarlos
del gobierno.
Por otra parte sin excluir la importancia de
los electores que respaldan la autoridad vigente, siempre hay un núcleo duro
que por su proximidad al gobierno está comprometido en su defensa, porque ese
status quo representa sus valores o intereses, factores que con mucha
frecuencia afectan negativamente a la
nación y como secuela a la población, incluyendo los electores antes
mencionados.
En consecuencia enfrentar un régimen despótico con respaldo popular y amparado en una seudolegalidad, es infinitamente más complicado, porque las acciones legales en contra de la autocracia pueden dejar de serlo y el opositor, por voluntad del gobierno, se convierte en un transgresor de la ley que termina en prisión, lo que a fin de cuentas favorece al gobierno.
Venezuela fue el primer país del hemisferio
en el que se impuso a través del voto un
régimen que usando recursos legales, modificó las leyes e instituciones del
país para exclusivo beneficio del ejecutivo.
Las propuestas contaron con respaldo popular
y con un notable apoyo en la clase dirigente, empresarios, intelectuales y
profesionales, porque atacaban problemas reales del país que muchos ciudadanos
deseaban resolver.
Hubo ciudadanos que disintieron, que se
percataron de los objetivos reales del nuevo brujo, pero su prédica no fue
escuchada y el país apoyo una nueva carta magna que daba oportunidad a una
especie de refundación de la nación al tener que elegir nuevos poderes públicos
sobre igualmente nuevos paradigmas legales.
La muerte de Hugo Chávez no afectó el
fortalecimiento del régimen, porque aunque está enfrentando graves problemas,
no es consecuencia de una labor efectiva de parte de la oposición, sino por la
ineficiencia y la corrupción existente en la clase dirigente del gobierno.
El sucesor de Chávez , Nicolás Maduro, un
hombre con menos talento que su predecesor y con mucho menos arraigo popular ha
logrado mantener la unidad de todas las facciones que sustentan su gobierno, y
como colofón, los esfuerzos de la oposición de restarle legitimidad a su
mandato han fracasado porque su imagen como gobernante legal de Venezuela se ha
consolidado ante gobiernos extranjeros y
entre sectores de la oposición que hasta hace muy poco lo acusaban de
haber atropellado el estado de derecho al asumir la primera magistratura del
país.
Por todo lo antes expuesto la oposición venezolana está a la vanguardia en la lucha contra el Socialismo del Siglo XXI, porque no hay experiencias previas, al menos en América Latina, de cómo combatir una dictadura de terciopelo que está ahogando a la ciudadanía.
El régimen cubano es una dictadura sin
matices, pero el de Venezuela aparenta
que los ciudadanos pueden disentir, protestar y manifestarse como lo estime
conveniente en el marco legal existente,
pero lo que sucede es que las posibilidades de protestar se reducen
hasta desaparecer porque las fuerzas represivas amparadas en un poder judicial
sometido al ejecutivo, actúan en base a lo que la autoridad superior les dicte
sin violar la legitimidad que el gobierno se auto concede.
Sin dudas son los venezolanos los que
marcaran pautas en cómo enfrentar el despotismo electoral, por lo que de hecho
el país se ha convertido en un campo experimental en la lucha legal y no
violenta contra el Socialismo del Siglo XXI.
Los sectores de la oposición entre los que
subyacen diferentes puntos de vistas políticos y en consecuencia intereses
distinto, están obligados a concertar proyectos y actuaciones que no permitan
al gobierno su ilegalización, pero tampoco puede hacer concesiones que la
desdibujen y los lleve a perder su identidad.
Lo peor que podría pasar con el tipo de
oposición que se está practicando en Venezuela, transparente y legal, es que
sus líderes pierdan la confianza de la población, que los electores que se
oponen al régimen, pierdan las esperanzas y desistan de participar en la
reivindicación de sus derechos conculcados.
La diversidad en la unidad es imprescindible.
La lucha no violenta implica usar las leyes para la demanda de los derechos. Recurrir a los derechos que otorga la
constitución nacional en lo que atañe a actuar contra el gobierno sin violentar
el estado, es una prerrogativa que implica riesgos, que los lideres deben estar
dispuestos a correr
Si la oposición venezolana logra instrumentar
una estrategia exitosa contra el despotismo que reina en su país, será un
precedente valido que puede servir con las variantes del caso, a los sectores
que en otras naciones enfrenten dentro los márgenes legales el Socialismo del
Siglo XXI.
Pedro
Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
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