“No
despertamos a la libertad con rostros originales y seguramente como puede
explicarse a través del devenir histórico, quizá tampoco tuvimos control de
nuestras pasiones. Ergo en consecuencia intentamos nuestros pasos antecedidos
por el pecado de la servidumbre intelectual, no hemos tenido un Cicerón que
mediara entre los tiempos, las “elites intelectuales”, el pueblo y las
influencias exógenas. Por lo que ha sido imposible degustar toda la riqueza que
hubiera supuesto tener conciencia de los nuestro, con el aderezo foráneo”.
UBICANDO
ALGUNAS PISTAS...
El socialismo una propuesta inacabada, pero
no será posible, sin embargo, confrontarse con lo real si no se entiende que la
teoría está forzada a registrar los cambios que en el seno de lo concreto
ocurre. Si asumimos el dato empírico de que la sociedad humana cambió
notablemente en sus modos de producir, vivir y relacionarse desde que Marx lo planteara,
en su refutación a Marx, “Habermas no cree en la lucha antagónica de clases, Si
no en la existencia de conflictos que exceden, a los partidos e instituciones y
desbordan la problemática de la distribución de los recursos materiales” de
algún modo ello nos indica el único camino viable para seguir siendo marxistas
es: registrar en la teoría dichos cambios y, por ende, replantear la teoría
misma. Los reacomodos sucesivos del marxismo darán cuenta y razón de lo que en
la realidad sucede así como del sentido de tal acontecer.
Todo ello obliga a
constantes señalamientos respecto a la validez de sus partes integrantes, en
relación a los modos y maneras como se transforma y replantea como un todo, en
torno a su necesario carácter "Abierto" y ajeno, por esencia, a toda
codificación dogmática. De allí la inanidad de hablar de "Ortodoxia"
y "Heterodoxia" dentro del pensamiento marxista.
Tales términos como
suele suceder comenzaron a ser aplicados en sentido metafórico. Y por una
especie de retroceso hacia uno de los extremos de la metáfora, su significación
se amplía hasta llegar a la más crasa inexactitud. De ortodoxia y heterodoxia
puede hablarse en función de un pensamiento de tipo religioso, empeñado en
tener por la revelación sobrehumana o por otra vía carácter incontrastable,
basado en verdades eternas. No cabe imaginar tal cosa en función de una teoría
que en su renovación y cambio incesante tiene su razón de ser y encuentra su
solvencia al confrontarse en una realidad por definición multiforme y difícil,
que sobrepasa al hombre y lo envuelve.
En efecto: ¿Que entendemos por ortodoxia
marxista? ¿Lo es la falsificación estaliniana del mismo? ¿Lo es la respuesta
muchas veces ineficaz de Trotsky a esa falsificación? Lenin por ejemplo ¿Fue
ortodoxo o heterodoxo? Vinculó el marxismo al principio de autodeterminación de
los pueblos con el consiguiente escándalo de Rosa Luxemburgo y emprendió la
revolución en un país atrasado, contrariando todos los pronósticos de su
maestro. ¿Lo hizo por seguir ortodoxamente sus enseñanzas o porque la realidad
lo obligó a ello como única vía para intentar causar eficacia en la acción y
validez en la conducta política? Todo marxista verdadero ha de ser ortodoxo y
heterodoxo al mismo tiempo, procurando tanto mantener el ímpetu revolucionario
de la teoría y vincularla al permanente cambio y mudanza de los usos, fuerzas y
tendencias del mundo real.
Cuando señalábamos en un articulo anterior la
incapacidad de nuestra izquierda nativa para llegar a una elaboración teórica
propia que le permitiera construir un "Camino venezolano" hacia el
socialismo no lo hacemos por creerla particularmente inútil o pobre, pero
intenta "repetir" el camino que la condujo anteriormente, a las
derrotas y resbalones consiguientes. Ello remite al problema de lo difícil de
las relaciones del hombre con lo real, a las insuficiencias de la especie, a su
necesidad permanente de reasumir el mundo y obligarlo a observar formulaciones
racionales que él no encierra en sí mismo.
Así ocurrió en toda Europa a raíz de La Revolución
Bolchevique, con el empeño de imitar a los Soviets y "Volver a
fabricar" el asalto de Trotsky al poder. Se repitió en muchos países
asiáticos a raíz del triunfo (demorado y costoso como el que más) de La
Revolución China.
Así ocurrió entre nosotros a raíz del triunfo cubano. Quizás
el caso más ejemplarizante a este respecto sea el chino: si los consejos de
Stalin condujeron a una derrota de proporciones espantosas el año 27, el lector
acucioso podrá constatar documentalmente que los consejos alternos de Trotsky
tampoco constituían el camino hacia el triunfo. Ambos uno de un modo
conservador y el otro con más audacia intentaban reducir el hecho nuevo al
molde por ellos conocido y se empeñaban en que el proceso se pareciese lo más
posible al que ellos vivieron. Ninguno de los dos pudo atrapar la especificidad
del caso que tenían por delante, convirtiéndola en una línea política y
traduciéndola en una perspectiva de victoria. No la habrá en China hasta que la
dirigencia influida por las derrotas y haciendo algo sin precedentes en el
marxismo genere una guerra campesina que cerca a las ciudades y disuelve en el
tiempo lo que hasta ese entonces era un sólo y mismo acto, desdoblándolo: la
toma de las armas y el asalto al poder. En el curso de La Revolución China, la
"Acumulación" se hace al margen de los conflictos urbanos, al menos
en lo esencial. Tal camino tenía profundas raíces culturales e históricas en la
sociedad que se pretendía transformar y se adaptaba a un sinfín de
peculiaridades inscritas en la vida del pueblo chino; pero para llegar a él
hubo necesidad de muchas caídas y derrotas.
“Hay una verdad incontrastable que, ni los
países en los que ha gobernado la socialdemocracia han construido una sociedad
socialista, ni los países gobernados por los comunistas, han construido un
sistema socialista basado en la libertad”.
¿Es posible una America socialista?
Creemos que América Latina será una sociedad
socialista democrática o deberá resignarse a su rol de colonia con una pátina
de subdesarrollo mental. En todo caso, un cambio revolucionario según el modelo
cubano es radicalmente absurdo e impensable en Latinoamérica, tanto por razones
universales como internas.
Pero insistiendo más en los remordimientos
que en las glorias del pasado, no se resuelven las dos cuestiones que nos
parecen oportunos para hacer presupuestos realistas: ¿por qué fue posible la
desmembración y la impotencia del socialismo en América Latina?, ¿por qué hoy
vuelve plantearse la marcha hacia el socialismo democrático?
La primera cuestión ha sido objeto de
múltiples análisis. Solamente queremos recordar dos tipos de argumentos
básicos. En primer lugar la ambivalencia, el carácter contradictorio, de las
clases oprimidas en la sociedad liberal burguesa. Por una parte la rebelión
revolucionaria, aspira a una sociedad igualitaria sobre la base de la
expropiación de los medios de producción. Por otra parte busca mejorar su
situación en el marco de la sociedad existente, a través de las presiones y de
la negociación. El movimiento de los trabajadores tiende a la vez al
reformismo. Este carácter paradójico se encuentra también en el movimiento
socialista que intenta un encuadramiento en el Estado liberal burgués: quiere,
participar en él, aceptando sus leyes e instituciones, y su ves transformarlo
radicalmente, para ponerlo al servicio de la revolución social. La división
entre “socialdemocracia reformista” y
“revolucionario” tiene pues elementos objetivos. Pero esta división no
se hubiera dado con el antagonismo que ha tenido, si no se hubiese acontecido
el derrumbe de La Internacional Socialista en 1914 (arrastrada por la vorágine
belicista y nacionalista); la revolución rusa de 1917 y el éxito rápido de la
insurrección revolucionaria primero y de la colectivización económica luego; la
crisis capitalista y el fenómeno fascista en el período de entreguerras, con la
consiguiente radicalización de una parte importante de la clase obrera y
también de la intelectualidad; y la guerra fría y la división del mundo en dos
bloques opuestos, que cristalizó la división entre el socialismo liberal,
defensor del sistema capitalista, y el comunismo que aceptaba como modelo de
socialismo el sistema autoritario soviético. Ambas opciones significaban una
ruptura con la tradición del socialismo democrático anterior a 1914 y
expresaban, ambos, la debilidad relativa del movimiento obrero, dividido
políticamente, pero también sociológicamente, entre sectores importantes de la
aristocracia obrera y una gran masa de trabajadores marginados del consumo, la
cultura y la participación política.
¿Por qué se vuelve a intentar un nuevo
recorrido del socialismo Democrático?
En primer lugar, porque la política de dos
bloques rígidos a nivel internacional fue entrando en crisis, porque la
coexistencia pacífica fue sustituyendo a la guerra fría, y porque la crisis del
socialismo del Este (XX Congreso, Hungría, Checoslovaquia, ruptura chino
soviética) y de la sociedad americana luego (guerra del Vietnam, crisis
económica, Cuba, Nixon), fue dejando a la izquierda mundial y latinoamericana
sin guías ni modelos, sin padres ni protectores, con sus propios recursos
nacionales. En segundo lugar porque el desarrollo neocapitalista, las
transformaciones sociales conseguidas después de 1945, la sociedad de consumo
posterior, han integrado desde un punto de vista socioeconómico a los
trabajadores en el marco de un Estado representativo y a través de un complejo
sistema de partidos y organizaciones sociales. Pero las crecientes demandas
sociales no han encontrado una respuesta satisfactoria de parte del
neocapitalismo latinoamericano, cada vez más dependiente y más vulnerable (como
la crisis reciente ha demostrado), y en el que los intereses del capitalismo
privado y del Estado se enfrentan cada vez más con el interés colectivo. La
combinación de graves tensiones sociales, entre las demandas mayoritarias y los
agentes dominantes privados, con un sistema político democrático, en el que
jueguen un rol esencial, los partidos políticos, con sus diversas
interpretaciones pero dentro de el marco de una alianza superior planteando la
necesidad histórica de la alternativa de un ejercicio democrático plural. En
tal sentido, manejar esta realidad requiere de que en el país superemos el síndrome de la tortícolis histórica,
que sufrimos.
Las tres fuerzas esencialmente
revolucionarias de nuestro tiempo son el feminismo, el ecologismo y la
descolonización del pensamiento, el marxismo científico en su derivación
democratica (socialismo), para poder asimilar los logros y practicas de los
mismos, debe dejar atrás el esquematismo marxista en clave burocrática y
despótica.
Los nuevos y viejos partidos tienen que ubicar el foco de la
discusión en lo programático, en lo epistemológico, lo humano, lo ético, que
les permita afirmarse con fuerza entre el pueblo que sigue teniendo preterida
su esperanza de redención social. El sentido y naturaleza de nuestra
adscripción definitiva a conquistas del ser humano, justicia, igualdad,
libertad, como lo recoge Tucdides del discurso de Pericles, en una de las
descripciones más vivas y emocionantes de la democracia, pero sobre todo
resaltando que en esta lucha tiene que participar todo el pueblo que es el
verdadero demóscrato (gobierno del pueblo).
Para quienes se auto-inscribieron para forzar
una salida democratica y hoy comienzan a desesperarse, necesario es repasar la
historia antigua y reciente; y sin complejos dar una hojeada a la experiencia
peruana, acaecida con el general Velasco Alvarado, hay que sospechar de esas
falsas firmezas, mientras atesoran riquezas como pretendiendo revivir a los
viejos faraones egipcios, y todo sin que hayan construido por lo menos un
monumento que los inmortalice en los siglos por venir. Un movimiento político,
social, serio, debe diseccionar estas realidades. O se gana el futuro o
medrarán por siempre en una suerte de subsumisión, he allí el dilema…
pgpgarcía5@gmail.com
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